domingo, 25 de octubre de 2009

Memoria de Grupo (20/10/09)

Durante la última reunión de grupo, volvimos a comparar las vías de investigación que cada uno había seguido durante la semana.

Luca se encargó de buscar información en Internet acerca de los banqueros genoveses. Encontró un artículo muy interesante titulado “Los genoveses en España en el tránsito del siglo XV al XVI” de David Igual Luis y Germán Navarro Espinach de la Universidad de Valencia.

Martín, como observador de la semana pasada no debía encargarse de buscar información; sin embargo, siguió ahondando en el capitulo dedicado a las finanzas del rey de Felipe Ruiz Martín (pertenece a “Felipe II, un monarca de su época. La monarquía hispánica”)

Por su parte Pablo estuvo buscando bibliografía más generalizada que nos pueda ser útil en el trabajo y encontró las siguientes obras:
- González Enciso, A., Vicente Algueró, F., Floristán Imizcoz, A. y Torres Sánchez, R. : “Historia Económica de la España Moderna” . Madrid, Actas, 1992
- González Enciso, A. y Mates Barco, J.M. (Coords): “Historia Económica de España”. Barcelona, 2006
- Bennassar, B., Fontana, J., Ladero Quesada, M.A., Ruiz Martín, F. : “Estado, Hacienda y Sociedad en la Historia de España”. Valladolid, 1989
- Kamen, H.: “Del Imperio a la decadencia: los mitos que forjaron la España moderna”. Madrid, 2006
- Le Flem, J.P.: “La frustración de un imperio (1476-1714). Madrid, 1982
- Sánchez, R. : “Historia económica de la España Moderna”. Madrid, 2006
- Vicens Vives, J. (Dir): “Historia social y económica de España moderna”. Barcelona, Vicens-Bolsillo, 1979 (Vols II y III)
- Ardit Lucas, M. : “El siglo de las luces: economía”. Madrid, 2007
- Belenguer Cebria, E. : “La Corona de Aragón en la Monarquía hispánica. Del apogeo del siglo XV a la crisis del siglo XVII”. Barcelona, 2001
- Carande, R.: “Carlos V y sus banqueros”. Barcelona, 1987 (2volumenes)
- Domínguez Ortiz, A.: “Política fiscal y cambio social en la España del siglo XVII”. Ariel. Barcelona, 2007
- GArcia Alonso, D.: “Una corte en construcción: Madrid en la Hacienda real de castilla (1517-1556)”. Madrid, 2005
- Riera Fortiana, E.: “Las claves de la hegemonía española (1556-1600)”. Madrid, 1991
- Thompson, I.A.A.: “Guerra y decadencia. Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620”. Barcelona, 1981

Por último, yo estuve centrándome en el artículo de Bernart Hernández que había encontrado la semana anterior. Estuve buscando bibliografía de los autores que se citaban en este artículo:

De Pilar Toboso se hacía referencia por sus estudios acerca de los juros castellanos. He encontrado al respecto: “La deuda pública castellana durante el Antiguo Régimen (Juros) y su liquidación en el siglo XIX”

En cuanto a Bartolomé Bennassar, ya conocíamos algunas de sus obras y yo encontré varias como referencia de consulta, una de ellas la había consultado mi compañero Pablo también; la de “Estado, Hacienda y Sociedad en la historia de España”, otra que nos puede ser útil como material de consulta es la titulada “Orígenes del atraso económico español”
Por otro lado se citaba a José Luis Pereira como estudioso de los censos de la época y a James Conklin como estudioso del crédito publico en la monarquía de Felipe II. De estos dos autores no he encontrado ninguna obra al alcance para consultar.

Por otro lado el articulo nombraba a Pedro Pérez Herrero por sus estudios sobre el crédito comercial y de él encontré una obra que, aunque se escapa de la temática de nuestro trabajo por centrarse en el siglo XVIII, tiene un capítulo introductorio sobre los mecanismos económicos que intentar consultar en las próximas semanas por si nos puede ofrecer información valiosa.
Por último había buscado obras de Felipe Ruiz Martín de las cuales destaco: “Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo XVI”, “Pequeño capitalismo y gran capitalismo. Simón Ruiz y sus negocios en Florencia”, “El banco de España, una historia económica”. De este autor encontré un libro en el que había participado al escribir el prefacio y me decidí a consultarlo por su título, ya que se enmarcaba en la temática de nuestro trabajo: “Los Fugger en España y Portugal hasta 1560” de Hermann Kellenbenz. Finalmente comprobé que es un libro demasiado concreto y complejo para el nivel de trabajo que llevamos, por lo que el profesor David Alonso nos recomendó, y esa fue nuestra conclusión de grupo tras la última reunión, que nos centremos en los manuales de historia económica más generales antes de pasar a aspectos tan concretos. De tal manera, ese será nuestro objetivo de cara a la siguiente semana.

El pensamiento económico bajomedieval y el cristianismo

Las teorías “económicas” de la Baja Edad Media son incomprensibles sin tener en cuenta el gran peso (y por tanto la influencia) que el cristianismo ejercía sobre ellas.
Cristianismo y pensamiento van unidos en este aspecto. Teniendo en cuenta que el cristianismo se levanta sobre dos pilares fundamentales, (Derecho Romano y tradición judía), es conveniente analizar brevemente ambas.

