domingo, 7 de febrero de 2010

últimas exposiciones de grupo

Los dos últimos días de clase los dedicamos a las exposiciones finales de cada grupo.
Nuestros compañeros del grupo Industria nos expusieron las distintas partes de su trabajo que se centran en la industria dispersa, las fábricas, los gremios y la industria en Holanda, Francia e Inglaterra. Empezaron la exposición presentándonos algunos datos sobre el caso concreto de una fábrica segoviana de la Edad Moderna.

La industria dispersa tiene dos vertientes: la autónoma y la dependiente. A su vez, dentro de la autónoma encontramos dos tipos, la no agremiada que es la más extendida pero de menor relevancia; y la agremiada.

Los gremios se desarrollaron notablemente hasta el siglo XVIII. Podría decirse que el gremio era una organización preferentemente urbana, lo que no significa que no hubiera gremios en el campo. Hay que destacar de los gremios sus implicaciones políticas, y su gran transcendencia desde el punto de vista económico. Sus funciones eran la regulación de la calidad (imprimían un sello en los productos), la organización laboral, etc.
De los aspectos negativos de los gremios cabría señalar la limitación de la competencia que pudo suponer un muro en la innovación económica.

Por otro lado, dentro de la industria dependiente encontramos los modelos del verlagsystem y del kaufsystem; alrededor de los cuales ha habido gran debate historiográfico (principalmente terminológico sin llegar a un consenso en la aplicación de un concepto único).

El verlagsystem es un sistema de producción en el que un pequeño productor trabaja para un comerciante (verlager) que es propietario de los medios de producción y las materias primas.
Constituye un sistema diferente al gremial en cuanto a la ausencia de reglamentación e institucionalización.
El marco geográfico en que se asienta este tipo de producción es muy amplio. Se dio más frecuentemente en zonas donde apareció el minifundio o donde las características del suelo obligaron a buscar un segundo ingreso.
Es una forma protocapitalista de la producción. La protoindustria (Mendels) sí implica verlagsystem pero no al contrario.

En cuanto a la industria en Holanda, se dieron ciertos elementos que favorecieron el despegue de la industria allí:
- Vínculo entre el comercio y la industria
- Importancia de la religión y el papel jugado por la guerra
- Crecimiento demográfico
- Descubrimientos en ultramar que potenciaron el comercio (importaciones) y la industria
- Avances financieros y progresos económicos (sociedades compartidas)
- Protección de la industria urbana

Los principales sectores industriales en Holanda fueron el textil, cerámico, naviero y cervecero entre otros.

En Inglaterra y Francia influyeron factores como el crecimiento económico y el aumento de los precios, la formación de monarquías absolutas, el mercantilismo…

En Francia destaca la figura de Colbert y la extensión de las fábricas reales. Se dio un tipo de industria al servicio del Estado.
La mano de obra era barata e inestable. En la industria textil tuvieron importancia los gobelinos, pero de su producción, nuestros compañeros han encontrado poca información.

En Inglaterra tuvo especial influencia la revolución de 1688, por su declaración de derechos o Bill of Rights que permitió poner en marcha una serie de iniciativas.
Son habituales las políticas de enclosures y el reforzamiento de la gentry que traen como consecuencia el progresivo abandono del cultivo de la tierra. También es destacable la dispersión de las tierras monásticas.
En cuanto a las materias primas se fue generalizando la adopción del carbón como combustible como consecuencia del agotamiento de la madera. La minería y la siderurgia van cobrando importancia aunque ya en el siglo XVI los Altos hornos fueron sustituyendo a las forjas, principalmente en Gales.

El grupo de Revolución Industrial nos explicó que la temática de su trabajo no es la revolución industrial en sí misma pues ésta se sitúa fuera de los límites temporales de la Edad Moderna. Se han dedicado a estudiar los orígenes que estarían en los siglos XVI y XVII aunque les ha sorprendido que algunos historiadores planteen los orígenes en fechas muy anteriores a la Edad Moderna.

Su trabajo consta de tres partes: la visión clásica, la visión “protoindustrial” de autores de la segunda mitad del siglo XX, y una última parte que trata otras visiones distinas sobre los orígenes de la Rev. Industrial.

La visión clásica establece una conexión entre la revolución agrícola y la industrial. Aquella sería el origen de esta.
Se necesita un período de preparación para la industrialización que sería la revolución agrícola inglesa: los enclosures ayudaron al desarrollo de nuevas técnicas agrícolas.
Añade además que una sociedad preindustrial necesita un comercio exterior desarrollado que sea capaz de producir acumulación de capitales que se inviertan en la maquinaria.

La visión protoindustrial busca relacionar la producción agrícola con la manufactura. Contempla el entorno rural como algo más complejo de lo que habían declarado los autores clásicos.
Pretende dar al proceso un carácter de continuidad y no de ruptura.
Hay menos autores que defiendan esta corriente que la clásica.

Por último, también se han planteado nuevas visiones a partir de investigadores de la universidad de Utrecht. Ellos sitúan los orígenes de la Revolución Industrial en cambios sociales e institucionales que se produjeron en el norte de Europa en torno al siglo X.
Se trata por tanto, de un proceso lento y con gran cantidad de cambios e influencias (como la desintegración del imperio carolingio).

El grupo Hacienda ha centrado sus investigaciones en un aspecto de la misma (ingresos), en un área concreta (Castilla) y en un período de tiempo determinado (1500-1536, establecimiento de la constitución fiscal de la monarquía).

Se decía que los RRCC consiguieron renovar la hacienda. Sí añadieron elementos pero no se sustituyó el sistema fiscal ni se consiguió solucionar los vicios que éste tenía. Había tres fiscalidades: eclesiástica (el elemento más eficiente de captación de rentas), señorial y real.

