martes, 22 de diciembre de 2009

¿"Crisis" del siglo XVII?

El lunes estuvimos tratando en clase el interesante tema de la crisis del siglo XVII. Por ello, y antes de colgar lo tratado acerca del tema de la agricultura, he estado echando un vistazo en algunos manuales generales lo referido a este tema, pudiendo ver cómo las visiones son algo variadas (¿quizá contradictorias en algunos casos?), por lo que creo que merece la pena reflejarlo.
“Vuestra Majestad […] ha tratado muchas veces de remediar el daño de la despoblación y de la pobreza de estos reinos, la cual se va sintiendo cada día más. Y aunque se han intentado algunos medios, no se ha visto fruto ni se verá mientras no se supiere con fundamento de dónde procede el daño general y particular para aplicarle el remedio.”[1]

Como señala Sanz Ayán algunos autores presentaban ante el rey sus juicios desde su particular óptica local, si bien al ser leídos por generaciones posteriores impregnaron de una negatividad prácticamente generalizada el concepto que hoy tenemos sobre la economía española de este periodo.

Carmen Sanz Ayán forma parte del grupo de autores que no generalizan, a priori, la decadencia económica del siglo XVII en los territorios de la Monarquía hispánica. De hecho, y atendiéndonos exclusivamente al marco peninsular, hay una variable geográfica y sectorial (como vimos el lunes en clase). Sin embargo, la tradición decimonónica, que recogió las impresiones de los arbitristas, así como los estudios de E. Hobsbawn,[2]estableció algunos juicios apriorísticos algo rígidos.
En la actualidad, tanto en los estudios relativos a los distintos estados europeos como en los relativos a España, el análisis de la crisis del siglo XVII procura abordar los procesos experimentados en aquellas economías desde una perspectiva no de crisis ni recesión, sino de transformación, ajuste e, incluso, especialización.

Como sigue indicando Sanz Ayán, esta nueva orientación ha modificado razonablemente el concepto sobre la decadencia del siglo XVII, lo que ha servido para destacar la importancia de esta centuria a la hora de desentrañar las bases del crecimiento económico experimentado en tiempos posteriores.[3]

Sin embargo, quizá no haya que hablar solamente de un proceso de cambio o reajuste pues, por ejemplo, Pegerto Saavedra sí que habla de una verdadera crisis (si bien es cierto que también habla de cambios) en la España rural interior: “Sobre la caída de la producción y de la población en la España interior no caben mayores dudas” “A los datos cuantitativos, cuya contundencia desbarata cualquier intento de minimizar la crisis, se añaden los abundantísimos testimonios cualitativos, que van desde las intervenciones en las cortes de Castilla a textos de los arbitristas denunciando el abandono de los campos y la ruina de los campos.” Aunque admite que “hubo, sin duda, reajustes”, “como el caso de los cereales secundarios, en concreto el centeno, que notaron incluso un crecimiento. […] Además, al quedar menos cultivadores, y con más tierras y más ganado estante, pudieron sembrar aquellas plantas más rentables en términos relativos.” Pero recuerda que “Con todo, ciertos procesos de especialización o de reajustes en los tipos de cultivos, como los mencionados, no pueden hacer olvidar que en la mayor parte de España interior la producción global cayó hasta la mitad del XVII en cerca de la mitad por comparación a los mejores años del XVI."[4]

En cambio, Zofío Llorente no aplica estas consideraciones tan pesimistas a la industria, hablando más en términos de “agotamiento”, aunque sí que deja entrever una clara desactivación. En todo caso, lo que sí es cierto es que Zofío generaliza en gran parte esta "crisis", pese a que en algunas zonas, como Barcelona o Xaragoza, no se acusó tanto como en la Corona de Castilla, relacionándola estrechamente, eso sí, como el aumento de la fiscalidad,[5]
Lo que sí es cierto, al parecer, es que si hablamos de crisis, no se puede generalizar ésta en la Península a la ligera, pues los casos concretos abundan y, si bien, algunas regiones o ciudades más pobladas la notaron más, algunas zonas rurales aisladas apenas debieron sentirla. De hecho, es evidente que en el tercer cuarto del siglo la recuperación fue ya notable, aunque de una forma menor a la del resto de Europa.

[1] Citado en SANZ AYÁN, C.: "La decadencia económica del siglo XVII". En FLORISTÁN, A. (Coord.): Historia Moderna de España. Ariel. Barcelona, 2005. p. 391.
[2] Que pese a cuestionar el concepto de crisis general para la Europa del XVII, sí señalaba el modelo Mediterráneo, especialmente los territorios peninsulares, como el ejemplo típico d las recesiones sufridas en la época.
[3] Ibídem.
[4] SAAVEDRA, P.: “El mundo rural en los siglos XVI y XVII”. En ALVAR EZQUERRA, A. (Dir.): La economía en la España moderna. Istmo. Madrid, 2006. pp. 56 – 63.
[5] ZOFÍO LLORENTE, J.C.: “La industria en España durante los siglos XVI y XVII”. En ALVAR EZQUERRA, A. (Dir.): Ibídem. pp. 291-369.; "Los fundamentos económicos del Imperio español". En FLORISTÁN, A.: Historia...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Memoria de grupo

La semana pasada Sandra ha sido la observadora del grupo.

Martin ha leido La economía europea en el siglo XVI, de Alfredo Alvar Ezquerra. Por su parte, ha sacado estas informaciones sobre su propia tematica de trabajo:
la banca privada en Castilla se verá atraida por las riquezas de América y el permanente déficit público de la Hacienda Real desde tiempos de Carlos V, pues acudirán numerosas veces a la Monarquía para hacerle préstamos.
El dinero ahorrado o invertido en deuda pública quedan fuera de la circulación sin que vaya a repercutir en la industria nacional. Sólo la tierra se verá, sobre todo en Castilla, como un valor económico seguro; por otro lado, se constata que es más rentable la compra de juros que la inversión productiva. El país queda poblado de rentistas.
A partir de 1551, esta acumulación de dinero se verá circular mediante la compra de aquellos productos de los que era deficitaria Europa: lanas, alimentos… de este modo los productos exportados de la Corona aumentarán de precio, y las ferias se verán en auge y favorecidas por dicha acción.
Sin embargo, a partir de 1566, Flandes necesita oro y plata, y se multiplican las licencias de saca en detrimento de los bancos públicos y del interés por los bienes de consumo: ya se puede exportar moneda, no hace falta trocarla en mercancías. Con la concesión de licencias de saca de metal precioso, y la contracción del mercado interior, el capitalismo castellano se anquilosa momentáneamente, pues no es capaz de moverse por sí solo, exceptuando el caso de Simón Ruiz.
En la Corte, poco antes de 1575 se pensaba que el capitalismo castellano tendría tanta fuerza como para asumir las riendas de los préstamos al rey, pudiendo desplazar así a los genoveses, no obstante, esto era un tremendo error.

Pablo, por otro lado, ha leido estos tres libros: Poder y finanzas en Castilla en el tránsito a la modernidad (un apunte historiográfico) de D. Alonso Garcia y de B. HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ estos dos La receptoría de la Bailía general de Cataluña durante el siglo XVII y Finanzas y hacienda en los territorios de la monarquía hispánica. Revista de una decada historiográfica, 1988 - 1998.

En España, durante estos últimos años, y al igual que ha ido ocurriendo en el resto de Europa, se ha ido vigorizando una historia económica y social de especial interés por las estructuras fiscales y crediticias, y sus inherentes repercusiones. Es evidente la importancia de la Península Ibérica dentro de la Monarquía Hispánica, aspecto que ha supuesto su prevalencia y, en general, la castellana en los estudios referidos especialmente a las sucesivas crisis de la Monarquía católica que comenzaron a manifestarse a finales del siglo XVI. En este sentido, también se ha puesto de manifiesto la precocidad del sistema fiscal hispánico que se articularía a partir de la disposición favorable de una serie de factores, tales como las posibilidades de movilización de recursos económicos y monetarios, la gestión burocrática y el acceso al mercado de capitales privados internacional.

- COMERCIANTES, MERCADERES Y HOMBRES DE NEGOCIOS

Es bien sabido por todos que si la Monarquía Hispánica pudo hacer frente a su política exterior y, en mucha menor medida, a la interior, pese a la grave falta de recursos durante todo el siglo XVI, fue por la situación económica favorable del momento que generó una cierta “confianza” en un rico y escaso grupo de mercaderes: Lo que Ruíz Martín denominó “pequeño capitalismo nacional”. Poco a poco durante la década de los noventa se fueron completando estudios de estas compañías mercantiles que participaron en algunas ocasiones en la financiación de la Monarquía. En este sentido destacan por ejemplo las obras dedicadas a los negocios de Simón Ruíz a mediados del siglo XVI, como la de Ricardo Rodríguez o la propia de Ruíz Martín. En este sentido también hay que destacar la obra de Carlos Álvarez Nogal sobre los genoveses en el siglo XVII, que acapararán el poder financiero y comercial en más de una de las monarquías de la época. Ciertamente, en los últimos años se ha reafirmado las bases no especulativas de la mayoría de las fortunas de estos individuos en contraposición con la portuguesa, pese a que acabarán reorientando su posición desde el ámbito especulativo a las actividades comerciales e industriales.
En los últimos años se han realizado numerosos estudios regionales en Sevilla, Aragón, Cataluña o Nápoles en su conexión Peninsular. De esta forma, si una red mercantil fuerte favoreció el desarrollo de sistemas crediticios eficientes, la realización de estos estudios regionales, serán la base de posteriores estudios más sistematizados.
De gran influencia en las finanzas de Felipe III y Felipe IV, tampoco es de extrañar que hayan surgido numerosas obras alrededor de los grupos de judíos portugueses.

- LOS MECANISMOS DE FINANCIACIÓN Y CRÉDITO

El análisis de los mecanismos e instituciones de creación y formalización del crédito es uno de los aspectos de la historia financiera que más se ha beneficiado de sólidos estudios. Dos trabajos interesantes sobre el movimiento efectivo de la deuda castellana y los sistemas de crédito son los de Pilar Toboso: deuda pública castellana durante el antiguo régimen y su liquidación en el siglo XIX, dedicado muy especialmente al tema de los juros y el trabajo de Bartolomé Benassar dedicado a los censos e inversiones en la España de los siglos XVI y XVII. Y muy interesante es el estudio del crédito público durante el reinado de Felipe II hecho por James Conklin, pues lo realiza partiendo de teorías económicas contemporánea. Ya en lo relativo a los estudios americanos, es destacable la obra de Antonio M. Bernal relativa a la financiación de la carrera de indias.

Luca, por su parte, ha leido de Arturo Pacini La Genova di Andrea Doria nell’impero di Carlo V.
En esto texto hay dos capitulos muy importantes para el trabajo sobre los genoveses, porque Pacini no solo da informaciones de caracter economico, fiscal y de mercado, sino tambien informaciones sociales y culturales sobre las relaciones entre unos mercaderos genoveses, cuyo ombre mas importante fue Andrea Doria, y Carlo V con su Corte. Para entender efectivamente las relaciones entre la Corte espanola y Genova con sus mercaderes, financieros y banqueros hay tambien que conocer como el rey se relacionaba a estos banqueros, sin olvidar que Andrea Doria, antes de trabajar con Carlo V, era en estrechas relaciones con los franceses. Se explica en el libro el papel de los genoveses, que no solo eran importantes como prestamistas de dinero a la Corte, tambien para transportar oro y plata desde la America del Sur hasta la Europa y tambien como mercaderes y hombres de feria.

domingo, 20 de diciembre de 2009

La agricultura en la Edad Moderna

En la epoca moderna, el sector agriculo era mayoritario respecto a los otros sectores economicos; la poblacion que vivia de agricultura era entre 80 y 90%, un numero muy alto repecto a las epocas posteriores, y tambien en los Paises desarrolados (como Paises Bajos) este numero nunca disminuiò bajo del 70%. En zonas eminentemente agricolas esto percentaje superaba el 90%, llegando en unos casos al 95%.