A partir del siglo XIII el Derecho Romano se empieza a utilizar como legitimación del poder de la monarquía, y la Iglesia, realiza una revisión del mismo.
Una de las características del derecho romano es el derecho a la propiedad privada lo que presupone cambios importantes en la concepción económica que se van a llevar a cabo; la propiedad privada empieza a ganar terreno a la propiedad comunal.
Si bien la Iglesia había cuestionado la propiedad privada; con las teorías de algunos pensadores como Santo Tomás de Aquino, el punto de vista sobre la posesión de bienes cambia y ello permite un mayor impulso a la actividad económica. Sto Tomás de Aquino defiende la propiedad privada pues el hombre ejerce mejor uso de los bienes propios que de los que le son ajenos. Como las personas cuidan mejor esos bienes propios, se convierten en más productivos y al mismo tiempo aseguran una sociedad “más pacífica y ordenada debido a que provee los máximos incentivos para un uso responsable de ella”.
Del pensamiento de Tomás de Aquino, tendremos ocasión de hablar en las siguientes clases de la asignatura.

Siguiendo con las características generales del pensamiento económico bajomedieval, y en cuanto al concepto de propiedad se refiere, hay que destacar que no es igual al concepto que tenemos hoy en día.
En la Baja Edad Media quedan distinguidos dos ámbitos: el del dominio útil y el del dominio jurisdiccional, los cuales pueden o no ir unidos. Esta distinción, desde el punto de vista económico, tiene gran importancia ya que separa los beneficios económicos (dominio útil) que normalmente y al menos, en un principio, se traducían en el simple aprovechamiento de la propiedad (cosecha si era una tierra, la utilización de un molino o explotación de un bosque…) y los beneficios legales (jurídicos, lo que implica capacidad de decisión sobre la propiedad).

Junto al derecho romano, el otro pilar en el que se apoya el cristianismo es la tradición judía. Es destacable, sobre todo en lo que se refiere a la usura, que llega al cristianismo de mano del judaísmo.
La crítica a la usura desde el judaísmo tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. La Iglesia cristiana rescató las prohibiciones del Antiguo Testamento acerca del préstamo con interés y las intensificó uniéndolas a las prohibiciones del Nuevo Testamento.
Su movimiento contra la usura tuvo especial importancia durante toda la Edad Media llegando a tal punto que el Papa Clemente V prohibió totalmente la usura y declaró nula toda la legislación secular en su favor.

La Iglesia buscaba la imagen ideal de Cristo pobre. Cualquier síntoma de riqueza era sospechoso. Esto contrasta irónicamente con la actitud que los miembros de las más altas jerarquías eclesiásticas llevaron a cabo en los siglos posteriores, en los que la acumulación de riquezas y patrimonio fue un hecho constatable.
Ya en la ley romana, se veía el interés como un método de extorsión. Con el paso del tiempo, las dudas sobre el interés del prestamista se agudizaron y el préstamo se empezó a vincular a los judíos, quienes eran los que mayoritariamente (pero no únicamente) se dedicaban a las actividades prestamistas.

El problema con el desempeño de esta actividad por parte de los judíos reside en una diferencia en cuanto a la interpretación de los textos sagrados acerca del préstamo. Los judíos se dedicaron desde la Antigüedad a las relaciones comerciales con otras civilizaciones lo que empezó a implicar las primeras actividades prestatarias que chocaban con lo establecido en la Biblia.
En la Edad Media los judíos aplican la negación de la usura a los “hermanos de fe” y no a los infieles, lo que les permite realizar este tipo de actividad con los cristianos. Sin embargo, para estos últimos, la interpretación de lo que la Biblia establece dista de la judía y por ello surge el rechazo a las prácticas prestatarias llevadas a cabo por los judíos. El odio a estas prácticas desemboca en el odio y un gran rechazo social a los propios judíos. [1]

En esos momentos finales del Medievo e inicios de la Modernidad, cuando el panorama económico va evolucionando a merced de las nuevas tendencias mercantilistas, y posteriormente “pre-capitalistas”; los debates sobre la usura, la validez o no del préstamo y la imagen ideal de pobreza, desembocaron en distintas opiniones acerca del pobre como elemento social: ¿debe la comunidad procurarle medios para vivir?¿qué ocurre con el pobre fingido, no verdadero…se le debe obligar a trabajar?

El pensador Miguel de Giginta, escribe una obra, “Tratado de remedio de pobres”, por el cual hacía un llamamiento social para la defensa del pobre denunciando la hipocresía social de los estamentos pudientes . Crea una institución, la Casa de la Misericordia, donde los acogidos recibirían lo que necesitaban para su sustento, y se recomendaba a la población que no diera ninguna limosna a los mendigos. Se les intentaba reintegrar a la actividad económica mediante el trabajo en talleres textiles.

Por otra parte, Cristóbal Pérez de Herrera escribe “El amparo de los legítimos pobres”. El autor comenta que al pobre sólo se le ofrecen dos alternativas: ser criado del rico o mendigar. Los marginados no eran los responsables de su situación, sino víctimas de la estructura socioeconómica. Su propuesta era crear una red de albergues con una organización central y sus correspondientes delegaciones provinciales y locales.

Desde estos momentos, y en adelante, la principal tarea del cristianismo consistirá en ir afrontando y aceptando una nueva realidad económica y con ello, justificar métodos que antes no se concebían en el seno cristiano

[1] Esta es el punto de vista que refleja Macarena Crespo Álvarez en “Judios, Préstamos y Usuras en la Castilla Medieval”.

sábado, 24 de octubre de 2009

CLIOMETRIA O HISTORIA CUANTITATIVA

Esta semana, en la línea de la historiografía económica, abordamos la corriente de pensamiento conocida como Cliometría.
Se trata de una corriente de tendencia norteamericana que se caracteriza por una radicalización de la matemática y la racionalización. Esto es, que pretende llevar la matemática, la estadística y la econometría al extremo para aplicarlas a los estudios científicos y de investigación histórica.
De tal manera, abundan en los estudios de esta corriente gráficos, fórmulas, datos estadísticos….Son herramientas que el historiador “convencional” usa como complemento de sus investigaciones (para enriquecer sus interpretaciones), pero que, en esta corriente, se vuelven indispensables, o mejor dicho, se convierten en la única herramienta de uso para el desarrollo de una teoría. Se trata de aplicar fórmulas y modelos matemáticos complejos a la historia económica.