Las características principales del sistema eran:
- Cada reino tenía sus ingresos y no los compartía
- Desigualdad personal y territorial
- Confusión de lo público-privado (la hacienda es un elemento de gestión privado)
- Sistema basado en la regresividad
- Fraude (consustancial al sistema desde la Edad Media)
- Usurpación. En momentos concretos la nobleza se apropió de fuentes de rentas de la corona o ciudad.
- Equilibrio inestable de poderes
- Aumento del gasto como consecuencia de la política exterior. El ingreso no puede ir al ritmo del gasto
- Mínima e inoperante burocracia estatal por ello se recurre a los arrendamientos y encabezamientos.
- Situación político-social difícil en Castilla en el período desde la muerte de Isabel hasta que Carlos I resuelve el conflicto de las comunidades. Hay ausencia de una autoridad monárquica que ponga orden


Los tipos de ingresos son dos: ordinarios (elementos que la corona decide por sí misma) como la alcabala (se paga la transacción por el comercio), tercias reales (2/9 del diezmo), aduanas, diezmos, derechos de tránsito, almojarifazgos, montazgos…

Los extraordinarios son los que necesitan la concesión de las cortes: contribuciones eclesiásticas, bula de cruzada, décima o subsidio, maestrazgos, excusado…

La Hacienda se va conformando como un mecanismo para fidelizar y afirmar el poder monárquico. Es un negocio económico, resultado del juego de poderes políticos.
La deuda es una parte intrínseca del sistema hacendístico.

lunes, 25 de enero de 2010

Comercio

El interés historiográfico por el comercio no es algo nuevo, se dio ya desde tiempos de Adam Smith. Otro autor, Fernand Braudel en su obra Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, muestra un interés por la oferta comercial, especialmente en las materias que se intercambian, las zonas comerciales, etc; dando lugar de esta forma a un estudio de productos.

Sin embargo, hoy en día se cree que este estudio es incompleto, y se ha pasado a una serie de historia comercial que se centra en sus protagonistas. Hilario Alonso Casado es un claro ejemplo de ello, y tratará el estudio de lo que podríamos denominar como redes sociales comerciales, a partir del estudio de una familia, indagando en la serie de agentes que formaban dicha red, y la colaboración existente entre ellos, como por ejemplo sería la familia Bernuy. Según Casado, la ruptura religiosa (católica y protestante) conllevará el fin de la convivencia familiar.
En resumen, la organización internacional del comercio estaría estructurada por los siguientes tres elementos: familia, cercanía y religión.

En primer lugar, el comercio son compañías reglamentadas, junto a otro tipo de organización más personal. En las primeras destacan las Compañías de Indias (Inglaterra y Holanda), que estaban regidas por acciones, mediante las cuales se buscaba el beneficio. Además, eran compañías con un gran poder político, como era la VOC (Compañía Holandesa de las Indias Orientales), se trataría pues de la cúspide comercial, con poder para declarar la guerra e incluso daría a un tipo de colonización manteniendo el monopolio comercial.

El otro tipo de organización personal, se basaba en una red familiar repartida por diferentes plazas, los cuales a la vez podrían contratar a diversos agentes, se trata de SELF-ORGANIZED NETWORKS, es decir, redes autoorganizadas, lo que les daba cierta autonomía, y por lo tanto estará poco jerarquizada. Hablamos de redes extensas, pero en la que todos se conocían, y donde la reputación, la honra y la imagen jugarán un papel esencial.

Respecto a las áreas comerciales, podríamos dividirlas en tres: Báltica, Atlántica y Mediterránea.
La primera de ellas, la zona báltica tendrá una notable importancia comercial y económica. Destacarán productos como el cereal polaco, el cobre sueco, los salazones… así como la importancia que tenía el vino del mediterráneo que era llevado a estos territorios desde la península Ibérica por ejemplo. Cuando Suecia se haga con el control del paso del Sund, impondrá pagos aduaneros, obteniendo ventajas comerciales por medio de tratados comerciales con los diferentes países europeos en el siglo XVII. No obstante, los holandeses irán sustituyendo a la Liga Hanseática en las plazas del mar Báltico, ya que se harán con el control del grano polaco, por lo que mientras la población europea demande cereales, los holandeses se enriquecerán, y al descender la demanda europea, quienes sigan manteniéndose unidos a ese transporte, se vendrán abajo, y será el momento de buscar nuevos mercados, nuevos productos, etc. Será el momento de Inglaterra.
Había dos rutas comerciales básicas, la primera de ellas procedente de Alemania dando paso al Báltico, y otra, que se trataría de una ruta marítima.

En el océano Atlántico podemos encontrar el comercio transoceánico o el de cabotaje. El comercio transoceánico se basaba en un sistema de flotas con la que la Casa de Contratación, creada en 1503 en la ciudad de Sevilla. Se trataba del organismo estatal encargado del comercio, trato y contrato con las nuevas tierras descubiertas (además de América incluía Canarias y Berbería). Para su actividad de control de la llamada Carrera de Indias , se debía buscar los barcos adecuados, los pilotos más expertos y las tripulaciones idóneas. Por eso se vinculó a ella el cargo de Piloto Mayor, un funcionario encargado de examinar a los nuevos pilotos para dar fe de su profesionalidad. En definitiva, la Casa de Contratación se convirtió en la gran institución del Estado que fiscalizaba el comercio con América.