La agricultura era fondamentale para toda la economica de aquella epoca, porque la monarquia, la Iglesia y la nobleza ganaban dinero desde el trabajo agriculo: la recaudacion fiscal de la monarquia dependia del campo; la Iglesia habia el derecho de recaudar el diezimo, que es decir que los agricultures habian la obligacion de dar a la Iglesia la diezima parte de sus cosechas; y al fin era valor decisivo para la nobleza porque su riqueza venia del campo por los impuestos sobre los productos agriculos. La agricultura habia el poder de influir tambien sobre otros sectores, como la manifactura (algodon, seda, lana) y la ganaderia.
Todas estas son razones para decir que la agricultura era el indice principal del estado de un Pais, de como esto era desarrolado y de sus posibilidades economicas. En definitiva, la agricultura tenia un papel fundamental en la economia de la edad moderna.

En general, la agricultura era basicamente cerealista por sus componentes basicas y porque la coltivacion de cereales no necesita una gran especializacion del trabajo y para cultivarlos se necesita menos espacio que otras cultavaciones; esto tiene como consecuencia una extension de agricultura monocultiva, basicamente cerealista, salvo Inglaterra y Olanda, donde hay una agricutura mas diversificada. En aquella epoca el trigo era casi un producto de lujo, entonces los cereales mas cultivados eran avena y cebada.

Esta agricultura monocultiva causa un desequilibrio respecto a la ganaderia, que se va a acutizar en el siglo XVI. Los animales eran “enemigos” de los seres humanos en el sentido que la ganaderia es un competidor del hombre desde un punto de vista alimentar: los animales comen lo que el hombre cultiva y por esto los campesinos tenian que cultivar mas para dar alimentacion a los animales y a sus familias. Ademas tenemos en cuenta que la ganaderia necesita diez veces mas superficie de terreno que el cultivo de cereales para dar al hombre la misma cantidad de calorias[1]

El problema es que en la epoca moderna la agricultura, en general, todavia era una agricultura de susistencia, no habia una idea imprenditorial (salvo en Olanda y Inglaterra). En efecto, no es casualidad que los Paises en que hay una agricultura avanzada llegan a ser industrializados antes de los otros Estados que habian una agricultura menos desarrolada y todavia de susistencia. En Olanda, por ejemplo, los agricultores [...] eran verdaderos hombres de empresa, que sabian como aprovechar al maximo tanto las posibilidades naturales como las condiciones del mercado[2].

En el siglo XV se hizo potente el crecimiento de la poblacion y en el siglo sucesivo este proceso se acelerò. Por esta razon era necesario mejorar y aumentar la produccion. Se empezò cambiando el sistema de rotacion de los cultivos, de dos a tres (cereales, leguminosas y barbecho), porque el cereal es un tipo de cultivacion que agota la tierra muy rapidamente, entonces se necesita mantaner la fertilidad del campo a traves de una rotacion de las cultivaciones[3]. De esta manera, la tierra, gracias a las leguminosas, podia mejorar su calidad y permitir una cultivacion mas amplia y mejor. En el siglo XVIII en Inglaterra se introduce un otro sistema de rutacion cultivo, el dicho Sistema Norfolk, dividiendo el campo en cuatro partes.

Una caracteristica del siglo XVI era la escarsa aportacion tecnica, porque la unica novedad fue el cambio de bueyes con mulas en el trabajo campesino; las mulas eran mucho mas rapidas y sobre todo comen menos, hecho importante en el sentido que los animales, por una parte, eran competidores de los hombres por la alimentacion. Una otra razon para explicar las escarsas nuevas tecnologias es que la poblacion campesina es muy conservadora, pues es bastante impermeable a las nuevas introducciones de trabajo y de vida.

Debido al aumento de la poblacion, vemos que hay un aumento de la superficie cultivada (el aumento de poblacion causa la necesidad de una oferta alimentaria adecuada) que causa un aumento de la produccion pero no un aumento de la productividad: en el siglo XVI hay un aumento solo cuantitativo, porque por la misma superficie de campo se cultiva la misma cantidad de cereales; las superficies de cultivo se extendieron y no tuvo lugar una intensificacion de la produccion. Sencillamente, hay un aumento de produccion solo porque hay mas terreno y tambien por las mulas, como dicho antes. Esto es algo muy negativo, porque asì hay un punto en que la produccion termina de subir y empieza a bajar, segun la ley de rendimientos decrecientes.
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[1] Peter Kriedte, Feudalismo tardio y capital mercantil. Editorial Critica, 1990, p. 33.
[2] Aldo de Maddalena, La Europa rural (1550-1750) en C.M. Cipolla, Historia economica de Europa, siglos XVI y XVII. Ariel Ed., p. 215.
[3] Harry A. Miskimin, La economia europea en el Renacimiento tardio (1440-1600). Ediciones Catedra, 1981, p. 71.

domingo, 6 de diciembre de 2009

ADAM SMITH Y LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO LIBERAL (30/12/09)

Adam Smith nace en 1723 en Escocia y se educa en un ambiente familiar relacionado con la economía ya que su padre había trabajado como agente de aduanas.
Estudió en la Universidad de Glasgow donde recibió clases del profesor Hutcheson, quien influiría notablemente, como el propio Smith reconoció, en su formación intelectual.
En esa misma universidad sería tiempo después profesor de lógica y filosofía moral. Esto explica que su primera obra no sea la Riqueza de las Naciones sino “Teoría de los sentimientos morales” publicada en 1759.
Esta obra fue el primer intento de Smith de definir o formular un “orden natural” de la sociedad: diversos sentimientos naturales se enfrentan y se equilibran entre sí sosteniendo un orden social en que cada hombre persigue sus propios intereses promoviendo así, inconscientemente, el bien común.

De esta época en Glasgow se extraen también algunas de las ideas que después compondrán La Riqueza de las Naciones, es el caso de la idea de la división del trabajo; según la cual, cada trabajador es una parte pequeña, pero especializada, del total del trabajo. Ello influye en el desarrollo de la riqueza, la cual “está siempre en proporción a la actividad de la gente, y no a la cantidad de oro y plata, como absurdamente se imagina”. En esta afirmación vemos ya definirse los planteamientos económicos de Smith así como la fuerte crítica a corrientes mercantilistas.

Adam Smith no vivió en un mundo industrializado, su obra magna es anterior a las manifestaciones de la Revolución Industrial así como al desarrollo de la Revolución Francesa. “La Riqueza de las Naciones” fue escrita en 1776.
A partir de 1773, al convertirse en tutor del hijo de un noble inglés, el duque de Buccleuch, viaja por toda Europa donde entra en contacto con multitud de teorías y personajes (conoce personalmente a Voltaire, D’Alambert, Quesnay) y en consecuencia consigue tener una visión más cercana de los problemas europeos.

El éxito de su obra fue fundamentalmente su enorme difusión; se conoció rápidamente en toda Europa y esto no sólo se debió a la profundidad de sus ideas sino a que estaba bien escrita. Muchos de sus planteamientos encerraban una profunda crítica y ello generó un importante impacto sobre las actitudes populares.
Es una obra que se anticipa a su tiempo. Define las bases del liberalismo económico y de la ciencia económica pero no podemos hablar de Adam Smith como un hombre contemporáneo

· Naturaleza del sistema económico

El título complementario de la obra es “una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, lo que refleja el interés de Smith en analizar el origen y la fuente del desarrollo económico. Para él, el motor de la economía es el interés individual, la ambición por enriquecerse.

La mejor fuente de riqueza es el interés económico privado en competencia libre y por ello se debe dejar a las gentes comerciar libremente. “el individuo es guiado por una mano invisible para la consecución de un fin que no entraba en sus intenciones…”

Algunos de estos elementos ya estaban presentes, como hemos visto, en su primera obra de tinte filosófico. Es ahora cuando la teoría de la “mano invisible” se aplica a cuestiones económicas definiéndola como una especie de sentimiento moral que hacía que la gente fuera ambiciosa, y esa ambición era el motor económico. El mercado era un sistema de beneficencia social y en este sentido, el comerciante o empresario se convierte en el agente social que impulsa la sociedad (benefactor de la misma)
La naturaleza del sistema económico es aquella en la que los individuos buscan el enriquecimiento y gracias a esta búsqueda las sociedades pueden progresar.


· Reflexión sobre el sistema de precios y salarios.

Percibe los primeros pasos que darán lugar a la R.I en cuanto a la importancia que tiene el trabajo en la nueva economía. Desarrolla su idea de la “división del trabajo” que no se refiere únicamente a la especialización profesional, sino a la división de la fuerza de trabajo entre individuos o entre diferentes modalidades de empleo.
Consideraba ciertos tipos de trabajo productivos y otros improductivos. Si para los fisiócratas la única actividad productiva era la agricultura, para Smith era aquella que conducía a la producción de objetos tangibles y que daba lugar a un excedente para futuras inversiones. El regulador de la división del trabajo es el mercado.

Por otra parte establece una distinción entre “precio” y “valor”. El valor es independiente de los movimientos del mercado.
Se plantea una diferenciación básica: entre el valor de uso (el que nosotros concedemos) y el valor de cambio (precio que pagamos para su compra-venta. Es decir la tasación o el “precio” propiamente dicho). Este último es el importante económicamente hablando para Smith.
Como el valor no se puede ajustar a los cambios del mercado, la manera de medirlo es mediante el trabajo: cualquier mercancía podía valorarse en función del trabajo realizado para su obtención.
Pero aunque el trabajo se podía considerar como el mejor medidor de bienes y servicios, era necesario tener en cuenta otros factores. Son importantes como componentes del “precio natural” (es decir del valor): el capital invertido, el salario y el beneficio obtenido por el empresario.
Los hombres trabajan buscando un salario igual que los empresarios buscan beneficio. El salario debe estar fijado no como medio de subsistencia sino respondiendo a las fuerzas económicas del mercado.

· Papel del estado en la economía

Es el elemento mas conocido en la doctrina de Smith. Se ha insistido en su originalidad aunque no es tanta pues muchas de sus ideas ya estaban presentes en su amigo Hume por ejemplo, y por tanto, no es el primero que habla de liberalismo económico (algunos arbitristas como Alberto Struzzi ya eran precursores de este pensamiento).

Considera el crecimiento económico como el fin básico. El estado tiene el papel de fomentar la economía no interviniendo directamente en ella: sistema de libertad de comercio tanto en el interior como en el exterior.

Bibliografía complementaria:
- Barber, W.J. ; “Historia del pensamiento económico”

FISIOCRACIA (23/11/09)

Es una escuela económica que tiene su origen en el siglo XVIII, en la Francia ilustrada, y por tanto está muy relacionada con esta corriente de pensamiento.