Podríamos decir que reduce el análisis histórico al ámbito cuantitativo, dejando de lado el cualitativo. Se la ha llamado por este motivo “Historia cuantitativa”.
Para la cliometría, un trabajo en historia es más completo, científico y válido, cuanto más complejas sean sus fórmulas estadísticas.

Este tipo de sistema aplicado al conocimiento histórico necesita del uso de análisis contrafactuales: la historia es un saber que se reduce a fórmulas y modelos por lo que podríamos saber qué habría ocurrido en un determinado lugar y momento histórico si no se hubiera producido un determinado acontecimiento histórico. Estamos ante lo que se ha denominado Historia Contrafactual o “historia virtual” que intenta crear o reflexionar sobre la historia respondiendo a la pregunta “¿Qué hubiera pasado si…?” [1]

La cliometría, desde su perspectiva de estudio, se ha visto cómplice de la historia contrafactual usándola como herramienta de trabajo en sus planteamientos. El profesor David Alonso, nos exponía el ejemplo de Robert Fogel y sus estudios sobre el ferrocarril en Estados Unidos.[2]
Los cliómetras actuales tienden a abandonar, cada vez más, los estudios nacionales que les preocupaban en un principio centrados en los problemas que ocurrieron (o no ocurrieron) en un espacio geohistórico concreto; para abordar un tipo de estudio de historia económica comparada.
Esto nos refleja los cambios que la historia económica (en sus diferentes corrientes, incluida la cliometría) viene sufriendo en el último tercio de siglo.

La historia económica ha sido sometida a numerosas e intensas críticas. Se le acusa de ser un tipo de historia demasiado estructural, que olvida al hombre y está demasiado pendiente de números considerando al hombre como un mero ser económico y menospreciando el ámbito político y los valores culturales.

Si nos centramos en las críticas a la cliometría, la intensidad aumenta si cabe, al ser considerada un tipo de estudio histórico insuficiente: ¿Se puede conocer por completo historia económica atendiendo únicamente a fórmulas matemáticas?, ¿Cómo reflejan las fórmulas matemáticas el componente antropológico y sociológico de los hombres (que, por otro lado, a mi entender, son los protagonistas de la historia) y su influencia con mayor o menor determinación en los procesos económicos? Estas son, entre otras muchas, las cuestiones que yo me planteo y que se han ido planteando a la cliometría. Por otro lado, se abre el debate acerca de las técnicas contrafactuales que utiliza esta corriente. Son consideradas valiosas para algunos, anti-históricas para otros: ¿Qué validez tiene estudiar un hecho o proceso histórico que no ocurrió? ¿Serian útiles en la medida en que podrían alumbrar la importancia que tuvo tal hecho histórico? O ¿resultan inútiles al presentar alternativas a dicho hecho, que, aunque posibles, no resultan históricas puesto que finalmente no sucedieron, y por tanto se trata de meras suposiciones?[3]

A partir de estas críticas a la historia económica se ha ido forjando el concepto de Nueva Historia Económica, que últimamente en especial, se aplica mucho.
Esta nueva historia económica se centra en el estudio de las estructuras económicas atendiendo a los valores políticos (historia del poder) a la antropología. Por ejemplo, hoy se plantean cuestiones como el significado del crédito en los sistemas socioeconómicos del Antiguo Régimen.
Por ello hoy en día los estudios históricos gozan de alto nivel de interdisciplinariedad; lo que considero algo fundamental y por tanto muy positivo para la creación histórica. Al tener la historia un ámbito de estudio tan amplio, necesita complementarse con otras disciplinas para llegar al pleno conocimiento (o al menos, al máximo conocimiento posible sobre el pasado). Al mismo tiempo la combinación de una macrohistoria con una microhistoria, es la clave para llegar a ese pleno conocimiento.

Para terminar, y ya que concluimos con la cliometría el repaso a la historiografía económica, me gustaría hacer referencia a un documento que he encontrado en Internet sobre el tema. Se trata del capítulo introductorio de una obra de Isaías Covarrubias: “La Economía Medieval y la Emergencia del Capitalismo”. En esta página, se puede acceder a las distintas partes de la obra que nos pueden ayudar en la asignatura, así como en la elaboración de nuestros respectivos trabajos. Espero que os sea útil, os dejo el enlace: http://www.eumed.net/cursecon/libreria/2004/icm/2.htm






[1] Con respecto a la historia contrafactual, he encontrado un articulo, a mi juicio, muy interesante sobre la opinión de varios estudiosos a raíz de la publicación del libro: “Historia virtual de España (1870-1982)”.El enlace para consultar el articulo es: http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/9833/Historia_virtual_o_ciencia_ficcion

[2] Acerca del estudio de Robert Fogel y el resto de autores de la corriente cliométrica, es conveniente consultar el artículo de Jeffrey G. Williamson en el que se plantean las nuevas perspectivas de estudio de la cliometría y donde el autor cita los diferentes pensadores (y sus distintas generaciones) de la corriente. El enlace es el siguiente: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=277591

[3] El artículo de Salomón Kalmanovitz sobre la cliometría y la historia económica neo-institucional arroja luz sobre las criticas que se han planteado a esta corriente, y en especial analiza el rechazo que han tenido sus planteamientos en America Latina. Me ha parecido muy interesante por lo que dejo el enlace: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2187048

jueves, 22 de octubre de 2009

Juros, asientos, letras de cambio y censos.