Por medio de la cédula del 10 de julio de 1561, se creaba un sistema anual en el que dos armadas irían a México y Perú. Las dos flotas serían conocidas como la Armada de la Nueva España y los Galeones, esta última destinada a Tierra Firme. Salían de Sevilla en abril y agosto, y tras llegar a Canarias, se introducían en el Océano para llegar a la isla de Dominica o a Guadalupe, que a su vez iban a Veracruz o a Cartagena y Portobelo. Respecto al Galeón Manila, se trataba de uno o varios galeones, que iban desde Filipinas llegando a Japón , cogiendo la corriente de Kuro Shivo y arribaba a América por el cabo Mendocino, desde donde baja hasta Acapulco.
En cuanto al Atlántico septentrional, será para Castilla la conexión con Flandes, Inglaterra y Francia, y a la vez, el medio para traer los productos del Báltico.

Por último, el comercio en el Mediterráneo se difundirá por el mar Egeo, Adriático… formando todo ello un espacio comercial vivo, que no decae, simplemente el océano Atlántico adquiere mayor importancia, no es que se deje de comercializar. Por él, circulaban las sedas italianas, el cereal siciliano… y tendrá una gran importancia como frontera natural para los cristianos occidentales y los musulmanes orientales, sin embargo, entre ambos surgirán un tráfico comercial importante, como podría ser el tráfico de cautivos, armas, telas… como por ejemplo podía ser Orán.
En el mar Mediterráneo podemos distinguir tres tipos de rutas marítimas:
* Transversales: rutas marítimas que se continúan en tierra: son las rutas de la seda y de las especias.
* Rutas de cabotaje: son las predominantes a la hora de navegar, suple las deficiencias de los transportes terrestres, como podría ser Barcelona- Marsella.
* Rutas de travesía: menos usuales, en las que se aprovechaba los vientos y corrientes marítimas, como podía ser el Levante español con Italia.

Dos naciones dominarán el comercio en el mediterráneo: franceses e italianos (venecianos y genoveses). Los venecianos destacarán por el comercio de especies, hasta la intromisión de holandeses. Los genoveses por su parte, se encontrarán al servicio de la Monarquía Hispánica como grandes prestamistas de la Corona. No obstante, el mayor problema del comercio en el Mediterráneo será la piratería berberisca.

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BIBLIOGRAFÍA:

ALVAR EZQUERRA, ALFREDO: La economía europea en el siglo XVI, Madrid, Ed. Sintesis, 1991.
ALONSO CASADO, HILARIO: El triunfo del mercurio: la presencia castellana en Europa: (siglos XV y XV), Burgos, Cajacírculo, 2003.
LUCENA SALMORAL, MANUEL: América Moderna (1492-1808).

Memoria de grupo. (19/1/2010)

En la memoria de esta semana el grupo ha decidido no realizar ninguna aportación de contenidos ni de lecturas, pues hemos estado finalizando la redacción del trabajo.
Sin embargo, en la reunión del grupo que tuvimos el pasado martes, estuvimos tratando la exposición del trabajo que tendrá lugar el próximo martes 26. De este modo, Pablo y Luca serán los encargados de realizar la exposición final, pues Sandra y Martín ya lo hicieron en su respectivo día. Pablo se encargará de exponer su parte correspondiente a la historiografía, junto a la parte de banqueros castellanos en la que ha estado trabajando Martín. Por su parte, Luca expondrá la parte de Sandra, explicándonos tanto lo referente a banqueros genoveses como a los alemanes.

Además, hemos estado contrastando cada uno de nuestros trabajos para presentarlo con las correctas indicaciones y de forma común. Por último, indicar la reunión que tendremos los miembros del grupo el lunes 25, tras la clase, para poner apunto la presentación del martes, así como la introducción y conclusión general que tendremos que publicar en el trabajo para ser entregado.

lunes, 18 de enero de 2010

Entrada de grupo (12-01-10)

Martín esta semana ha querido reflejar el gran dinamismo de las ferias de cambio castellanas que, pese a su gran actividad e importancia (especialmente a lo largo de gran parte todo el siglo XVI), no estuvieron exentas de dificultades, en parte por la propia coyuntura económica implícita de este periodo y que reflejaremos más profundamente en el trabajo:

En las ferias se comerciaba con todo: armamento, herramientas… y todo ello haría fluyese en Europa el dinero y las letras de cambio. Moviéndose entre feria y feria las letras de cambio, préstamos y créditos. A medida que se producen retrasos en los pagos, las ferias irán decayendo. Hasta los años 1560 todas las ferias funcionaron con cierta regularidad, sólo las de mayo de Medina del Campo sufrieron retrasos en 1543 y 1544, sin embargo, los aplazamientos se repitieron en 1562, 1563 y 1567, los pagos de Villalón y Rioseco dejaron de celebrase, y las de Medina del Campo irán decayendo también, conforme los genoveses vayan a tratar sus diversos asuntos a Madrid.

En el sector del comercio mayorista era normal la compra de artículos que no se encontraban allí, por cuestiones como no haber recogido la cosecha, artículos cuya elaboración era posterior, etc.
Para todo ello se concertaba allí los servicios que habían de prestarse a término, o pago, al contado o a plazos…
Sin embargo, la conexión de dependencia entre las ferias y el mercado de ultramar, pues en ausencia de las remesas de oro y plata, los pagos eran retrasados. Otro problema eran las reales pragmáticas de las cortes de 1548, pretendiendo acabar con los giros de letras sobre ferias.
Hasta 1594 las ferias de Medina del Campo funcionaron bastante bien, aunque se dice que desde 1575 habrían perdido importancia, no obstante las reformas de 1578 y 1583 habrían conseguido restablecer su importancia. No obstante, los retrasos producidos en la última década del siglo, el traslado de la corte a Valladolid en 1600, y por último, el definitivo establecimiento de la capital política en Madrid en 1606, terminó con ellas.