Surge como oposición al pensamiento y las prácticas mercantilistas que propugnaban un intervencionismo estatal en asuntos económicos que a la vista de los fisiócratas no proporcionaba beneficio económico. Éste vendría dado de mano de la naturaleza (como la propia etimología de “fisiocracia” indica): la fuente de toda riqueza se encuentra en la tierra y por este motivo el buen aprovechamiento de la agricultura es lo que desemboca en beneficio económico para la sociedad.
Todo ello regido a través de lo que denominan “derecho natural” el cual queda reflejado en la afirmación: “laissez faire , laissez passer”; es decir libertad de comercio (principalmente de grano).

Para los fisiócratas el único sector verdaderamente productivo era la agricultura, la que proporcionaba el excedente del cual dependía todo lo demás. El resto de sectores, como el fabril por ejemplo, eran “estériles”: mientras un granjero plantaba una semilla y recogía tiempo después veinte como la que había plantado, un artesano no podía obtener una multiplicación similar de sus productos pues simplemente cambiaba la forma de las materias con las que trabajaba.[1]

A partir de estas ideas, se establece en la sociedad una jerarquía encabezada en primer lugar por los propietarios de tierras, en segundo lugar los agricultores y tras ellos los artesanos, comerciantes y financieros. Estos tres últimos grupos serían las clases estériles.

Esta jerarquía se ve aquejada de una de las contradicciones que la fisiocracia no tuvo en cuenta en sus planteamientos. Es la referida al sistema fiscal: los fisiócratas buscan una fiscalidad beneficiosa para el estado, y con ella va unida la necesidad de que los propietarios de la tierra (nobleza) paguen impuestos (impuesto único sobre propiedades y producción). Ello entra en contradicción, no sólo con la usual exención de impuestos de la nobleza de la época sino con el tratamiento de protección que los fisiócratas pretendían para los propietarios de tierra.

Los principales representantes de esta corriente son Francois Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot y Pierre Samuel du Pont de Nemours.
Quesnay, médico de la corte de Luis XV, destacó especialmente como fisiócrata gracias a la redacción del “Tableau économique”. En él se mostraba la red de transacciones a través de las cuales se difundía el excedente agrícola. Se “atacaba” la política económica francesa protectora de las manufacturas en detrimento de la agricultura.

[1] Barber, W.J. ; “Historia del pensamiento económico”

domingo, 29 de noviembre de 2009

Segunda exposición de trabajo

La clase del 24 de noviembre la dedicamos a realizar la segunda exposición de nuestros respectivos trabajos. Cada grupo fue presentándonos cómo están avanzando en sus lecturas y la organización de sus trabajos:

El grupo Industria ha dividido la tarea en cuatro partes: una dedicada a las fábricas, otra dedicada a la industria dispersa, otra a los gremios y la última al área específica de Holanda. Cada componente del grupo se dedica a una parte y de su exposición pudimos extraer algunas ideas acerca de las líneas de investigación que están siguiendo y las dificultades que pueden estar encontrando.

Con la parte dedicada a Holanda, parece ser que nuestros compañeros están teniendo dificultades en cuanto a encontrar bibliografía. Al contrario, gozan de amplia bibliografía en cuanto a fábricas se refiere, y están investigando acerca de Inglaterra y de las Reales Fábricas francesas y el papel de Colbert.
En la parte de la industria dispersa, los compañeros se van a centrar en resaltar la figura del mercader, así como de los tipos de industria y también de la figura de Mendels.
El compañero dedicado a trabajar sobre gremios se ha estado centrando en las diferentes definiciones que se han dado al término “gremio”

El grupo Revolución industrial quiso aclararnos en primer lugar que el contenido de su trabajo no es el desarrollo de la Revolución Industrial sino los orígenes de ésta. Han dividido la tarea en tres partes que corresponden a tres grandes bloques historiográficos:

La primera parte se ocupa de los autores “clásicos” de la primera mitad del siglo XX. A partir de estos autores la idea de orígenes de la Revolución industrial queda enmarcada en la revolución agrícola de Inglaterra del siglo XVIII (los excedentes agrícolas dan lugar a las innovaciones técnicas)

Otro bloque del trabajo lo están dedicando al estudio de la visión “protoindustrial” (concepto de Mendels), y el tercer bloque historiográfico corresponde a las últimas visiones sobre los orígenes de la Revolución industrial que incluso la sitúan en la Edad Media.

De todo ello, los compañeros de este grupo han extraído algunas conclusiones que nos presentaron en su exposición: cada vez se retrasan más los orígenes de la R.I. y estos, al mismo tiempo cada vez se consideran más complejos de lo que consideraban los autores clásicos.

El grupo Hacienda ha estado trabajando con los autores clásicos; Carande, Artola, Ulloa, entre otros. A partir de sus lecturas han decidido dividir su trabajo en cuatro partes:

Una dedicada a historiografía que analice las distintas visiones que se han tenido (y se están teniendo) sobre hacienda. Las otras tres partes se centran en la fiscalidad: fiscalidad ordinaria, fiscalidad extraordinaria (servicios de cortes y rentas eclesiásticas que se entregan a la corona) y fiscalidad en Castilla. Con respecto a esta última parte, se van a centrar en el periodo cronológico que va desde Isabel hasta Carlos V por considerarlo el arranque de la constitución fiscal de Castilla.

Nos aclaraban los compañeros del grupo hacienda que consideran importante analizar en su trabajo el punto de vista estructural o formal, y las relaciones entre fiscalidad y poder.

Por último, nuestro grupo eligió a Martin para que realizara la exposición y con ella presentó ante el resto de la clase el nivel de trabajo que llevamos por el momento así como la división del mismo que habíamos decidido. Ambas cosas ya están explicadas en este blog anteriormente mediante los diarios de trabajo semanales por lo que me limito a resaltar de la exposición los apuntes o discusiones que surgieron por parte de los compañeros y que nos podrán aportar luz sobre nuestras tareas:

Por un lado salió a la luz el tema de los banqueros castellanos que trabajaban como mercaderes al mismo tiempo, y que actuaban en muchos casos a la sombra de los banqueros extranjeros o como mediadores en sus negocios. Se nos planteó la teoría de que estos banqueros no eran meros mediadores de los extranjeros y la corona, sino que sus relaciones pudieron ser más directas e intensas.

Por otro lado, nos plantearon la cuestión de cómo vamos a insertar la política en el desarrollo del trabajo. La política la juzgamos importante en cuanto a su influencia en las relaciones de crédito y el crecimiento de la deuda pública; pero a su vez, es difícil dedicarle demasiado desarrollo sin olvidar que el trabajo se centra en aspectos económicos. Es una dificultad que podremos encontrar y que deberemos abordar conforme avancemos en el trabajo.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Memoria de grupo. (17/11/2009)

Esta semana, Martín ha continuado siendo el observador, limitandose por lo tanto ha subir la lección de clase al blog (junto a la de la semana pasada).

Los otros miembros del grupo han continuado con la lectura de diversas obras. Así, Sandra ha trabajado con el libro de Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros, volumen I, mostrando la siguiente información al grupo. En 1525 la deuda de la monarquía hispánica es ya suficientemente importante como para que los banqueros busquen posiciones defensivas de sus créditos. Por este motivo, en 1525 toman en prenda (como garantía) los maestrazgos (este camino ya lo emprende Jacobo Fugger en 1523).
Jacobo Fugger había prestado dinero con aportaciones propias para la candidatura de Carlos al trono imperial. Tras el triunfo pasaron años sin que Carlos le indemnizara. Esa deuda se sumó a los intereses de los empréstitos que continuó suscribiendo Jacobo hasta 1521.
Los fúcares no contaron con verse desplazados, pero desde 1522 hasta 1526 toman el relevo como prestamistas de la corona Enrique Ehinger (alemán, relacionado con los Welser) y banqueros genoveses como Mafeo de Tarsis, Esteban Rizzi y Juan B Grimaldo. Ellos retienen los maestrazgos hasta el advenimiento de los Welser. Se produce un nuevo arriendo entre 1528 y 1532 (cinco años duraban los contratos generalmente)
Una rama de los Welser se hace cargo de los maestrazgos desde 1533 hasta 1537. Bartolomé Welser firma el contrato en 1530; y es en este contrato donde mejor vemos reflejado cómo se adjudicaba al banquero las mesas maestrales para mayor garantía. La mesa maestral es la parte de los bienes de la orden militar que correspondía al maestre. Se imponía la condición a los arrendatarios de presentar anualmente a los contadores de las órdenes, la referencia de los ingresos de cada una de las mesas maestrales; condición que no se cumplió.
Los preparativos para la expedición de Túnez provocan un gran aumento de los gastos y Carlos V intenta de nuevo atraer a los banqueros con la promesa de los maestrazgos. En 1535, ya está preparando las negociaciones cuando aún faltan más de dos años para que termine el arriendo de los Welser. Se intenta estipular el contrato en Madrid con Gaspar Weiler, factor de los Fugger, en las mismas condiciones que el contrato que estaba vigente con los Welser: cinco años de duración, misma cantidad de anticipo (200 mil ducados), mismo interés y mismos beneficios para los banqueros. Es decir que desde 1538 y hasta 1542, los Fugger vuelven a disfrutar de los beneficios de las mesas maestrales.
El que finaliza en 1542 es el último contrato de la primera serie que los banqueros suscriben desde 1524. Por tanto podemos afirmar que los maestrazgos estuvieron en manos de distintos equipos bancarios en prenda de sus operaciones durante dieciocho años.
Los Fugger y los Welser obtuvieron importantes ganancias de estos arriendos, pues además de cobrar, con creces, a la corona sus anticipos; retenían en las paneras los trigos, esperando mayor precio y fomentando la escasez que sufrían las gentes de las tierras de los maestrazgos.
Desde 1543, se suceden cuatro años en los que los banqueros extranjeros quedan al margen del arriendo de los maestrazgos. Ni los alemanes ni los genoveses pudieron hacer frente a un nuevo contrincante que pujó por ellos: Pedro González de León; tras el cual, al parecer actuaba la Mesta. Pero no tardaría en reiniciarse la injerencia extranjera en los maestrazgos, dadas las urgencias de capital que el emperador necesitaba. De este modo, en 1546 se firmará un nuevo contrato con los banqueros alemanes.

Luca por su parte ha trabajado con la obra. La repubblica internazioanle del denaro tra il XV e il XVII secolo. Donde ha leído los resultados de dos congresos, uno en Trento Y uno en Bolonia, sobre las redes genovesas en España. Desde los dos, se puede entender como Génova pudo establecer una red económica muy extensa y muy sólida en reino español, empezando desde Sevilla, que fue el centro económico, comercial y financiero de los genoveses.
La cuestión es que las familias genovesas en España eran tanto mercaderes como banqueros, y pudieron hacer préstamos a los reyes españoles. Manteniendo buenas relaciones con la Corte y con los mercaderes castellanos, lo que les permitió moverse en muchas direcciones.
Luego hay descritas unas familias importantes, como Spinola, Centurione, Grimaldi, Doria y Marino, y sus relaciones económicas con el Estado. Unas de estas familias también empezó a comerciar con la América del Sur, ganando dinero con el transporte de ora, plata y esclavos. Todo esto era funcional a que los genoveses pudieron aumentar su poder en la financia y en el campo del préstamo.