Siguiendo los consejos de don David, he estado leyendo el manual de Alfredo Alvar Ezquerra, La economía europea en el siglo XVI de la Editorial Síntesis. Dicha obra es bastante útil para aclarar conceptos generales de la asignatura, y posteriormente proceder a la elaboración del trabajo. Por ello, creo que es bueno resumir aquí, lo que he podido sacar de un capitulo de dicha obra.

En la Edad Moderna, el préstamo de dinero se reservó a especialistas, produciéndose el tránsito de comerciantes y prestamistas a banqueros y cambiador.

Los juros, son definidos por Barth Porcel como un “contrato mixto celebrado entre el Rey y una persona individual o colectiva, que entregaba cierta cantidad en efectivo a su soberano, quien, como contraprestación, le concedía una pensión anual en especie o en metálico, reservándose el derecho de redimir esta obligación, devolviendo la cantidad entregada”. Generalmente, los juros se producen como premio a unos servicios prestados por parte de los vasallos, además, de por compensaciones por expropiaciones.
La duración del juro puede ser a perpetuidad, asignando al juro una cantidad fija por un periodo determinado o, asignando una cantidad variable según los beneficios que diera la renta sobre la que estuviera situado, y al poseedor de varios juros se le permitía escoger la renta; por otro lado, también podían ser redimibles, que finalizaban en cuanto el rey mandase su redención.
Eran transmisibles de padres a hijos, u otras personas, hasta que el rey no renovara la transmisión (juros de heredad), o con vigencia sólo de una vida, la del tomador del juro (juros de por vida).
Los juros nacen ante las necesidades económicas del Estado, buscando el ahorro privado, a través de la venta de estos juros.
Los asentistas genoveses se harán con el control de la mayoría de juros, ya que a los banqueros se les entregaban juros como garantía de las cantidades prestadas a corto plazo, sin que los pudieran vender hasta el momento de la devolución del préstamo. Si la devolución se demoraba, podían hacerlo hasta la cantidad adeudada (juros de caución); también se pueden sacar al mercado, en el momento que los recibe el banquero, pero al cobrar el asiento, debía devolverlos a la Corona (juros de resguardo).

El asiento es una operación financiera a gran escala entre el rey y un banquero o más. El monarca recibía una cantidad de dinero en algún lugar de sus territorios, y en un plazo breve de tiempo la devolvería donde fijara el contrato, con sus respectivos intereses, tanto en concepto de préstamo, como en carga por el cambio de moneda. En resumidas cuentas, otorga liquidez a la Corona en un momento preciso.
Otra forma de definir el asiento es como la igualdad de la suma del crédito, transferencia y cambio.
El interés anual legal era del 12%[1], sin embargo, muchos asientos sobrepasaban ese límite, por motivos como la urgencia con la que se necesita, el precio del dinero, las garantías de devolución…
A medida que los Fugger se van retirando, los genoveses entrarán en escena (1522-1627)[2], y a su vez, sustituidos por judíos y conversos portugueses.
Las letras de cambio son transferencias de fondos de un lugar a otro, funcionando como instrumento de crédito y, que llegan a Castilla por mediación de los italianos (s.XIII). En la letra de cambio intervenían el dador o donador, que era quien entregaba el dinero; el tomador, que lo recibía y, además, entregaba un documento (la letra) en el que se comprometía a devolver el dinero en un plazo (operación de crédito) en otra moneda (operación de cambio) y en otro lugar. El límite a estos intercambios de letras era el vencimiento de cada una de ellas.
El precio de las letras de cambio no era fijo y, sus oscilaciones dependían del valor intrínseco de las monedas, las especulaciones, la situación política…

Por último, los censos son instrumentos de crédito y especulación, con bastantes relaciones hipotecarias, por el que un receptor, comprador del censo o censualista presta una cantidad de dinero sin término fijo de amortización a un dador, vendedor o censatario, que a cambio, le pagará una renta fija e hipotecará bienes o inmuebles, como garantía del pago de los réditos y del principal.
El censo es el préstamo de interés más bajo, sin embargo, es también, el instrumento de crédito más usual.
Por la causa de la prestación, podían ser, enfitéutico si es la transmisión del dominio útil de una finca; reservativo si es la transmisión del dominio pleno de una finca con reserva de la pensión; y, consignativo si es la entrega de un capital, que se consigna sobre la finca propiedad del que recibe aquél y se queda gravada con el pago.
Por su naturaleza pueden ser fructuarios si el pago es en especie, o pecuniarios si es en dinero.
Y por su duración, temporales con plazo de duración, o perpetuos si no tienen plazo de duración.


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[1] En ocasiones hubo asientos que superaron el 100%. Los préstamos de alemas en 1553 estuvieron al 116%; los italianos en 1554 en el 107%; y los ducados flamencos de 1555 a un 262%

[2 ] Según Ruiz Martín, esto tendría lugar de 1522 a 1627, denominado como El siglo de los genoveses.