Luca ha seguido leyendo el texto "La Genova di andre doria" de Arturo Pacini, donde encontramos, además de la historia familiar y económica de Andrea Doria y de sus relaciones con Carlos V, el “iter” económico y financiero de otras familias, como los Grimaldi, cuyo personaje más importante fue Ansaldo.

Ansaldo mantuvo buenas relaciones económicas con España actuando como asentista, financiero y mercader antes de la época de Andrea. Sus relaciones económicas se desarrollaron gracias a sus redes de amistad y a sus amplias posibilidades: por ejemplo, en caso de que la corona no pudiese devolver el dinero a los numerosos prestamistas genoveses, Grimaldi era siempre el primero en recibir lo que era suyo (no sólo el dinero, sino también los intereses acordados con la Cortes hispánica), lo que muestra la familiaridad que Ansaldo mantenía con la Corte española, dándole la posibilidad de pasar a ser el mayor prestamista y mercader genovés de su época.

En esta obra, Luca ha distinguido varias razones que obligaron a la corona española a pedir préstamos a la república ligur, como por ejemplo la necesidad de la defensa de Milán o la guerra contra los protestantes alemanes.

Pacini, en su obra, refleja que una de las maneras de pago de este interés a Génova, fue el uso del trigo, es decir: los españoles transportaban trigo siciliano, más barato, hacia Liguria, para allí venderlo a los genoveses a un precio más asequible. Por su parte, los genoveses reducían o, en algunos casos, cancelaban la deuda con la Corona.

Además de la importancia fiscal y económica, Génova también tuvo cierta importancia desde el punto de vista de las comunicaciones pues era el centro de la red postal y de las comunicaciones entre España, los dominios mediterráneos y el resto de ciudades italianas.

De esta forma, se explica la notable importancia genovesa para la corte española, no solo desde un punto económico, fiscal y de mercado, sino también por su importancia geoestratégica.


Por su parte, Sandra ha consultado dos obras que desarrollan los dos reinados del XVI con el fin de completar la información que llevaba recogida con respecto a los banqueros alemanes. Las obras son “La monarquía de Felipe II” coordinada por Felipe Ruiz Martín, y que incluye un capítulo dedicado a la hacienda del monarca (por Miguel Ángel Ladero Quesada) y la obra de John Lynch publicada por el País: “Monarquía e Imperio: el reinado de Carlos V”.
El objetivo era encontrar información suplementaria, sobre todo con respecto al reinado de Felipe II, pues la temática de los banqueros alemanes está fuertemente desarrollada en el reinado de Carlos V, pero no de igual manera en el de su sucesor. El capítulo de Ladero Quesada no aportó a Sandra información demasiado útil pues, no hay que olvidar que esta obra está centrada esencialmente en temas hacendísticos y no financieros o crediticos. Sin embargo, el libro de Lynch, ha aportado a Sandra interesantes datos acerca de los préstamos bancarios y la deuda en el reinado de Carlos y su hijo. Aquí las exponemos:

La obra de Lynch me ha aportado, sin embargo, información interesante de los préstamos bancarios y la deuda en el reinado de Carlos y en el de Felipe. Resumen de las ideas principales:
Todo el esfuerzo tributario apenas podía saldar la deuda del emperador con los banqueros extranjeros. Esta deuda fue aumentando casi exponencialmente a lo largo de todo el reinado, de modo que en el primer decenio los asientos firmados por los banqueros suponían una media anual de 413.773 ducados (y casi un 19% de los créditos de todo el reinado) y a finales de 1540 estos ya suponían 933.068 ducados (un 28,24% total de los préstamos). En los últimos años, siguiendo la tendencia alcista, la deuda alcanzó casi 2 millones de ducados (un 33,42% del total). Carlos recurrió a todos los medios posibles para conseguir dinero: los servicios de Cortes, los secuestros de las remesas indianas de particulares. Cuando no podía devolver los préstamos con dinero lo hacía con deuda pública, (los famosos juros).

En 1522 los juros consumieron el 36,6% de los recursos de la Hacienda, en 1528 alcanzaron el 52%, en 1543 el 65% y en 1556 el 68%. En 1557, ya con Felipe II en el trono, se produce la primera bancarrota de la Hacienda Real.

Para hacer frente al problema francés en 1552, Carlos recurrió a un empréstito de más de 4 millones de ducados. Carlos se negaba a decretar la suspensión total de pagos y también a firmar la paz. A ello se vería obligado su hijo tras coger las riendas del gobierno: suspensión de pagos en 1557 y paz con Francia en 1559.

Las deudas eran cada vez mayores, heredando el rey Prudente de su padre una deuda de al menos 20 millones de ducados. Llegó el momento en que los banqueros se negaron a adelantar más dinero y Felipe II se vio en la necesidad de declarar las suspensiones de pagos de 1557 y 1575. Se entablaron negociaciones entre el monarca y sus acreedores para negociar la deuda y cancelar una parte de ella. Los banqueros aumentaron la tasa de interés y una vez más la monarquía empezó a solicitar préstamos.

Cuando Felipe II regresó a España en 1559, su mayor preocupación durante los diez años siguientes fue poner en orden las finanzas. Recibía consejos de todas partes pero en última instancia siempre le recomendaban que recurriera a los Fugger o los genoveses.
Los banqueros adelantaban el dinero y, de esa forma, movilizaban los ingresos del gobierno antes de que fueran recaudados. Para ello era necesario muchas veces confiarles la recaudación de los impuestos o el derecho de administrar las hipotecas de estos. A los Fugger se les concedió la administración de las minas de mercurio de Almadén y de las minas de plata de Guadalcanal en el sur de España, así como los maestrazgos. Para ejercer ese control, los Fugger introdujeron sus propios agentes alemanes.