Por último, Pablo ha leído de HERNÁNDEZ, B.: "Finanzas y Hacienda en los territorios de la Monarquía Hispánica. Revista de una década historiográfica, 1988 - 1998". En Cuadernos de Historia Moderna. 1998, nº 21, monográfico IV: 267 - 326. Donde en un repaso general, vamos a destacar una serie de autores y obras muy representativos en este sentido:
Dos estudios que van a destacar van a ser los de Miguel Artola (Historia del Antiguo Régimen) y Carmen Sanz (Los banqueros de Carlos II), pues presentan una evolución de contenidos y la modernización metodológica que aquí quedan en referencia.
También vamos a destacar a Jean Pierre Dideu y José Ignacio Ruiz, que presentan el marco del avance del mejor conocimiento de la Historia de la Hacienda, así como los trabajos de Carlos J. de Carlos acerca del Consejo de Hacienda. Bartolomé Yun presenta interesantes trabajos sobre fraude, desviación de fuentes de renta, etc. Y también hay que destacar los trabajos del grupo PAPE acerca de las finanzas en el siglo XVIII.
Acerca de los mercaderes y hombres de negocios sin duda va a destacar Felipe Ruiz Martín que fue el primero que acuñó el término de “pequeño capitalismo nacional”, aunque en este sentido cabe destacar los estudios de Ricardo Rodríguez y su desarrollo del negocio de Simón Ruiz en las décadas centrales del siglo XVI.
También se han estudiado los manejos mercantiles de estas familias y sus conexiones con el sistema de compensación de las ferias de cambios (el propio Ricardo Rodríguez)
Aunque, por ejemplo, Felipe Ruiz Martín también ha dedicado la nómina de protagonistas con profundos estudios, así como R. Ródenas Vilar o J. Martínez Millán y el citado anteriormente Carlos J. de Carlos
Mención destacada en el siglo XVII es la de Carlos Álvarez Nogal sobre los genoveses en el siglo XVII así como los banqueros de Felipe IV, que acaparan el poder financiero en más de una de las monarquías de la época, como mostrado J.F. Dubost en “La France italienne”.
Conectado a este punto, las referencias sobre el tema pueden ampliarse con los estudios realizados sobre la burguesía española durante la Edad Moderna, donde cabe destacar la relación con Holanda (los trabajos de L.M. Enciso; M. Lobo o V. Suárez, así como el expansionismo de algunas potencias de la Europa Septentrional sobre el Mediterráneo (los trabajos de Kellenbenz, G.P. de Divitiis…), etc.
Si un tejido mercantil vigoroso favoreció el desarrollo de sistemas crediticios eficientes, la realización de estudios regionales sobre el marco comercial privado establece los cimientos para ulteriores progresos, como los estudios de zonas de Sevilla de E. Otto, en Aragón de Gómez Zorruquino, en Cataluña de I. Lobato, o en Nápoles en su conexión peninsular de G. Fendia, así como las redes internaciones de relación del próspero sector de mercaderes castellanos de las décadas centrales del XVI (casado Alonso, Fortea, etc.)
De manera más específica, por su influencia sobre las finanzas de Felipe III y Felipe IV también cabe destacar los trabajos alrededor del poderoso sector de los judíos portugueses, así como los de N. Broens, M. Ebben, Sanz Ayán, etc.
[…]
Otro campo de la Historia financiera que se ha beneficiado de sólidos estudios ha sido el del análisis de los mecanismos e instituciones de creación y formalización del crédito. La historia de la banca privada en el siglo XVI (Hernández Esteve o S. Tinoco) y los ensayos de trasladar sus esquemas al ámbito público ha escrito un nuevo capítulo a través de la revisión de uno de los arbitrios más recurrentes de la época: la creación de erarios públicos (P. Swartz, o el mismo Hernández Esteve).
También destacar trabajos sobre el nacimiento efectivo de la deuda pública castellana y los sistemas de crédito general (pilar toboso), respecto a los juros, o B. Bennassar, con censos e inversiones en la Castilla moderna; el tema de los censos al quitar ha sido considerado con una gran amplitud de connotaciones sociales y económicas por José Luís Pereira o también mencionar la original aproximación al fenómeno del crédito público durante el reinado de Felipe II hecha por James Conklin.
Ya para el siglo XVIII modélico análisis de Pedro Pérez Herrero sobre el crédito comercial novohispano, o la monumental obra de Antonio M. Bernal sobre la financiación e la carrera de Indias.


Mercantilismo, Proyectismo y Fisiocracia.

MERCANTILISMO

A la hora de hablar de mercantilismo, lo hacemos como una estructura económica mundial, basada en el juego de suma cero: lo que un país ganaba con el comercio, otro lo perdía. Los principales ejemplos de ello, eran Venecia y Holanda. Se parte así de una visión estática de la riqueza

Y podríamos mencionar los siguientes elementos, como características del mercantilismo:

* Es poblacionista, ya que se considera que un Estado es más rico, cuanta más población tenga. Mención al autor italiano Giovanni Botero, que en Delle cause Della grandezza e magnificenza delle cità, sostiene que la tendencia de la potencia generadora de los hombres tiende a crecer más rápidamente que la potencia nutritiva de los Estados, concluyendo que era razón para desarrollar más la producción, no para frenar el crecimiento de población.

* Es bullonista, creencia de que la moneda, o bien el oro, era la riqueza. El error de esta idea estaría, según Adam Smith, en creer que sólo este sea riqueza.

* Para los países que carecen de oro y plata, los sectores más importantes a defender, son la industria y el comercio.

* El mercantilismo se define como la defensa de la bandeja favorable. Se vende más que se compra, en especial la venta de manufacturas, y se compran materias primas con el fin de atraer divisas.

* El objetivo final es el fortalecimiento del Estado.

Pero el mercantilismo no es una estructura coherente, si no que son unos principios basados en la observación. Además, hay autores que consideran que el mercantilismo podría ser una escuela y, otros que opinan todo lo contrario, ya que no ha existido una escuela de pensamiento que se autodefiniera como mercantilista; ni siquiera una corriente de opinión, consciente de su propia homogeneidad teórica, que pudieran definirse como tal. Para Schmoller, el mercantilismo "en esencia no es más que construcción de Estado, no construir Estado en sentido estricto, sino construir Estado y economía nacional al mismo tiempo".
Hay que tener en cuenta que los pensadores del s. XVI y XVII, no se concebirán como un grupo y, su nombre surgirá en el s. XVIII con un signo peyorativo por parte de Adam Smith, por el abuso que harían del intervencionismo.

Este concepto peyorativo se mantendrá, hasta que en 1874, Roscher publicará una obra que va a concebir el mercantilismo, como algo positivo, ya que permitía un fortalecimiento de poder por parte del Estado. Para Roscher, la política económica alemana estaba basada en tres siglos anteriores, el mercantilismo se reconoce como una escuela coherente, principalmente en los países centroeuropeos y España.
Posteriormente, el mercantilismo recibirá apoyos por autores como Heckscher en 1931. Para él, el mercantilismo era todo un sistema de poder y una política de unificación nacional. Sin embargo, aparecerán críticas procedentes del mundo anglosajón. Viner o Coleman (1969), para los cuales no existirá mercantilismo como tal.

Hablar en España de pensamiento económico en el s. XVI y XVII, es hablar de arbitrismo, escritos elevados al rey y administraciones con el objetivo de proponer una solución y, ayudar así a su rey, esperando que este le reconozca su buena acción. Consiste pues, en un perfeccionamiento de la política económica de la monarquía. Algunos de los hombres más destacados fueron Luís Ortiz, Martínez de la Mata, Álvarez Osorio, Juan de Mariana…

Alonso Ortiz con su obra, Memorial para que no salgan dineros destos reynos, de 1558, es considerado el primer representante del mercantilismo. Schumpeter lo define como “un programa bien razonado de desarrollo industrial”. Por su parte, Hamilton lo considera una formulación temprana de la doctrina de la balanza de comercio, que en general el dominio anglosajón ha atribuido a los autores ingleses de la década de 1620.
Su trabajo consiste en el análisis de las principales partidas de la balanza comercial, a fin de ver aquellas salidas de capital que pueden eliminarse, especialmente las referidas a importaciones de productos elaborados con materia prima castellana, poniendo énfasis en evitar la descapitalización del país, de ahí la crítica a los genoveses en muchos autores también.

EL PROYECTISMO DEL SIGLO XVIII

Hay quien considera que son ajenos a los arbitristas y otros que son afines porque critican los censos. Destaca Bernardo Word (1776), el cual, hablará de riesgos en la productividad, industria… y será el ideólogo del sistema de carreteras que pondrá en marcha Carlos III, el sistema radial

En Inglaterra, el pensamiento económico es heterogéneo, apareciendo autores que buscan lo mejor para su país. Destacaremos cuatro temas:

- Búsqueda de una balanza comercial positiva, basándose en la industria y comercio para atraer metales. Con autores como Mylanes, Misselden y Mun. Del primero de ellos destacan sus obras A Treatise of the Canker of England´s Common Wealth y Consuetudo vel lex mercatoria or the Ancient Law- Merchant, buscando en las alteraciones del cambio las causas de fondo de un desequilibrio de la balanza comercial. A esta idea se le opuso la de Misselden, para el cual, es el superávit o el déficit de la balanza comercial el que hace variar el tipo de cambio. Más que preocuparse por el cambio, el Estado debería fomentar las exportaciones y desalentar las importaciones. Y este será el núcleo de la doctrina mercantilista, que fue expuesta por Mun de una manera más sistemática.

- El estimulo de la producción, la renta y comercio, no tanto para atraer metales, sino para crear empleo, y de esta forma crear riqueza. Destacamos a Cary y Child.

- Child y Locke escribirán en los años 60 del s. XVII, sobre la disminución de la tasa de interés del dinero, debido a un momento de crisis, tras el incendio de Londres (1666), la gran rivalidad con Holanda… La idea básica formulada por Locke es que la libertad individual implica el derecho a disponer del propio trabajo. De ahí seguiría el derecho a la propiedad del producto del propio trabajo, dado que el valor de las mercancías depende de la cantidad de trabajo empleada para producirlas; además, puesto que la tierra se convierte en productiva y adquiere valor sólo con la aplicación del trabajo, también la propiedad privada de la tierra estaría justificada.

- Afán de cuantificación de los números, pesos y medidas, teniendo así, una visión matemática de los problemas económicos. Se buscará reducir las medidas y los pesos a una medición exacta, que irá unido de la mano de la revolución científica, rompiendo con los fundamentos del Antiguo Régimen (desigualdad, privilegios…). Petty no será favorable a la doctrina de la balanza comercial, más exportación y menos importación.

En resumen, los autores ingleses y sus escritos responden a cuestiones particulares, sin querer responder a preguntas en su conjunto.

En Francia, encontraremos reglamentaciones, así como la autosuficiencia del país, basada en una fuerte industria. Los autores principales serán Laffemas, Montchrètien y Colbert, preocupados por cuestiones económicas antes que morales o políticas.

Montchrèstien será el inventor del termino “economía política”, refiriéndose así a una técnica de administración pública, mediante el fomento de la producción de bienes necesarios para el consumo interior, no el comercio internacional.
Colbert como sus predecesores y sucesores intentó incrementar los ingresos del sistema fiscal. Promulgaron numerosas órdenes y decretos con respecto a las características técnicas de los árticulos manufacturados y la conducta de los mercaderes. Fomentaron la multiplicación de gremios con la intención expresa de mejorar el control de calidad, aunque su objetivo real era obtener más beneficios. Subvencionaron las reales fábricas (manufactures royales) para proveer a los señores de la realeza de artículos de lujo y también para establecer nuevas industrias. Por último, para asegurar una balanza de pagos favorable, crearon un sistema de prohibiciones y altos aranceles proteccionistas.