Impuestos y deuda pública en el periodo carolino

Una obra sin duda importante para nuestro trabajo es el clásico por excelencia de Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros. (Editado en Crítica, en 3 volúmenes). Sin embargo, una vez te propones enfrentarte a esta obra lo primero que dan ganas de hacer es cerrar cualquiera de sus tres tomos y echarse a llorar (hablo desde la experiencia), pues es, cuanto menos, contundente. Y más para nosotros, que no somos especialistas en la materia y que debemos comenzar nuestro trabajo prácticamente desde cero. Lo mismo ocurre con otro de los grandes clásicos acerca del tema de la deuda y los banqueros alemanes, de H. Kellenbenz: Los Fugger en España y Portugal hacia 1560 (editado por la Junta de Castilla y León). Por eso, nos resulta de vital importancia partir desde consideraciones generales de la deuda en la época, así como de la situación económica y de la Hacienda Real hispánica en aquellos entonces para, a partir de ahí, poder indagar poco a poco en el tema que nos corresponde. En este sentido, he querido destacar este pequeño extracto de una reciente obra de Historia de España editada por El País y que se vendía dominicalmente, que si bien puede que no destaque por ser un estudio que examine profunda e intensamente el reinado de Carlos V, está dirigida por John Lynch, uno de los hispanistas más reconocidos y que aquí nos ofrece una visión muy sintetizada pero, estoy seguro, realmente útil para el tema que nos atañe.

Carlos V necesitó dinero desde el inicio de su reinado y para conseguirlo acudió en un primer momento a los banqueros alemanes (los Fugger y los Welser) y más adelante a los genoveses. Para hacer frente a los créditos necesarios para sufragar su elección imperial y las distintas campañas militares, Carlos tuvo que recurrir a impuestos extraordinarios sobre sus territorios españoles; así entre 1517 y 1520 el monarca reunió dos veces las Cortes castellanas, así como las de la Corona de Aragón.

Pero la Corona no sólo se nutría de estos ingresos. Las rentas ordinarias procedían de impuestos extraparlamentarios e indirectos, como las famosas alcabalas, las tercias reales de los diezmos, el servicio y montazgo y toda una serie de regalías de distinto orden sobre salinas, minas, alumbre, moneda, etc. Estas rentas fueron incrementadas durante gran parte del reinado y en su mayoría estuvieron hipotecadas desde el principio para poder enjugar la deuda pública, que pasaría del 36% en 1528 al 68% en 1556. Esta tendencia se agravó todavía más en tiempos de Felipe II.

Las rentas extraordinarias, que se usaban para saldar la deuda contraída con los banqueros extranjeros, pasaron en Castilla de 140 millones de maravedís anuales en los primeros años del reinado, a 635 millones al final del periodo. A ello habría que añadir el quinto real sobre las remesas de Indias (el 20% del oro y la plata que llegaba a Sevilla), que a mediados del siglo ascendía a 300 millones de maravedís. Otra fuente de ingresos la constituían las rentas de las dehesas de los maestrazgos de las órdenes militares, unos 100 millones de maravedís, y el subsidio eclesiástico, con más de 50 millones. La suma de todos los ingresos ordinarios y extraordinarios aumentó considerablemente: pasó de 433 millones de maravedís anuales a 1.138 millones en los últimos años del reinado.

Pero no solo Castilla pagaba la Cuenta Real. Dado que los gastos del Emperador siempre fueron muy superiores a sus ingresos, este hubo de recurrir a los reinos de la Corona de Aragón, pese a que su peculiar sistema constitucional no le permitía recaudar tanto como en Castilla ya que atravesaba una fase de crisis económica. Aun así, los resultados no fueron decepcionantes para Carlos V. En las cortes de Monzón de 1533, por ejemplo, consiguió 343.037 ducados. En general, no obstante, Castilla fue el sustento de la Hacienda carolina.

En cualquier caso todo este esfuerzo tributario apenas podía saldar la deuda del emperador con los banqueros extranjeros. En 1542, por ejemplo, los ingresos de la Hacienda Real rondaban el millón de ducados anuales (375 millones de maravedís), mientras que el monto de los asientos (préstamos) y letras de cambio solicitados en el exterior ascendía a unos 40 millones de ducados. Esta deuda fue aumentando casi exponencialmente a lo largo de todo el reinado, de modo que en el primer decenio los asientos firmados por los banqueros suponían una media anual de 413.773 ducados (y casi un 19% de los créditos de todo el reinado) y a finales de 1540 estos ya suponían 933.068 ducados (un 28,24% total de los préstamos). En los últimos años, siguiendo la tendencia alcista, la deuda alcanzó casi 2 millones de ducados (un 33,42% del total). Carlos recurrió a todos los medios posibles para conseguir dinero: los servicios de Cortes, los secuestros de las remesas indianas de particulares (por primera vez en 1523, con frecuencia entre 1534 y 1538, de nuevo en 1545, y de forma habitual entre 1551 y 1555). Cuando no podía devolver los préstamos con dinero lo hacía con deuda pública, los famosos juros, que en tanto no se amortizaban, devengaban pingües intereses.

En 1522 los juros consumieron el 36,6% de los recursos de la Hacienda, en 1528 alcanzaron el 52%, en 1543 el 65% y en 1556 el 68%. En 1557, ya con Felipe II en el trono se produce la primera bancarrota de la Hacienda Real: no sería la única durante este reinado.[1]

[1] Extraído de Lynch, J.: El reinado de Carlos V: Monarquía e Imperio. Editado por “El País”. Madrid, 2007. Pp. 382-383. Lynch, además cuenta con otros estudios dirigidos a la época de los Austria como: Los Austrias: 1516-1700. Editado en Crítica (2007) o Carlos V y su tiempo. Editado asimismo en Crítica (2000) (ambos ejemplares disponibles en la Biblioteca).

martes, 20 de octubre de 2009

El debate Castro-Albornoz

Me he tomado la libertad de echar un vistazo al debate que mantuvieron a mediados del siglo pasado dos de los historiadores españoles de más renombre acerca de la identidad española y las repercusiones judías en la Historia de España. Por ello, me pareció interesante publicarlo para que, si podéis, le echéis un vistazo, pues es uno de los más claros reflejos de lo cuestionado que ha sido este tema a lo largo de la historiografía.