Entre 1586-88 cuando los planes para la invasión de Inglaterra desde los Países Bajos se hallaban en una fase crucial, hubo una serie de ingentes asientos, muchos de los cuales eran superiores al millón de ducados y uno de ellos de dos millones y medio. Los servicios de los banqueros a la corona les reportaban importantes ventajas: beneficios de un tipo de cambio favorable, intereses de la deuda, ya que casi siempre se retrasaban los pagos, y las licencias para exportar dinero en efectivo que luego podían revender con buenos dividendos.

Los asientos eran las operaciones financieras más importantes realizadas en Europa en el periodo 1580-1596 (enorme incremento de la producción de plata americana a partir de 1580). Bajo el impacto de la guerra y la presión de la política exterior española, el comercio declinó y las finanzas prosperaron. Aunque era una prosperidad artificial pues se basaba en una economía decadente. Desembocó en una nueva suspensión de pagos en 1596 (reconversión de la deuda a títulos de crédito a largo plazo sobre futuros ingresos).
Por mi parte, esta semana completé las referencias hacia los estudios más clásicos de la historia fiscal y financiera, que aquí adjuntaré:
Como señala Alonso García, la historiografía fiscal cuenta con una serie de obras que han sido consideradas en estos últimos cuarenta años como “clásicos”. De ellos, vamos a destacar, primeramente, la famosa (y voluminosa) obra de R. Carande, la de Domínguez Ortiz, M. Ulloa y la de Ruíz Martín, así como los estudios de Ladero Quesada. Estas obras aportaron sugerencias clave con respecto a esos períodos y profundizaron en los planteamientos no sólo institucionales, sino también crediticios, como base de un esquema centrado en una monarquía que gastaba más de lo que ingresaba.

Ramón Carande enfatizó en su conocida obra (de trascendencia internacional) sobre los banqueros de Carlos V, la labor centralizadora de la expansión tributaria en Castilla. Su preocupación por el estudio de las instituciones fiscales estaba acompañada de su propia concepción del papel jugado por la fiscalidad y también de la deuda. Así, tales instituciones –vistas como elementos de centralización– surgirían como respuesta a una voluntad política que necesitaba ingresos, la política regia.

Por su parte, Antonio Domínguez Ortiz, revisando una fase posterior del proceso estudiado por Carande, interpretó que el rey poseía un gran margen de maniobra en el uso del sistema fiscal. Así, la cuestión de las reformas en Castilla del período de Olivares quedan expresadas en términos de una completa “reorganización del sistema fiscal”, a diferencia de lo que aconteció en los demás territorios de la Monarquía Hispánica. Además, aborda la problemática hacendística de aquel periodo, dedicando una parte del trabajo a los asentistas y banqueros que negociaron con la Corona durante aquellos años.

Los estudios del profesor Ladero Quesada, iniciados en 1965 y publicados finalmente en 1972, fueron recogidos en su famosa obra, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV. En ella ofrecía una perspectiva orientada a la relación Hacienda-Política planteando la idea de un sistema fiscal asentado sobre un sustrato económico variable en función ciertos momentos, pero valiéndose del arrendamiento de impuestos, que amortiguaban o deformaban las repercusiones de cada coyuntura económica sobre la Hacienda.

En su caso, Modesto Ulloa, en su más famosa obra sobre la Hacienda de Felipe II, se introdujo en los graves problemas hacendísticos del rey Prudente, mientras que Ruíz Martín, también abordando el reinado de Felipe II, trazó una panorámica general de los grandes protagonistas financieros en lo que él llamó “el siglo de los Genoveses”, ocupándose del “pequeño” y “gran capitalismo” que, estoy seguro, abordará mi compañero Luca en su exposición. Quizá también cabría destacar, por clásicos, los estudios de S. Moxó sobre la alcabala, sus orígenes, concepto y naturaleza, donde Moxó no sólo abarca estos conceptos, sino también las alcabalas privadas y los procesos de movimientos incorporacionistas de la Corona.

domingo, 17 de enero de 2010

La agricultura en la Edad Moderna

LA AGRICULTURA EN HOLANDA E INGLATERRA

Los Países Bajos
Si algo caracteriza a la agricultura holandesa en la Edad Moderna es su carácter científico: polders, desecación de tierras ganadas al mar, molinos y toda una serie de avances científico-técnicos determinaban la existencia de una agricultura más avanzada que en el resto del continente.

Un elemento clave a la hora de poder explicar el gran desarrollo agrícola neerlandés viene determinado por el elevado nivel de compra de la sociedad existente en los Países Bajos, superior al de otras partes de Europa. Además, el gran rendimiento de estos cultivos (1/11 frente al 1/6 -1/7 en el mejor de los casos- en el resto del continente), rentabilizaba el alto coste de estas técnicas.

No hay que olvidar, por otro lado, la gran tendencia –mayor que en otras zonas- al uso de estiércol, lo que suponía, a su vez, la necesidad de un gran número de cabezas de ganado estante.
Por otro lado, la agricultura holandesa no dependía tanto del cereal como podía hacerlo el resto de países europeos y, si hacia 1550 un 66% del cultivo total estaba dedicado al cereal, esta proporción irá disminuyendo progresivamente, dedicándose más a los procesos intermediarios que a la propia producción, lo que producía pingües beneficios, pasando a ser, estas provincias, en el eslabón central de la cadena del trigo entre Europa del Este y la Europa Mediterránea. Con ello, los mercaderes holandeses no solamente obtenían beneficios directos, sino también podían cubrir sobradamente la satisfacción básica de cereal en su territorio, viéndose libres de la necesidad de tener que cultivarlo en sus reducidas, preciadas y, sobre todo, ricas tierras.