En general, consideraban el comercio como un sistema de juego cero, donde habría que obstaculizar la importación de productos manufacturados. Y la política industrial de Colbert, llegó a la preinscripción por vía administrativa de los procedimientos de fabricación y los controles de calidad.

En Holanda se pondrá un fuerte énfasis en el comercio. Defendiendo un proteccionismo más moderado y, con grandes intereses en las prácticas bursátiles. Creándose la primera bolsa de valores en Ámsterdam.

Joseph de la Vega era un judío de origen español, que escribirá el primer tratado bursátil del mundo, Confusión de confusiones, donde, desde una perspectiva moral, describió las actividades bursátiles para saber que prácticas eran usureras y cuales no, no había un interés económico puesto en ello.

En relación al comercio destacará también la figura de Hugo Grocio, jurista e historiador, su obra principal es De mare liberum, donde defendió la libertad de comercio en aguas internacionales, debido al fuerte interés holandés en entrar en el comercio americano.

FISICOCRACIA

Este aparatado fue el último en el que nos quedamos en clase, dando únicamente una pequeña introducción. Surgida en Francia en el siglo XVIII, la Fisiocracia estuvo muy ligada a la Ilustración, cuyo ejemplo lo encontramos en la obra esencial, Enciclopedia. El principio básico de los fisiócratas era el concepto de derecho natural (le droit natural), pues consideraban que era este el que en última instancia regía el comportamiento económico y social. Igualmente para ellos, la fuente de riqueza está en la tierra. Y por último, podemos destacar como principales representantes a Francois Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot y Pierre Samuel du Pont de Nemours.
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BIBLIOGRAFÍA:
-John Kenneth Galbraith, Historia de la Economía, Ed. Ariel, Barcelona , 1998.
-Ernesto Screpanti y Stefano Zamagni, Panorama de historia del pensamiento económico,Ed.Ariel, Barcelona, 1997.
-Álvaro Gallardo, Historia del pensamiento económico y progreso de la ciencia económica. Una perspectiva pluralista.
-Rondo Cameron y Larry NealL, Historia Económica Mundial desde el Paleolítico hasta el presente. Alianza Editorial, Madrid, 2007.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Memoria de grupo. (10/11/2009)

Esta semana Martín será el observador, sustituyendo a Pablo. Durante esta semana, ambos asistimos al II Seminario Internacional. El mercado de capitales durante la Edad Moderna. Finanzas y deuda pública en Castilla y en los Estados Italianos desde un doble enfoque disciplinar, y como muestra de ello, ya hemos colgado en el blog una serie de resúmenes de dichas conferencias. Además Martín ha leído un capítulo de don Alberto Marcos Martín, titulado Deuda pública, fiscalidad y arbitrios en la Corona de Castilla en los siglos XVI y XVII, el cual trata del incremento del déficit público de la Corona, mencionando que en ningún otro territorio europeo, el crédito público había experimentado un aumento tan espectacular, además de ser los Reyes Católicos los primeros en recurrir a los asientos para la financiación de las guerras en Italia, y no así Carlos V, que prosiguió con la política de sus abuelos. Por otra parte, don Alberto Marcos hace referencia a la prohibición de la exportación de oro y plata por cuenta de particulares entre 1551-1552 y 1560-1566, produciéndose un auge suplementario de las grandes ferias castellanas, e intensificando la actividad de mercado en el interior de la Península, pero dando lugar también a un incremento de la inflación.

Sandra ha encontrado un artículo de don Carlos Javier de Carlos Morales, titulado Carlos V en una encrucijada financiera: las relaciones entre mercaderes- banqueros alemanes, genoveses y españoles en los asientos 1529-1533, sobre el cual, Sandra afirma que podría servirle de ayuda a Martín, porque en él se mencionan numerosos nombres de prestamistas castellanos.

Luca por su parte, ha leído el artículo Una nación, diferentes familias, múltiples redes. Genoveses en Castilla a principios de la Edad Moderna de don David Alonso. El cual, trata sobre los mercaderes genoveses en España a lo largo del siglo XVI, de sus relaciones familiares, su endogamia y, sobre todo de las relaciones que los genoveses tenían con la Corona y los mercaderes españoles. Después explica como era la comunidad genovesa en las ciudades españolas; este punto es de gran importancia porque generalmente se considera que los genoveses eran homogéneos, cuando, en realidad, “no respondieran a un mismo ethos”. Esta característica va a reflejarse sobre los hechos económicos de la Real Hacienda y sobre las relaciones personales, muy importantes en aquella época. Es importante conocer estas relaciones también para explicar como los genoveses pudieron extender sus redes económicas desde Sevilla y Valencia hasta Andalucía, Cartagena, Toledo y Madrid y, también pudieron cómo mantenerlas por muchos años.

Para la próxima semana, Pablo continuará leyendo sobre los artículos en los que está trabajando. Martín leerá obras sobre el autor don Hilario Casado Alonso. Sandra continuará con la obra de Carlos V y sus banqueros y, Luca por último buscará las siguientes obras, Nobilta e investimenti a Genova in Età Moderna; Rapporti Genova- Mediterráneo- Atlántico; y Vomini di affari tra Madrid e Genova.

Por último, mencionar dos cuestiones. La primera de ellas, es que esta semana no realizaremos ninguna entrada respecto al temario de clase, pues Martín será dos semanas observador y se encargará de ello, debido a que esta semana solo tuvimos una clase. Por otro lado, el trabajo en grupo queda repartido de la siguiente manera:

- Pablo: Análisis historiográfico.
- Sandra: Banqueros alemanes.
- Martín: Banqueros castellanos.
- Luca: Banqueros italianos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Crédito público y crédito privado en la Castilla de los siglos XVI y XVII: interferencias y mediatizaciones.
Dr. Alberto Marcos Martín (Catedrático de Historia Moderna, Universidad de Valladolid)

Felipe IV había resuelto valerse de la mitad de los censos de seglares que rentaran más de 30 ducados al año (introduciendo medias annatas, que ya se aplicaban en los juros y que producirían 470.000 ducados, que se sumarían a los 2.000.000 que se esperaban de las medias annatas de los juros). Sin embargo, el Consejo de Hacienda sabía que estas recaudaciones no eran más que teóricas, pues se tenía constancia de que más o menos la mitad de lo que se pretendía rendir se iría en gastos de gestión y recaudación.

Había pues una abundancia de censos, más para necesidades perentorias que para crear riqueza.
Los censos constituían una forma de comprar renta: de “vivir del cupón”, aspecto criticado por los arbitristas (especialmente por Martín de Cellorigo). Quien colocaba su dinero en censos y juros no invertía productivamente, no producía riqueza social. Sólo se compraba una renta anual de quien demandaba capital. Pero es que éstos, además, tampoco incluían estos dineros tomados a préstamo (ni nobles ni concejos ni campesinos). Así, los censos eran más un remedio para la necesidad, como ya hemos dicho.
Sin embargo, este comportamiento resultaba comprensible. Al fin y al cabo, el dinero se desvalorizaba por la inflación y había que reemplazarlo. Pero apenas había estímulos, lo que sumado a la baja productividad, además de la poca colaboración de la corona en las manufacturas, era algo más bien complicado.

A mediados del siglo XVII, la suma de los intereses de los censos corrientes en Castilla ascendían a 1302 millones de maravedíes (300 millones más que en 1638). Y los censos corrían a 2,25-2,5%. El dinero colocado en ellos era de 115-140 millones de ducados (un 115-160% más que en 1638), lo que indica que la inversión en censos (a pesar de su poca rentabilidad), aumentó.
Más de dos terceras partes de capitales impuestos en censos procedían de la Iglesia (el “beneficial eclesiástico”). En este sentido, las cosas habían cambiado, ya que anteriormente la participación de la Iglesia en los censos era menor. Pero ahora su capacidad de intervención estaba intacta, y la participación en censos era de sus actividades preferidas de inversión.

Algunos censos también eran de concejos que hipotecaban bienes propios y de rentas (desde hacía 100 años o incluso más), a pesar de que eran al quitar. Sin embargo, el nivel de endeudamiento fue menor que en el siglo XVI y XVII y, de hecho, debió ser en el XVII cuando se hicieron más significativas las consecuencias del empeño concejil.
Diversas eran las vías de deuda municipal: gastos del ayuntamiento (compra de trigo para el pósito, reparaciones de cierta necesidad, epidemias, fiestas, gastos de guerra, etc.). Pero la causa primera de todas fue el endeudamiento, que radicó en la necesidad de atender a las obligaciones fiscales de la corona. Es decir, la monarquía al requerir de ciudades y villas donativos y dinero extraordinario y/o implicarlos en la enajenación del patrimonio regio, empujaba a estas ciudades a comprar lo que se ponía en vente, induciendo a los endeudamientos municipales, lo que produjo efectos más nocivos incluso que los de la propia fiscalidad regia propiamente dicha.
La corona, al favorecer o provocar la participación de los concejos en un momento en que las necesidades económicas del país eran perentorias, alentó el endeudamiento municipal.

Los ayuntamientos que se vieron obligados a comprar, no tenían la liquidez necesaria para hacerlo, por lo que hubieron de acudir al crédito tomando de dinero a censo de algunos particulares. Lo que ocurría que no pocas veces los miembros de las oligarquías locales se endeudaban. A resulta de ello hipotecaron sus bienes y rentas. Pero no siendo suficientes estas entradas, hubieron de solicitar las más de las veces licencia o facultad para tomar patrimonios comunes del sistema comunitario o para imponer sisas, que el monarca, por supuesto concedía, incluyendo así una segunda fiscalidad que siendo en principio temporal, acababa por general como perpetua, de la que eran directamente responsables las autoridades locales que gestionaban los sistemas de endeudamiento.

Los derechos y bienes públicos concejiles acabaron pagando la factura, además de sufrir desaceptación vecinal, pues se vieron obligados a comprar numerosas tierras baldías.
La enajenación de algunas alcabalas o tercias, rentas en general, cuando eran adquiridas por los conejos, derivaron en situaciones de endeudamiento que afectaron a la propiedad municipal y supusieron nuevas cargas fiscales a la comunidad.
La interposición de demandas del fiscal general del Consejo de Hacienda contra algunos concejos de Andalucía que se negaban a pagar (por ejemplo la propia de ciudad de Granada fue un caso señalado) dio lugar a pleitos en que tenían que pagar cantidades a la Hacienda Regia, que lo hicieron, a censo, aunque enajenando bienes municipales o con cargas fiscales. Lo mismo ocurrió con la venta de oficios, que también se repetía sobre los patrimonios concejiles.
Las ventas de exenciones también supusieron unos endeudamientos: su propia jurisdicción y señorío. Muchos pueblos pertenecientes por ejemplo a encomiendas o cabildos catedralicios se incorporaron a la corona en el XVI y, viendo que podían ir a llegar a pasar a un señor, se compraron a sí mismos, endeudándose; otros en cambio compraron el privilegio de villazgo de por sí y para sí, y lo mismo ocurría con los pueblos dependientes de las Órdenes Militares.