EL DEBATE AMÉRICO CASTRO - SÁNCHEZ ALBORNOZ
Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz reflexionaron sobre el papel de los judíos en la Historia de España.
Américo Castro publicó en 1948 Los españoles en la historia: cristianos, moros y judíos, que en ediciones posteriores acabaría convirtiéndose en La Realidad Histórica de España. Angustiado por la guerra y el exilio, intenta comprender el porqué del fracaso español a la hora de establecer un sistema liberal de convivencia. La respuesta es que los españoles son diferentes a los europeos porque su “morada vital” se forjó a partir de tres castas medievales, cuya armonía inicial se desagarró más tarde. Castro recoge toda la tradición liberal que integra a moros y judíos en la cultura española, pero lo hace de modo mucho más esencial. En el fondo late en su obra un pesimismo cuya raíz, como opina el autor del artículo, “podría rastrearse en Valera, cuando sostenía la raíz semítica de los grandes males españoles: el fanatismo religioso y el consiguiente desprecio por la ciencia y la técnica”.
La obra de Castro causó un gran revuelo y, en un primer momento, fue bien recibida en muchos por ambientes porque rechazaba radicalmente el nacional-catolicismo oficial; pero frente a éste, lo que terminó imponiéndose fueron las posturas europeístas y no la tesis del propio Castro.
Al parecer, y especialmente en esos momentos socio-políticos en que se encontraba España, nadie había “osado” romper la imagen del español cristiano tan históricamente tradicional. Por eso, Claudio Sánchez Albornoz, enraizado católico debió, cuanto menos, revolverse en su silla ante esos planteamientos y elaboró una “respuesta” que él denominó el “anticastro”: España. Un enigma histórico (1957). Su aversión a Castro fue tan profunda que no dudó en decir de él en Mi testamento histórico-político (1975) que era de linaje “converso”, por lo que su obra hablaba “la voz de la sangre”.
Para Sánchez Albornoz, España existía desde la época celtíbera, no hubo simbiosis con árabes y judíos, y los españoles cristianos del norte fueron los que acabaron desplazando a los anteriores. De hecho, aseguraba que las influencias fueron inversas, pues judíos y moros se españolizaron en cierta medida. Entre los verdaderos españoles no hubo, pues, semitismo, sino antisemitismo.
Álvarez Chillida opina que Sánchez Albornoz llega a ofrecer, incluso, una visión un tanto antisemita pues decía que “es más fácil unir el agua con el fuego que hallar vínculos de parentesco entre lo hispánico y lo hebraico”. Los españoles se preocupaban más de la salvación eterna individual, mientras que los judíos solo buscaban el bienestar material y la salvación colectiva en la tierra. De ahí su avaricia y que, al ser perseguidos, soñaron en su venganza terrenal con la ayuda de Dios”. Sánchez Albornoz además deploraba las persecuciones antijudías y la Inquisición pero, coincidiendo con Castro y Valera, “el fanatismo religioso fue herencia ponzoñosa” que dejaron los judíos: “La inquisición fue una satánica invención hispanohebraica”; así como la limpieza de sangre.
Por último, Sánchez Albornoz aseguraba que fueron los judíos, sobre todo su élite, quienes provocaron las persecuciones con sus usuras fabulosas (con intereses superiores al 100% en hipotecas, y al 1400% con prendas), y su explotación al pueblo con la protección de reyes y poderosos. Dice incluso que no sería raro que fueran veraces algunas acusaciones de sacrilegio. Por ello entre españoles y hebreos están las cuentas saldadas. Albornoz reconoce la enorme altura intelectual de sefardíes y conversos, como Montaigne, Spinoza, Vives o Rojas, pero afirma que deben a España todo lo que alcanzaron ser.[1]
Personalmente, es evidente que los planteamientos históricos de los que partían tanto Castro como Sánchez Albornoz eran válidos. Pero quizá lo que ahí debatían no era sino una planteamiento antropológico más que la verdadera historia de España. Por otro lado, no parece lógico que la identidad española, el modo de ser español se fraguase en un siglo y que en la construcción de esta concepción solo pudiesen participar las influencias cristianas, judaicas y musulmanas, pues es indiscutible que los siglos precedentes a la invasión musulmana debieron dejar sus influjos.
[1] Extraído de Álvarez Chillida, G.: El antisemitismo en España. La imagen del judío (1812 – 2002). Marcial Pons. Madrid, 2002. pp. 433-435. Po otro lado, existen numerosas ediciones de las obras citadas de Américo Castro y Sánchez Albornoz, todas ellas disponibles en la Biblioteca.

jueves, 15 de octubre de 2009

Memoria de grupo. (14/10/2009)

Esta semana (12-18 de octubre), Martín será el encargado de realizar la figura del observador, sin embargo, no tendrá que subir el respectivo temario impartido al blog durante esta semana, ya que de ello se encargará Pablo, observador de la semana pasada. Esto es debido a que Pablo no entregó la memoria anterior, así como el temario, debido a la inexperiencia del grupo con este nuevo sistema de trabajo.