No hay que olvidar tampoco una serie de factores cruciales: en primer lugar, las instituciones del país (los Estados generales, provinciales), eran mucho más representativos (en el sentido acomodado de la palabra) y tenían mucha más representatividad, que en el resto de países. Además, la mayor parte de la tierra pertenecía a los propios campesinos, que la cultivaban o explotaban mediante arrendatarios que, según criterios capitalistas, satisfacían una renta en metálico. Consecuentemente, había pocas tierras comunales que limitasen los cultivos o impidiesen la cría de ganado.

En los Países Bajos existía, además, una nobleza terrateniente bastante reducida y virtualmente, no había tierras de propiedad eclesiástica tras la derrota española. El poder político residía en gran parte de la burguesía urbana y toda la tierra estaba registrada y era hipotecable. Gracias a ello, la actividad urbana se veía relativamente libre de restricciones gremiales.

Otros factores a tener en cuenta fueron geográficos. No hay que olvidar que los Países Bajos dominaban ríos importantes que permitían acceder a mercados situados en el corazón de Europa. Además, la creación de puertos oceánicos, y el transporte fluvial fueron aprovechados en su máximo exponente.[1]

Inglaterra

El mundo inglés supuso una nueva excepción pues, en la isla, tuvieron lugar una serie de procesos de diversificación agrícola y de nuevos sistemas de propiedad, no conocidos en el resto de países europeos (dejando a un lado, lógicamente, el caso holandés).

Si en la Edad Media la mayor parte de las tierras cultivables inglesas eran de propiedad comunal, progresivamente comenzarán a ser cercadas (los famosos enclousures). Estos cercamientos están en el origen de la revolución agrícola. G. Parker señala que, independientemente de las causas y de los altos costos sociales y económicos del proceso de cercamiento, los resultados fueron francamente notorios: la producción de cereales se incrementó en Inglaterra y Gales en un 40% en el siglo XVIII.[2]

Desde la historiografía de los años 40 y 60 se marcaba una línea muy definida; un proceso in crescendo, sinónimo de una mejora de la productividad. Sin embargo, estudios recientes demuestran que durante el siglo XVI y XVII:

1) Los costes y beneficios de los cercamientos fueron muy limitados.
2) El recurso a los cercamientos no es del todo lineal: a fines de la Edad Media se favorece, pero durante el siglo XVI sufre un parón.
3) Se ha llegado a la conclusión de que la productividad en los cultivos que no se cercaban era igual de buena que con el cercamiento.[3]
4) El fenómeno de los cercamientos no se generalizó en toda la isla, sino que estuvo muy regionalizado.
5) los cercamientos ya no se ven como un cataclismo destructor de una sociedad campesina igualitaria, sino que, al parecer, reforzaron los procesos de relaciones sociales que, en su origen, venían de la Edad Media.

“Por qué Inglaterra y no Holanda”

Para la respuesta de esta obligada pregunta, si nos preguntamos por el explosivo desarrollo inglés y progresivo estancamiento holandés, vamos a recurrir a la tesis de M. Dobb.

Dobb señala el fracaso industrial holandés en el comercio exterior y el negocio de préstamos al extranjero. Pese al precoz florecimiento del capitalismo en Holanda, la inversión industrial holandesa en siglos posteriores pasaría a estar estancada y, en el siglo XVIII, Holanda sería completamente avasallada por Inglaterra en cuanto al progreso de producción capitalista. Las fortunas que podían obtenerse negociando con títulos extranjeros, parecen haber restado a la industria capital y esfuerzos. Debentures ingleses pasaron a ser el principal objeto de especulación en la Bolsa de Ámsterdam, desalojando de esta posición hasta a los debentures de las Indias Orientales Holandesas. Mercaderes importadores y exportadores, cuyos intereses estaban en mantener abiertas las puertas a productos extranjeros, tuvieron fuerza bastante para rechazar la política de tarifas protectoras que la industria estaba reclamando (que no tuvieron lugar hasta 1816, tras el gran declive del comercio holandés); mientras, la escasez de mano de obra se expresaba en su costo relativamente elevado, que obraba como valla para la inversión en la industria. Al mismo tiempo, la industria holandesa de lienzos se veía seriamente estorbada por la merma de su comercio de exportación frente a la competencia inglesa subsidiada (la producción de la industria de blanqueo de Haarlem decayó a menos de la mitad entre el comienzo y el final del siglo XVIII y el número de sus fábricas de blanqueo descendió de veinte a ocho.[4]

Además, y como añadía C. H. Wilson, los préstamos de la Holanda del siglo XVIII, lejos de estimular su desarrollo industrial, los obstruyeron y retardaron, tanto directa como indirectamente. La actitud de los mercaderes y sus aliados, los banqueros, interfirió el libre flujo de capital interno, impidiendo el desarrollo de la industria por este capital comercial. [5]

[1] Consultado en VV.AA., Prácticas de historia económica mundial y de España, pp. 38-40.
[2] G. PARKER, Una introducción a las fuentes de la historia económica europea, 1500 – 1800, p. 147.
[3] Esto, por tanto, se contradice, en parte, con lo expresado anteriormente por Parker, pero no olvidemos que el estudio de Parker no se corresponde con estas nuevas corrientes (es de 1985).
[4] M. Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, pp. 234-235.
[5] Citado en M. Dobb, Estudios… p. 235.

martes, 22 de diciembre de 2009

¿"Crisis" del siglo XVII?