Fue un hecho sumamente frecuente y normal que las localidades incurrieran sucesivamente en varias de estas vías de endeudamiento, llegando a una deuda insoportable, y los que consiguieron liberarse, no lo tuvieron fácil para librarse de todos estos censos y de estas cargas fiscales por la gran presión existente.

Muchas localidades a trancas y a barrancas lograron liquidar estas deudas. Otras, para desembarazarse de ello hubieron de vender lo que habían comprado. En este sentido, el pueblo de Redueña ocupa un caso señalado. Estudiado por Domínguez Ortiz, lo constituyó como el paradigma de esta situación en: “la ruina de la aldea castellana”. Hay que decir que en la Castilla de esa centuria hubo muchas otras Redueñas que se compraron a sí mismas para eximirse de a compra de un particular, pero que incapaces de hacer frente a este endeudamiento se vendieron a los pocos años a quien pudieron.

- Conclusiones

La amplia casuística que se puede manejar con las enajenaciones del patrimonio regio demuestra que la Monarquía abusó de la capacidad de crédito de las haciendas locales.
La corona para mantener su crédito y su política de gasto no tuvo más remedio que aplicar cargas extraordinarias.
La corona nunca puso demasiadas trabas para que los ayuntamientos expidieran su crédito si era ella la receptora de las sumas a crédito. No sólo la corona permitió la constitución de censos sino que concedió a las localidades todas las facultades que necesitaron para la enajenación de propiedades comunes, sisas, etc.
La monarquía alentó la detracción de capitales de la oferta monetaria: miles de maravedíes fueron sustraídos y dirigidos hacia fines no productivos, pudiendo haber tenido mejores empleos de los que en realidad tuvieron.

Rentas pontificias y banca italiana en la España del siglo XVI: una aproximación
Dr. Juan Manuel Carretero Zamora (Catedrático de Historia Moderna, Universidad Complutense de Madrid)

Las colectorías eran instituciones medievales que significaron un vehículo de fortificación del poder pontificio (económico y político)
A finales del siglo XVI la colectoría de España (así llamada), y que desde tiempos de Alejandro VI ocupaba toda Castilla, Navarra, Aragón, Granada y Canarias, llegó a tener una enorme entidad, aunque siguió manteniendo ciertos males crónicos propios de la Monarquía, como el caso de los enfrentamientos jurisdiccionales (con las rentas pontificas, la administración, etc.). Debido a esta importancia, Roma siempre intentó unificar la colectoría y el nuncio papal.

En la transición del siglo XV al XVI las colectorías vieron mermada su capacidad de gestión debido a la indefinición jurídica de los propios colectores, lo que supuso numerosos problemas entre Roma y España; además, el ineficaz sistema de las rentas (al no ser gestionadas por banqueros), y la inexistencia de cauces fluidos para traspasar el dinero hasta Roma, levantaba frecuentemente sospechas. Sin embargo todo esto cambios después el Saco de Roma en que, tras los pactos entre los Médici y Carlos V, se definió el ámbito espacial y su actuación en España. Por otro lado, también se determinaba exactamente las rentas pontificias, y también se consolidó la gestión y explotación de rentas por medio del arrendamiento. Además, se creó un sistema que aseguró la transferencia de capitales entre España y Roma (ya bien diseñado hacia 1506 – 1512)

Pero el gran desarrollo tuvo lugar entre 1530 y 1540 con la llegada a España de un nuevo colector y hombre de negocios, Giovanni Poggio, que logró administrarla magistralmente. Además, consiguió lo que tanto se quería por Roma desde hacía tiempo: vincular el cargo de colector con el de nuncio. Será a partir de este momento cuando la colectoría comience a asociarse con los banqueros italianos:

Los arrendamientos de las rentas caerán en manos italianas: genoveses, principalmente.
Una figura importante será la del depositario general: siempre un gran banquero para dar estabilidad económica introduciendo dinero cuando fuese necesario. Este depositario era el mayor banquero e Carlos V y que será Ansaldo de Grimaldi, depositario de Roma.
Grimaldi tenía una red de agentes, de lo mejor en España, que arrendaban las mejores vacantes. Además de otros tantos que practicaban el tema de las letras de cambio.

Los ingresos de esta época procedían del arrendamiento de vacantes episcopales, además de las annatas y del producto de censos, generalmente a crédito otorgados a monasterios benedictinos. Las renta que producían más dinero, desde el punto de vista de Roma, fueron las rentas y espolios. El monasterio de Moña, la colegiata de Valladolid, el monasterio de Silos, etc. son deudores de censos. También hay varios derechos de concesiones de bulas, aunque suelen tender a desaparecer. Y en relación con esto, las rentas más importantes para las colectorías serán las vacantes (el 75 – 80% del dinero).
Los diezmos eran administrados por un subcolector pero también se arrendaban por hombres vinculados a las ferias de cambio (Villalón, Medina de Rioseco, Medina del camoo, etc.). destacaron en este aspecto Pietro Benedicto de Bosiña y Galván Boniseñe, ambos vinculados con los genoveses. También alguno había español, como Fernando Gutiérrez, que llevó las vacantes de Palencia, así como el tema de las tercias reales y, en última instancia, estaba relación con el cardenal Cisneros.

Buscando por la red encontré este artículo donde, a grandes rasgos, el profesor Carretero Zamora expone lo mismo, aunque más desarrollado y con una serie de datos adjuntos interesantes. Os recomiendo que le echéis un vistazo.

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0325-11952003000100005



Por otro lado, añado también un resumen que ha hecho Sandra donde se destacan las ideas principales acerca de un capítulo realizado por Elena García Guerra llamado “Banca y crédito en España en los siglos XVI, XVII y XVIII” en La economía en la España Moderna, obra conjunta dirigida por Alfredo Alvar Ezquerra.

Dentro de la monarquía hispánica, podemos poner a Castilla como ejemplo de la concentración y especialización de la vida económica del siglo XVI: reserva de metales preciosos, expansión irregular de sus actividades productivas, necesidad de ingresos para financiar guerras y otras actividades, en ámbito privado y público, (tanto el Estado como los particulares se endeudaron y por ese motivo son igual de importantes las finanzas públicas y las privadas)

Dos fenómenos importantes que inciden sobre el crédito público y privado son: por un lado, la llegada de metales americanos que se usarán como materia prima de las relaciones financieras; y por otro lado, los fenómenos de revaluación (resello) y devaluación (baja) de los valores nominales de la moneda de cobre.

Las relaciones crediticias que se llevan a cabo en la monarquía hispánica se enmarcan en un contexto de crecimiento económico (ya desde mediados del siglo XV). Sin embargo, el continuado aumento del gasto público sin que se produjera un aumento similar de la cuantía impositiva y de la eficacia recaudadora, va a provocar el estancamiento económico.

Podemos distinguir cuatro diferentes circuitos de crédito (con su propio campo de actuación pero conectados entre sí) a principios del siglo XVI:
- El del crédito comercial ligado a las letras de cambio y a los hombres de negocio.
- El de los censos.
- El de la deuda pública cuyos títulos eran denominados juros.
- Una red mal conocida, relacionada con la compra de bienes de consumo, y a menudo, unida a la usura.

Según la autora, la deuda pública en los siglos XVI-XVII es responsable de parte de los males de la economía hispana (y más aún, la castellana) pues la suscripción de deuda pública originó capitales a la tesorería real que fueron usados por ésta para la financiación de conflictos externos, dirigiendo hacia otros territorios los aspectos positivos del gasto bélico (demanda de armamento, vestuario, alimentos…).

- Hombres de negocios y banqueros privados

Los banqueros privados eran nombrados por el rey (si ejercían en la Corte) o por regidores (si iban a actuar en las ciudades). Recibían en dinero en depósito de los particulares y de las ciudades provenientes de sus impuestos, abrían cuentas corrientes y utilizaban el sistema de transferencia o giro. Al principio su actividad estaba muy ligada a los comerciantes, pero a medida que la deuda a corto plazo se aumentó, algunos prestarán dinero a la corona.
Su principal instrumento financiero eran las letras de cambio. Éstas se convertirán en la forma más extendida del crédito a corto plazo.

Principalmente, ya en el siglo XVII, eran llamados “hombres de negocios” a los suministradores de crédito (entre otras actividades que ejercían) a la Hacienda Real. Eran comerciantes-banqueros que cuanto más potencial económico tenían, más se alejaban de la mercadería y se acercaban a la actividad financiera.
Para actuar como suministradores de crédito a la monarquía, las principales vías eran conseguir en primer lugar el estatuto de asentista o de factor.
Los factores solían ser descendientes de familias dedicadas en anteriores generaciones a la actividad bancaria. Se encargaban de efectuar las provisiones de dinero y el abastecimiento a la Armada Real (víveres, municiones), donde el rey y el Consejo de Hacienda dispusieran.

- Instituciones dedicadas al crédito

Al margen de la actividad de los particulares, existían instituciones de dependencia real, municipal o privada que se dedicaban al crédito.

Es el caso de las casas de moneda o cecas. Tenían la facultad para dar y recibir dinero en préstamo. Actuaban como centros suministradores de vellón que permitían a ciertos particulares la financiación de diversos negocios. Esos préstamos debían devolverse en plata.
Por otro lado los pósitos eran almacenes de grano que ofrecían a los agricultores préstamos a un bajo interés para paliar épocas de escasez. Aumentaban la oferta de cereales (o facilitaban semillas) buscando una disminución del precio para los consumidores.
Los Montes de Piedad se pueden definir como bolsas o almacenes públicos, los cuales prestaban sin usura dinero y otros bienes a los necesitados con garantía prendaria. Esto quiere decir que el contrato entre el Monte y el prestatario se aseguraba sobre una prenda o “pignus”. Así, ambas partes quedaban obligadas, una a devolver el dinero prestado, y la otra a conservar los “objetos pignorados”.
Al principio ofrecían préstamos sin intereses, aunque más tarde se estableció un interés bajo para los gastos de administración y gestión.
Responden a un intento de la Iglesia por luchar contra la usura.

- El fenómeno de las bancarrotas

Las bancarrotas eran las suspensiones de pagos que se producían cuando el nivel de endeudamiento del rey era tal, que los hombres de negocios se negaban a hacer más asientos.
Se producía entonces la declaración de suspensión de pagos que se realizaba por varios procedimientos:
- Decretoà se informaba de la suspensión de pago de los asentistas por haber llegado la Hacienda Real a una situación de colapso
- Junta del Decretoà formada por miembros del Consejo de Hacienda y por contadores que revisaban las cuentas de los asentistas. Se calculaba lo que se debía incluidos los intereses.
- Diputaciónà a través de ella se organizaban los hombres de negocios afectados. Entre la junta y la diputación solían desatarse numerosas polémicas
- “Medio General”à era el último paso. Se redactaba para reglamentar los sistemas financieros a través de los cuales el rey pagaría a los asentistas sus deudas.

Una idea importante a tener en cuenta sobre este fenómeno, es que el Estado no anulaba sus deudas por lo que los banqueros no perdían lo prestado. Era una operación que convertía la deuda flotante a corto plazo en deuda consolidada a largo plazo sobre futuros ingresos, mediante juros.

EL MERCANTILISMO

EL MERCANTILISMO

A la hora de abordar el mercantilismo, lo haremos desde tres perspectivas:

1- Características principales
2- Historiografía
3- Variantes nacionales (a saber, España, Inglaterra, Francia y Holanda)

El mercantilismo constituye el conjunto de escritos económicos junto a la propia práctica económica que se dan en Europa a partir de mediados del siglo XVI y las décadas centrales del XVII.