Llegamos así al trabajo realizado por cada miembro del grupo durante esta semana. Pablo ha encontrado las siguientes obras: “Crisis y decadencia en la España de los Austrias” de Domínguez Ortiz, informando a sus compañeros de la presencia de varios ejemplares de esta obra en la biblioteca, “La declinación de la monarquía hispánica en el siglo XVII” (Fundación Española de Historia Moderna) para la contextualización de la crisis del siglo XVII a finales del reinado de Felipe II, y por último, dos capítulos del manual de Alfredo Floristán de su obra “Historia de España” denominados, “Los fundamentos económicos del Imperio Español” de Saavedra, P., y “La decadencia económica del siglo XVII” de Sanz Ayán, C.
Sandra por su parte, ha encontrado un artículo de Bernart Hernández denominado “Finanzas y hacienda en los territorios de la Monarquía Hispánica”.
Luca se encargó de buscar la obra “L'economia lombarda durante la dominazione spagnola".
Y por último, Martín realizó la lectura de un capítulo del libro “Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505-1700)” denominado “Felipe II y sus banqueros” de Carlos Javier de Carlos Morales. Además, también ha realizado la lectura de “Las finanzas del rey” de Felipe Ruiz Martín, siendo el capítulo de la obra “Felipe II. Un monarca y su época. La Monarquía Hispánica” (Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V).

Para la próxima semana, los diversos miembros del grupo se encargarán de: sistematizar bibliografía de libros con el fin de compartirla con el grupo (Pablo); buscar bibliografía relacionada con el artículo aportado esta semana, “Finanzas y hacienda en los territorios de la Monarquía Hispánica”; investigar sobre artículos publicados en Internet (Luca); y por último, resumir el capítulo “Felipe II y sus banqueros” de Carlos Javier de Carlos Morales, (Martín).

Memoria de grupo (07.10.09)

Memoria de grupo. Semana 1 (07.10.09)

Observador de la semana: Pablo

Aunque en este primer día de reunión grupal no estábamos presentes los cuatro miembros pues Sandra no pudo venir a clase, igualmente procedimos a escoger el tema para el trabajo a realizar.
Los tres miembros contábamos con unos gustos espacio-temporales bastante parecidos en lo que al trabajo se refiere. Por un lado, tanto a Martín como a mí nos fascinaba el mundo del siglo XVI, mientras que Luca, oriundo de Milán, tampoco le disgustaba ese periodo de tiempo. De esta forma, decidimos abarcar un periodo correspondiente a ese siglo.

El hecho de contar con Luca entre nosotros nos hizo pensar que podría ser interesante un trabajo de relación o comparación entre algo relacionado con lo italiano del siglo XVI y algo relacionado con la Monarquía Hispánica en esa misma época. Los tres pusimos de relieve que un aspecto importante a tratar podría ser los efectos de la política imperial tanto de Carlos V como de Felipe II en la administración, o más concretamente en las finanzas, de las posesiones italianas de la monarquía hispánica en aquella época, y el “desangre” que debió suponer para sus arcas las continuadas guerras que llevaron a cabo padre e hijo.

Finalmente, el tema del trabajo parecía ser algo complicado y, en cierta medida, se alejaba un poco de los parámetros de la asignatura (“para qué tratar un tema de política imperial si lo que estamos estudiando es economía”), de esta forma David nos recomendó un tema que nos agradó bastante (el que lleva el nombre del grupo), pues abarcaba el siglo XVI, que era lo que en mayor medida nos interesaba, y porque es un contexto a tratar cuanto menos apasionante.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La Historia Económica hasta nuestros días

La Historia Económica

A la hora de estudiar la Historia Económica en la Edad Moderna podemos citar una serie de características inherentes a la misma: posee elementos heredados de la Edad Media y del cristianismo; tiene un predominio del sector agrícola; incorpora elementos novedosos aunque también arrastra algunos tradicionales; está interrelacionada con el poder político, etc. Pero también supone la aparición de uno de sus elementos más característicos y señalado en su momento por el sociólogo Inmanuel Wallerstein: el concepto de “economía mundo”. En El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XV[1], Wallerstein opinaba que en el siglo XVI existían una serie de “centros”, los países más dinámicos económicamente hablando (Holanda y Gran Bretaña), de los que dependían las “semiperiferias” (la península italiana, España, etc). Existiendo un tercer grupo completamente dependiente del primero, que denominó “periferias”. A grandes rasgos Wallerstein exponía que las periferias proporcionaban a los centros las materias primas que ellos no podían obtener, a cambio de “venderles” sus productos ya manufacturados.

La Historia Económica es una tendencia ampliamente introducida en las ciencias sociales, una corriente de larga tradición que hunde sus raíces en Adam Smith y su “Riqueza de las naciones”. Sin embargo, es evidente que tiene un doble origen, pues como su propio nombre indica, es una temática propia de economistas y propia de historiadores, lo que supone dos formas diferentes de ver la Historia Económica.
De esta forma, y como señalaba Schumpeter, (uno de los padres y precursores de la Historia Económica) la Historia Económica se nos presenta con un carácter relativo, pues no acepta normas de carácter universal. Es decir, se pueden aceptar una serie de modelos pero no pueden ser considerados necesariamente como ley. A esto mismo debemos sumar que es, además, una ciencia heterónoma, esto es, dependiente de otras ciencias.

Principales corrientes historiográficas en relación con la Historia Económica

A la hora de hablar de la historiografía referente a la historia económica cabe decir que, aunque arrancó en el siglo XIX, no se será hasta el siglo XX cuando se desarrolle completamente implementando una parte científica avanzada (y necesaria). Así, el marxismo, los movimientos intelectuales y políticos alemanes, etc. tenderán a influir en el nuevo pensamiento político y económico, incentivándose los estudios que a nuestra asignatura se refieren.

De esta forma, ya en el siglo XX se desarrollarán importantes estudios tanto en lo social como en lo económico en el que podemos destacar tres grandes "escuelas" propiamente dichas: La escuela de Annales, la escuela de influencia marxista británica y la cliometría.

- Escuela de Annales

Dentro de esta escuela vamos a destacar tres "generaciones" de autores.