El lunes estuvimos tratando en clase el interesante tema de la crisis del siglo XVII. Por ello, y antes de colgar lo tratado acerca del tema de la agricultura, he estado echando un vistazo en algunos manuales generales lo referido a este tema, pudiendo ver cómo las visiones son algo variadas (¿quizá contradictorias en algunos casos?), por lo que creo que merece la pena reflejarlo.
“Vuestra Majestad […] ha tratado muchas veces de remediar el daño de la despoblación y de la pobreza de estos reinos, la cual se va sintiendo cada día más. Y aunque se han intentado algunos medios, no se ha visto fruto ni se verá mientras no se supiere con fundamento de dónde procede el daño general y particular para aplicarle el remedio.”[1]

Como señala Sanz Ayán algunos autores presentaban ante el rey sus juicios desde su particular óptica local, si bien al ser leídos por generaciones posteriores impregnaron de una negatividad prácticamente generalizada el concepto que hoy tenemos sobre la economía española de este periodo.

Carmen Sanz Ayán forma parte del grupo de autores que no generalizan, a priori, la decadencia económica del siglo XVII en los territorios de la Monarquía hispánica. De hecho, y atendiéndonos exclusivamente al marco peninsular, hay una variable geográfica y sectorial (como vimos el lunes en clase). Sin embargo, la tradición decimonónica, que recogió las impresiones de los arbitristas, así como los estudios de E. Hobsbawn,[2]estableció algunos juicios apriorísticos algo rígidos.
En la actualidad, tanto en los estudios relativos a los distintos estados europeos como en los relativos a España, el análisis de la crisis del siglo XVII procura abordar los procesos experimentados en aquellas economías desde una perspectiva no de crisis ni recesión, sino de transformación, ajuste e, incluso, especialización.

Como sigue indicando Sanz Ayán, esta nueva orientación ha modificado razonablemente el concepto sobre la decadencia del siglo XVII, lo que ha servido para destacar la importancia de esta centuria a la hora de desentrañar las bases del crecimiento económico experimentado en tiempos posteriores.[3]

Sin embargo, quizá no haya que hablar solamente de un proceso de cambio o reajuste pues, por ejemplo, Pegerto Saavedra sí que habla de una verdadera crisis (si bien es cierto que también habla de cambios) en la España rural interior: “Sobre la caída de la producción y de la población en la España interior no caben mayores dudas” “A los datos cuantitativos, cuya contundencia desbarata cualquier intento de minimizar la crisis, se añaden los abundantísimos testimonios cualitativos, que van desde las intervenciones en las cortes de Castilla a textos de los arbitristas denunciando el abandono de los campos y la ruina de los campos.” Aunque admite que “hubo, sin duda, reajustes”, “como el caso de los cereales secundarios, en concreto el centeno, que notaron incluso un crecimiento. […] Además, al quedar menos cultivadores, y con más tierras y más ganado estante, pudieron sembrar aquellas plantas más rentables en términos relativos.” Pero recuerda que “Con todo, ciertos procesos de especialización o de reajustes en los tipos de cultivos, como los mencionados, no pueden hacer olvidar que en la mayor parte de España interior la producción global cayó hasta la mitad del XVII en cerca de la mitad por comparación a los mejores años del XVI."[4]

En cambio, Zofío Llorente no aplica estas consideraciones tan pesimistas a la industria, hablando más en términos de “agotamiento”, aunque sí que deja entrever una clara desactivación. En todo caso, lo que sí es cierto es que Zofío generaliza en gran parte esta "crisis", pese a que en algunas zonas, como Barcelona o Xaragoza, no se acusó tanto como en la Corona de Castilla, relacionándola estrechamente, eso sí, como el aumento de la fiscalidad,[5]
Lo que sí es cierto, al parecer, es que si hablamos de crisis, no se puede generalizar ésta en la Península a la ligera, pues los casos concretos abundan y, si bien, algunas regiones o ciudades más pobladas la notaron más, algunas zonas rurales aisladas apenas debieron sentirla. De hecho, es evidente que en el tercer cuarto del siglo la recuperación fue ya notable, aunque de una forma menor a la del resto de Europa.

[1] Citado en SANZ AYÁN, C.: "La decadencia económica del siglo XVII". En FLORISTÁN, A. (Coord.): Historia Moderna de España. Ariel. Barcelona, 2005. p. 391.
[2] Que pese a cuestionar el concepto de crisis general para la Europa del XVII, sí señalaba el modelo Mediterráneo, especialmente los territorios peninsulares, como el ejemplo típico d las recesiones sufridas en la época.
[3] Ibídem.
[4] SAAVEDRA, P.: “El mundo rural en los siglos XVI y XVII”. En ALVAR EZQUERRA, A. (Dir.): La economía en la España moderna. Istmo. Madrid, 2006. pp. 56 – 63.
[5] ZOFÍO LLORENTE, J.C.: “La industria en España durante los siglos XVI y XVII”. En ALVAR EZQUERRA, A. (Dir.): Ibídem. pp. 291-369.; "Los fundamentos económicos del Imperio español". En FLORISTÁN, A.: Historia...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Memoria de grupo

La semana pasada Sandra ha sido la observadora del grupo.