El estudio del mercantilismo se puede hacer desde:

1- El pensamiento económico.
2- Como prácticas tomadas.

Como se puede ver, por propia definición, el mercantilismo tiene una cronología ciertamente imprecisa

1. CARACTERÍSTICAS

El objetivo esencial de los mercantilistas era la constitución de un Estado económicamente rico y políticamente poderoso. Se trataba de una política a largo plazo, basada en el desarrollo de las fuerzas productivas y que tendía hacia el logro de un nacionalismo potente y celoso de su autonomía. En consecuencia, los mercantilistas lucharon dentro de sus respectivos países para eliminar las alcabalas, abolir los privilegios locales y el régimen anárquico en materia monetaria, fiscal y de pesas y medidas y, en general, en contra de todo proteccionismo local que significara trabas al libre juego de los intereses económicos.

Como principal característica del mercantilismo cabe destacar el intervencionismo del Estado relacionado con el objetivo principal: el apoyo a las monarquías autoritarias. Sin embargo, no se puede decir que hubiese un “mercantilismo general” para toda Europa, sino que difería en cada país y época, durante la cual sus más destacados representantes sustentaron diversidad de opiniones, llegando a defender aun principios contradictorios. Todo eso se explica atendiendo al hecho de que no había una teoría económica que diera unidad a sus ideas. Aumentó la confusión el hecho de que algunos escritores mercantilistas expusieran sus ideas de forma interesada, debido a que eran comerciantes o representaban intereses comerciales. Este apoyo dependía del tipo de organización económica pues, por ejemplo, en Holanda los escritos que tendrán lugar serán muy diferentes a los castellanos. Así, Hugo Grocio recogerá la doctrina formulada por la Escuela de Salamanca (Francisco de Vitoria, Martín de Azpilcueta, Francisco Suárez...), debatiendo sobre la libertad del comercio y circulación en los mares frente a los monopolios no sólo ibéricos y frente a las dinámicas de guerra económica (embargos, corso, destrucción de recursos, bloqueos,...) o las políticas más proteccionistas.

Los mercantilistas pugnaron por la subordinación del individuo al Estado y porque los recursos se explotaran en beneficio de éste, partiendo del principio de que la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado. Es decir, una expresión de su propio poder. Era, pues, una política que tendía a prestar apoyo a una filosofía nacionalista, interviniendo en la economía, y el principal medio para alcanzar esa meta era lograr una balanza comercial favorable (aspecto que veremos de estos días en adelante), cuyo saldo produjera los tan codiciados metales preciosos.

Esta intervención se desarrolla a partir de una legislación reguladora con dos objetivos:
1) mediar en el desarrollo económico, aumentando la riqueza y el poder las élites;
2) acrecentar el nivel de ingresos fiscales y no fiscales que recibía la monarquía.

El mercantilismo, por consiguiente, no se limita a la intervención y regulación de ciertos sectores de la economía con directa implicación en el sector público, sino que requiere para llevarla adelante la participación activa de agentes privados a los que incorpora en un proyecto común a través de monopolios legales en forma de privilegios, de manera que él también puede contemplarse como una alianza de poder entre Monarquía y un selecto grupo de capitalistas-nobleza-comerciantes. Esas patentes de monopolio venidas u otorgadas por el Estado a grupos de mercaderes dispuestos a coadyuntar a los fines económicos de la Monarquía, en la recaudación de impuestos, la financiación de la guerra o en la acumulación del tesoro en cuando incremento de las reservas metálicas, constituían el meollo del sistema de privilegio monopolista estatal. La Monarquía se apoyaba sobre esta dinámica que, en fin, aumentaba a su vez la riqueza y poder de las élites.

El mercantilismo apoyará políticas proteccionistas mediante la imposición de aranceles; además de reglamentar el comercio exterior, establecer el monopolio de éste e implantar una política colonial restrictiva, ya que del comercio interno sólo se obtenía un simple intercambio de la riqueza del país, mientras que el exterior añadía una cantidad mera de riqueza al mismo, se obtenía saldo favorable. Por otro lado, el centro de atención del mercantilismo es el Estado y no la religión y la moral, como había sucedido durante la Edad Media, ni el individuo y la mercancía, como sucedería años después con la escuela clásica, sino los metales preciosos, oro y plata.

Aunque quizá esté adelantando acontecimientos, pues aún no hemos llegado al tema de la balanza comercial, cabría decir que los mercantilistas abogaban por una población numerosa, laboriosa y con bajos salarios, porque así el país en cuestión obtenía una producción manufacturera importante, lograda a bajos costos que facilitara la exportación de artículos con cierta densidad económica. En otras palabras: aumento de la población y bajos salarios se traducían en una producción abundante y barata que proporcionaba capacidad competitiva en los mercados exteriores.

Bibliografía utilizada:
Blavia Esquirol, A.: Evolución del pensamiento político. Equinoccio. Maracay, 1992.
Miguel Bernal, A.: España, proyecto inacabado. Costes-beneficios del Imperio. Ambos Mundos. Madrid, 2005.
Termes, R.: Antropología del capitalismo. Rialp. Madrid, 2004.
Torres Gaytán, R.: Teoría del comercio internacional. Siglo XXI. México, 2005.
VV.AA.: Prácticas de Historia Económica y mundial y de España. Servicio de publicaciones de la URJC. Madrid, 2001.
También os recomiendo echar un vistazo a una pequeña entrada que colgué hace poco en la que hago un breve repaso del mercantilismo español.

domingo, 8 de noviembre de 2009

El Papa y y la política de la deuda pública en la Edad Moderna

La organización de los sistemas de deuda pública en Europa tienen un elemento en común, la necesidad de hacer frente al creciente desequilibrio entre ingresos y gastos en las cuentas estatales.
La deuda podía asumir la forma de deuda “fluctuante”, originada por los préstamos a corto plazo y con un alto tipo de interés, o de deuda consolidada, con un menor tipo de interés y un plazo de amortización muy largo o indeterminado.
En Italia, las plazas financieras más conocidas eran las de Roma y Génova. Esta última, por su peculiaridad de ciudad autónoma, era también conocida por sus inversiones en el extranjero.
La plaza romana representaba un ejemplo de eficiencia en la gestión de la deuda. Las causas que determinaron este éxito hay que buscarlas en la fiabilidad que el órgano principal de gobierno, la Cámara Apostólica, había sabido mantener a lo largo de los siglos. Esto era debido, principalmente, al poco riesgo y a la estable remuneración del capital respecto a otras inversiones, realmente mucho más marginales en aquel territorio. Además, una administración eficaz y bien definida, representaba una garantía añadida para el suscriptor.


*Aspectos institucionales y organizativos de la gestión del “monte”

En el Estado romano eran dos las formas de gestionar la deuda. La primera, la más difundida y utilizada fue la del sistema de los “montes” (se llamaba así a la recogida de dinero entre varias personas para ejercer una actividad comercial o para realizar actividades de asistencia.); la segunda, la de los oficios vacantes. Estos estaban constituidos por cargos y oficios puestos en venta por la Curia. Quien adquiría uno de estos oficios, lo ejercía hasta su muerte y percibía todas las retribuciones y beneficios a él inherentes. Pero precisamente, el sistema de los “montes”, que apareció después, restó importancia a los oficios que, sin embargo, continuaron siendo vendidos marginalmente hasta que se liquidaron definitivamente por León XIII en 1898.
Monte derivaba del latín mons y además de significar “montaña”, tenía la acepción de masa, montón, cúmulo; precisamente, ése era su significado; efectivamente, la interpretación habitual de monte como deuda venía a representar una masa de monedas prestadas a un organismo para alcanzar determinados fines. Existían diferentes tipos de monte. El primero, se basaba en el tipo de bienes que se daban como garantía de los mismos montes: así los Montes Camerales, tomaban el nombre de la Reverenda Cámara Apostólica. Por otro lado, estaban los Montes Baronales, creados a beneficio de las familias nobles. Éstos recibieron una buena acogida por parte de los ahorradores hasta la segunda mitad del siglo XVI. A partir de ese momento, las cotizaciones de los títulos comenzaron a caer (y, por lo tanto, los rendimientos de los suscriptores) por las dificultades de aquellas familias para saldar regularmente sus obligaciones financieras. Después, estaban los Montes Comunitarios, que impulsaban las administraciones municipales. Tales montes presentan características diferentes, pero esencialmente mantienen los aspectos organizativos de este tipo de préstamos, desde el tipo de interés a la moneda de cuenta utilizada. El capital recogido en los montes de Bolonia y Ferrara era notable, hasta tal punto de ser considerados como la segunda y tercera comunidad del Estado, respectivamente, por la amplitud y gestión administrativa de la deuda. Formaban parte de esta categoría de montes los préstamos suscritos a favor de la ciudad de Roma.
Un segundo tipo de monte, derivaba de la razón que había llevado a su institución o al nombre del papa que había proveído a su creación o de su duración; finalmente, también se distinguían en función de su mayor o menor tiempo para su redención. Esta cláusula algunas veces no venía siquiera especificada; en este caso, se dejaba a los administradores de la deuda un enorme margen de autonomía para establecer el plazo de amortización.
Los montes y en consecuencia, los títulos emitidos, que se conocían como “luoghi di monte” para indicar una fracción de ellos, podían ser vacantes: en este caso, los títulos estaban ligados a la vida del suscriptor por lo que en el momento de la muerte no podían ser transmitidos a los herederos, por tanto, el “luogo di monte” volvía con titularidad plena a la Cámara Apostólica que lo restituía al mercado ofreciéndolo al precio corriente; de esta forma conseguía un beneficio neto. Además, dada su condición de negociables, los títulos podían pasar de mano en mano pero el último comprador, a su muerte, perdía la titularidad. Los títulos no vacantes podían transmitirse a los herederos. Estas condiciones, naturalmente, se reflejaban en los tipos de interés nominal que eran más altos en el caso de los títulos vacantes puesto que el riesgo era mayor.
Los “luoghi di monte” representaban la inversión más segura para el ahorrador y, por tanto, la gestión de la deuda debía hacerse de manera tranquilizadora, con la vista en conseguir medios financieros para aumentar los ingresos de cara a los gastos cada vez más crecientes.
El interés nominal sobre los “montes” no vacantes (fijado en el chirografo que instituía el “monte” e interdependiente de los movimientos del mercado secundario) de un 10% inicial pasó al 7% en los años sesenta del siglo XVI hasta colocarse alrededor del 6% a finales de siglo para después bajar al 4% en el periodo 1656-1683 y al 3% entre 1685 y todo el siglo XVIII. En tiempos del papa Alejandro VII (1655-1667) se intentaron subsanar las finanzas conteniendo la deuda mediante una primera transformación de diferentes “montes” vacantes en no vacantes, reduciéndoles precisamente también los intereses nominales. A los “montistas” se les dio la facultad de escoger entre suscribir el nuevo “monte” (cada viejo título se igualaba con título y medio del nuevo) o ser reembolsados a la par por los títulos poseídos. La obra de contención de los gastos de la deuda que absorbían más del 50% de los ingresos de las cuentas de la Cámara continuó mediante la extinción de los viejos “montes” no vacantes que rendían el 4% y la creación de otros nuevos a un tipo de interés inferior, dejando a los “montistas” la facultad de ser reembolsados a la par (es decir, 100 escudos por título) o de transferir la titularidad sobre los nuevos “montes” con un interés del 3%. Éste era el interés corriente para todos los “luoghi di monte” desde que Inocencio XI, en 1683, puso en marcha una compleja operación de unificación y de conversión con el objetivo -conseguido sólo en parte-, de unificar la deuda pública. Por supuesto, esta maniobra de aligerar la deuda vino acompañada de ahorros en el gasto obtenidos mediante recortes de los oficios vacantes y reducción de los gastos de personal y de naturaleza varia. Los “luoghi di monte” tenían un precio de emisión igual a 100 escudos, pero al ser títulos que se podían transferir libremente, tenían un mercado creciente y era fácil darles salida incluso a un precio superior al de la emisión (naturalmente, el órgano emisor cobraba sólo el valor nominal del título).
En el vértice de la administración estaban el papa –quien autorizaba con chirografo pontificio la institución de un nuevo “monte”-, y la Cámara Apostólica la cual -en la figura del tesorero general que autorizaba la mayor parte de las actuaciones de los diferentes secretarios- tenía la responsabilidad de coordinar las diferentes estructuras administrativas y -mediante el depositario general- de controlar y gestionar el movimiento financiero y de caja.
La gestión del “monte”, que tenía su sede administrativa en Roma, se efectuaba a través de cuatro oficinas: la secretaría del monte (segreteria), la contaduría del monte (computisteria del monte), unida en 1732 a la contaduría general (computistería generale) y la depositaría (depositeria).
La secretaría llevaba a cabo desde siempre la efectiva administración y en su vértice se situaba un administrador.
La contaduría del monte era la oficina en la que se llevaba la contabilidad: efectivamente, entre sus varias funciones la principal era la de redactar la lista completa y actualizada de los suscriptores que se pasaba al depositario, con la indicación de los títulos que pertenecían a cada acreedor y haciendo también útiles listas alfabéticas.
La contaduría general regulaba todos los gastos del estado y sobre la base de los datos que le proporcionaba la contaduría del monte, reagrupaba las partidas de cada uno de los “montes”. Mediante el motu proprio de 16 de enero de 1732, Clemente XII Corsini unió la contaduría general con la de los montes. La contaduría general fue objeto de reformas que modificaron su estructura organizativa y administrativa. Entre ellas, la del papa Próspero Lambertini, Benedicto XIV, del año 1746, sancionada con la constitución Apostolicae Sedis Aerarius, que respondía a la exigencia de tener un mayor control contable a través también de la activación de un proceso de centralización común ya a todos los Estados europeos.
Las funciones principales de la depositaría consistían en pagar los intereses a los plazos prefijados y en la devolución de los títulos extractados: podría decirse que era la caja para los pagos.