La primera generación estuvo protagonizada eminentemente por Lucian Fevbre (1878 - 1956) y Marc Bloch (1886 - 1944). Juntos, fundaron en 1929 la publicación "Annales d'histoire economique et sociale", lo que sería el prolegómeno de la famosa escuela y que a partir de 1945 pasó a llamarse "Annales. Économies, Sociétés, Civilisations". Sin embargo, esta incipiente escuela que buscaba la renovación debió esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial para establecerse por completo en el panorama historiográfico de la época.

La segunda generación, en la que destacamos principalmente a Fernand Braudel (1902 - 1985) que supuso un antes y un después en la "historia" de la historiografía.
Si hasta ese momento la historia "tradicional" contaba los principales acontecimientos ocurridos, Braudel lanza una revisión del tiempo histórico, defendiendo la existencia de tres tipos de "tiempos" dentro del mismo: el de larga duración, el más influyente de todos pues determinaba cómo se ha construido la sociedad y cuya estabilidad es muy grande (destacar en este punto a la geografía); el tiempo medio, como la economía o la sociedad, también de cierta influencia aunque menor que en el anterior caso, y el tiempo corto: es decir, la política y los hechos, de escasa influencia y que hasta entonces era lo que solía abarcar la historia tradicional.
Este planteamiento verdaderamente revolucionario que introdujo Braudel, aunque razonable, tuvo sus detractores (numerosos). Entre las críticas que recibió destaca la escasa importancia que Braudel parecía dar a los hechos políticos (ciertamente, aunque su planteamiento puede ser válido, no se puede negar que algunos acontecimientos políticos ocurridos a lo largo de la Historia, aunque muy concretos, tuvieron gran repercusión en el transcurso de los hechos posteriores). Por otro lado, los historiadores, antes que eruditos, son personas, y el dominio que ejerció Braudel en todo el panorama historiográfico de la época debió empañar el prestigio o, mejor dicho, el reconocimiento de algunos otros colegas suyos, que no pudieron sino que tomarse todos sus planteamientos como algo personal.
Dentro de la obra de Fernand Braudel destacamos dos grandes e importantes obras de obligada referencia para cualquier historiador moderno: "El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II" y "Civilización material, Economía y Capitalismo".

La tercera generación fue una verdadera explosión de tendencias historiográficas. Y, gracias a ella, fueron apareciendo algunas nuevas corrientes como la historia de las mentalidades, de las culturas, etc. Y, por supuesto, un gran desarrollo de la Historia Económica. Esta nueva forma de hacer historia supuso que esta escuela recibiese críticas por la fragmentación de los estudios. En esta nueva generación podemos destacar a Jacques Le Goff y Pierre Nora así como a Pierre Chaunu.

- Escuela Económica Marxista

Si hasta la Segunda Guerra Mundial vamos a encontrarnos una Historia de hechos y batallas, la escuela de historiadores marxista británica situará, o mejor dicho alzará a la Historia económica en esta nueva forma de hacer Historia.

Esta escuela aplicará un enfoque marxista a la Historia donde se pondrá de relieve los aspectos sociales, pero sobre todo los económicos y se producirá un debate acerca de los orígenes del capitalismo. En este sentido, Maurice Dobb, por ejemplo, apuntaba los orígenes capitalistas en el sistema de producción feudal, participando como elemento exógeno o interno de los estados que llevaría al cambio (Dobb lo señalaba específicamente en Inglaterra). Mientras que Paul Sweezy, por el contrario, opinaba que unos factores externos, en particular, los flujos comerciales, fueron la causa de este proceso (Dobb y sus seguidores acusaron a Sweezy de ignorar el papel fundamental desempeñado por los cambios ocurridos en la estructura productiva y, por consiguiente, en las relaciones de clase).

Esta escuela todavía hoy sigue produciendo debates interesantes, como ha ocurrido en los últimos años con el “Debate Brenner”. Brenner destacó las relaciones sociales y no los elementos de cambio dentro del sistema productivo como elementos a tener en cuenta (relaciones económicas). De esta forma, la dialéctica entre los poderosos y los que no lo son (relaciones sociales) formarían el motor de la Historia. Por consiguiente, el enfrentamiento se base entre quienes piensan que el motor de la historia reside en la evolución de las fuerzas productivas y los que sostienen la primacía de la lucha de clases.
En esta escuela británica marxista podemos destacar a historiadores y economistas como: Eric Habswan, E. Thompson (ambos fundaron en 1952 la famosa revista Past and Present publicada cuatrimestralmente por el Oxford University Press), Rodney Hilton, Maurice Dobb, Paul Sweezy, E.P. Thompson o Crhistopher Hill. A principios de 1992 el grupo se reconstituyó como la Social History Societ, publica semestralmente una revista llamada Socialist History.[2]

En la red abundan páginas web en relación a lo expuesto, así como páginas webs oficiales acerca de los principales representantes de estas escuelas. Sin embargo, creo que estos enlaces que adjunto pueden servir de gran complemento (algunos de ellos los usés el año pasado, por lo que supongo (y espero) que todavía estén activos).

Revista Annales
Acceso a los archivos de la revista Annales entre 1960 y 1999

Revista Past and Present

Revista Socialist History (el nombre actual de la revista del grupo)

[1] Hay una extensa documentación en el campus virtual adjuntada por Blas acerca de la teoría que Wallenstein expone.
[2] Más información acerca de las principales escuelas historiográficas y los principales debates mantenidos en este sentido a lo largo de todo el siglo XX en Burke, P.: La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984. Gedisa. Barcelona, 1999 Moradiellos, E.: El oficio de historiador. (pp. 42 – 62). Siglo XXI. Madrid, 2008.; o Wallerstein, I.: Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. Siglo XXI. México, 2005.