Martin ha leido La economía europea en el siglo XVI, de Alfredo Alvar Ezquerra. Por su parte, ha sacado estas informaciones sobre su propia tematica de trabajo:
la banca privada en Castilla se verá atraida por las riquezas de América y el permanente déficit público de la Hacienda Real desde tiempos de Carlos V, pues acudirán numerosas veces a la Monarquía para hacerle préstamos.
El dinero ahorrado o invertido en deuda pública quedan fuera de la circulación sin que vaya a repercutir en la industria nacional. Sólo la tierra se verá, sobre todo en Castilla, como un valor económico seguro; por otro lado, se constata que es más rentable la compra de juros que la inversión productiva. El país queda poblado de rentistas.
A partir de 1551, esta acumulación de dinero se verá circular mediante la compra de aquellos productos de los que era deficitaria Europa: lanas, alimentos… de este modo los productos exportados de la Corona aumentarán de precio, y las ferias se verán en auge y favorecidas por dicha acción.
Sin embargo, a partir de 1566, Flandes necesita oro y plata, y se multiplican las licencias de saca en detrimento de los bancos públicos y del interés por los bienes de consumo: ya se puede exportar moneda, no hace falta trocarla en mercancías. Con la concesión de licencias de saca de metal precioso, y la contracción del mercado interior, el capitalismo castellano se anquilosa momentáneamente, pues no es capaz de moverse por sí solo, exceptuando el caso de Simón Ruiz.
En la Corte, poco antes de 1575 se pensaba que el capitalismo castellano tendría tanta fuerza como para asumir las riendas de los préstamos al rey, pudiendo desplazar así a los genoveses, no obstante, esto era un tremendo error.

Pablo, por otro lado, ha leido estos tres libros: Poder y finanzas en Castilla en el tránsito a la modernidad (un apunte historiográfico) de D. Alonso Garcia y de B. HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ estos dos La receptoría de la Bailía general de Cataluña durante el siglo XVII y Finanzas y hacienda en los territorios de la monarquía hispánica. Revista de una decada historiográfica, 1988 - 1998.

En España, durante estos últimos años, y al igual que ha ido ocurriendo en el resto de Europa, se ha ido vigorizando una historia económica y social de especial interés por las estructuras fiscales y crediticias, y sus inherentes repercusiones. Es evidente la importancia de la Península Ibérica dentro de la Monarquía Hispánica, aspecto que ha supuesto su prevalencia y, en general, la castellana en los estudios referidos especialmente a las sucesivas crisis de la Monarquía católica que comenzaron a manifestarse a finales del siglo XVI. En este sentido, también se ha puesto de manifiesto la precocidad del sistema fiscal hispánico que se articularía a partir de la disposición favorable de una serie de factores, tales como las posibilidades de movilización de recursos económicos y monetarios, la gestión burocrática y el acceso al mercado de capitales privados internacional.

- COMERCIANTES, MERCADERES Y HOMBRES DE NEGOCIOS

Es bien sabido por todos que si la Monarquía Hispánica pudo hacer frente a su política exterior y, en mucha menor medida, a la interior, pese a la grave falta de recursos durante todo el siglo XVI, fue por la situación económica favorable del momento que generó una cierta “confianza” en un rico y escaso grupo de mercaderes: Lo que Ruíz Martín denominó “pequeño capitalismo nacional”. Poco a poco durante la década de los noventa se fueron completando estudios de estas compañías mercantiles que participaron en algunas ocasiones en la financiación de la Monarquía. En este sentido destacan por ejemplo las obras dedicadas a los negocios de Simón Ruíz a mediados del siglo XVI, como la de Ricardo Rodríguez o la propia de Ruíz Martín. En este sentido también hay que destacar la obra de Carlos Álvarez Nogal sobre los genoveses en el siglo XVII, que acapararán el poder financiero y comercial en más de una de las monarquías de la época. Ciertamente, en los últimos años se ha reafirmado las bases no especulativas de la mayoría de las fortunas de estos individuos en contraposición con la portuguesa, pese a que acabarán reorientando su posición desde el ámbito especulativo a las actividades comerciales e industriales.
En los últimos años se han realizado numerosos estudios regionales en Sevilla, Aragón, Cataluña o Nápoles en su conexión Peninsular. De esta forma, si una red mercantil fuerte favoreció el desarrollo de sistemas crediticios eficientes, la realización de estos estudios regionales, serán la base de posteriores estudios más sistematizados.
De gran influencia en las finanzas de Felipe III y Felipe IV, tampoco es de extrañar que hayan surgido numerosas obras alrededor de los grupos de judíos portugueses.

- LOS MECANISMOS DE FINANCIACIÓN Y CRÉDITO

El análisis de los mecanismos e instituciones de creación y formalización del crédito es uno de los aspectos de la historia financiera que más se ha beneficiado de sólidos estudios. Dos trabajos interesantes sobre el movimiento efectivo de la deuda castellana y los sistemas de crédito son los de Pilar Toboso: deuda pública castellana durante el antiguo régimen y su liquidación en el siglo XIX, dedicado muy especialmente al tema de los juros y el trabajo de Bartolomé Benassar dedicado a los censos e inversiones en la España de los siglos XVI y XVII. Y muy interesante es el estudio del crédito público durante el reinado de Felipe II hecho por James Conklin, pues lo realiza partiendo de teorías económicas contemporánea. Ya en lo relativo a los estudios americanos, es destacable la obra de Antonio M. Bernal relativa a la financiación de la carrera de indias.

Luca, por su parte, ha leido de Arturo Pacini La Genova di Andrea Doria nell’impero di Carlo V.
En esto texto hay dos capitulos muy importantes para el trabajo sobre los genoveses, porque Pacini no solo da informaciones de caracter economico, fiscal y de mercado, sino tambien informaciones sociales y culturales sobre las relaciones entre unos mercaderos genoveses, cuyo ombre mas importante fue Andrea Doria, y Carlo V con su Corte. Para entender efectivamente las relaciones entre la Corte espanola y Genova con sus mercaderes, financieros y banqueros hay tambien que conocer como el rey se relacionaba a estos banqueros, sin olvidar que Andrea Doria, antes de trabajar con Carlo V, era en estrechas relaciones con los franceses. Se explica en el libro el papel de los genoveses, que no solo eran importantes como prestamistas de dinero a la Corte, tambien para transportar oro y plata desde la America del Sur hasta la Europa y tambien como mercaderes y hombres de feria.