* La posibilidad de negociar los “luoghi di monte”

La comercialización, el paso de los títulos de un poseedor a otro incidía en su precio, el cual variaba según la oferta y la demanda que hubiera en el mercado secundario. Éstas no eran insensibles, obviamente, a la naturaleza y a los derechos que llevaban incorporados los títulos. La financiación de los gastos por causas contingentes como guerras, carestías, obras públicas se efectuaba cada vez más a través de la creación de deuda pública.
La emisión de los “luoghi” la gestionaba la Cámara Apostólica, otras veces la emisión total de títulos de un “monte” –sobre todo en el siglo XVI y en el XVIII- la adquiría un financiero, a menudo de nacionalidad extranjera, como sucedió en el caso de los mercaderes florentinos Marcantonio Ubaldini y compañía que compraron el Monte Sisto vacante; aún más, sobre todo en el siglo XVIII, eran el Monte de Piedad y el Banco de Santo Spirito quienes se ocupaban de la cesión de los títulos. Si en un principio, la institución del sistema de los “montes” pudo ser considerada como una operación extraordinaria para encontrar capitales de modo inmediato, a largo plazo representó casi un ingreso ordinario por expresa voluntad política de los pontífices.
La emisión de títulos de deuda fue muy notable a lo largo de los siglos XVI y XVII; en cuanto al siglo XVIII, experimentó una leve caída en la primera mitad, para después crecer nuevamente a finales. De hecho, Pío VI (1775-1799) acudió repetidamente a este recurso de la deuda pública para realizar sus proyectos reformistas dirigidos a impulsar la economía pontificia; la curva ascendente de la deuda se interrumpió con la llegada de la República jacobina en 1798.
El gran éxito obtenido por este servicio financiero en el Estado de la Iglesia, a pesar de los gravámenes, se debía al hecho de que se diferenciaba de los anteriores sistemas ligados a la coerción de los contribuyentes y a la relación con los banqueros, al insertarse en el mercado financiero en directa competencia con otras formas de empleo del dinero. Era una manera de dirigirse directamente al mercado de los capitales donde imperaba el dominio de los préstamos entre particulares. Además la renta financiera estaba revestida de una importancia social en cuanto que los capitales obtenidos con las suscripciones y utilizados a menudo en asistencia, directa o indirecta, y en obras públicas se diseminaba por los recovecos del tejido urbano y representaba una inversión política encaminada a mantener la seguridad de la sociedad.
Por parte de los órganos de gobierno se incidía en el aspecto de las garantías de los “montes”, o de la dote, para infundir confianza en los inversores: se hacía todo lo posible para que fuese segura para el suscriptor la posibilidad de cobrar con regularidad los intereses y de obtener la devolución del capital.
Precisamente porque la retribución regular de los intereses sobre los títulos suscritos se consideraba algo necesario para que la Cámara Apostólica mantuviese una buena imagen de seguridad y estabilidad, al pago de los intereses se destinaban los “ingresos ciertos” o ingresos de naturaleza fiscal y patrimonial. La regularidad de los pagos era fundamental para infundir seguridad y permitir a los órganos de gobierno contar en cualquier momento con un número abundante de operadores dispuestos a suscribir títulos públicos. Si lo comparamos con Europa, un ejemplo cercano al romano es el holandés; la intervención de la Banca de Amsterdam había atraído fondos exteriores, dado estabilidad a las operaciones y proporcionado a los mismos mercaderes depósitos de segura fiabilidad. Particularmente en Holanda, la confianza en la honradez de la administración financiera fue sólida hasta los últimos años del siglo XVIII, cuando el secreto que rodeaba las finanzas públicas hizo sospechar que se escondían fenómenos de corrupción.
También la minuciosa reglamentación, respecto al ritual administrativo, era un testimonio concreto, un factor más de la tutela sobre los ahorradores.
Además del beneficio económico, al suscriptor se le garantizaban una serie de ventajas colaterales, sobre todo a través del mercado secundario, muy consolidado. Los títulos eran fácilmente negociables y esto aseguraba al suscriptor que si tenía necesidad de liquidez inmediata, podía deshacerse rápidamente de ellos. La misma Cámara Apostólica invitaba a los “montistas” a reinvertir los capitales obtenidos por títulos de otros “montes” y ella misma inducía a esta práctica suscribiendo títulos a su nombre mediante el tesorero general.
Cualquiera podía adquirir o poseer títulos: hombres de iglesia, órdenes religiosas, menores, mujeres, discapacitados o extranjeros. Por otro lado, los titulares de los “luoghi” estaban exentos del secuestro y de la confiscación de los títulos aunque hubieran delinquido, excepto en los delitos de lesa majestad o herejía. De este modo, la creciente demanda estatal de crédito era cubierta por préstamos de instituciones o particulares.
Muy amplia era la multitud de ahorradores de clase media que invertían modestos capitales en la adquisición de títulos o de partes de títulos (spezzatura) en los que éstos se dividían; por tanto, gran parte de la población podía convertirse en propietaria de deuda pública; numeroso era, de hecho, el ejército de pequeños ahorradores que percibían un interés en función de la porción del título que poseyeran.
En el estado actual de las investigaciones, la erección de montes se remonta a Clemente VII, elegido en el año 1523 y de origen florentino. El primer “monte” lo instauró en 1526 para ayudar al emperador Carlos V contra Solimán II, emperador de los turcos. De esta forma, el pontífice endeudó los dominios de la Santa Sede emitiendo al mercado 2.000 títulos de dicho “monte”. Siguiendo su ejemplo, Pablo IV (1555-1559) con el objetivo de ayudar al rey de Francia contra los heréticos hugonotes, erigió el Monte Pio, el Monte Soccorso primo, Soccorso secondo y el de Aviñón, con una emisión total de 10.000 títulos que equivalían a un millón de escudos de deuda. Estos montes se hicieron confluir, después de la reforma de Alejandro VII, en el Monte Recuperato o Ristorato.
En 1571, Pío V aumentó el número de títulos del Monte delle Fede, del Monte Novennale, erigió otros nuevos como el de las Leggi o el de Religione, equivalentes a dos millones de escudos, además de adoptar otras medidas de naturaleza financiera como consecuencia de su alianza con el rey de España y los venecianos quienes lucharon contra Selim II en la batalla de Lepanto.
También Sixto V (1585-1590) contribuyó a defender la “causa católica” ayudando a Felipe II contra Inglaterra para liberar a María Estuardo, prima católica de Isabel I. Con este propósito, se instituyó el Monte San Bonaventura por un total de 300.000 escudos y con 3.000 títulos.
Posteriormente, otros “montes” se crearon para expediciones militares, para construir fortificaciones, para las obras de los puertos de Ancona y Civitavecchia y de su arsenal; se conoce un Monte Difesa vacante instituido en 1663 y extinguido en 1664, así como otro llamado Difesa non vacante que estuvo vigente entre 1663 y 1685 o el Difesa vacante de nueva erección creado en 1708 por Clemente XI para afrontar gastos militares extraordinarios con ocasión de la Guerra de Sucesión. En total, el historiador Marchetti ha calculado que a la defensa de la causa católica se destinaron alrededor de 19.632.143 escudos entre 1542 y 1716, sobre todo gracias a la deuda pública.
El año 1526 nos representó un hito particularmente significativo pues la costumbre de recurrir al ahorro privado era antigua, bajo varias formas tanto a nivel central como periférico. La existencia misma de los “montes” generados por la venta a particulares de los títulos de la deuda es anterior a esa fecha. Es precisamente la documentación relativa a la financiación pública de las restauraciones de los puertos fortaleza la que nos permite situar con una mejor perspectiva histórica el suceso de 1526. En concreto, hablamos del texto de una bula de Nicolás V (el documento está fechado el 29 de julio de 1454) por la que el papa autorizaba y confirmaba una iniciativa que el grupo dirigente del consejo municipal de Ancona había ya deliberado. El papa estaba de acuerdo con la necesidad, sentida por la ciudad, de potenciar las estructuras mercantiles y defensivas del puerto de Ancona, el cual se encontraba en decadencia debido tanto a las incursiones de los piratas como a la ocupación turca del Mediterráneo oriental, agravada desde la caída de Constantinopla, acaecida un año antes. Este acontecimiento había interrumpido o dificultado el tráfico con Oriente y en este sentido, Ancona era uno de los puertos más afectados.
El papa, por tanto, aprobaba la iniciativa del consejo de la ciudad de recoger “unum montem publicum Magne quantitatis pecunie” y de asignar a la “goberrnationem” del monte algunos oficiales de la ciudad con el poder para ofrecer los títulos del “monte” al ahorro privado al mejor precio posible y con un interés anual del 5% sobre el valor nominal de los títulos vendidos. Ésta es seguramente una de las primeras ocasiones en la que se encuentra en un documento financiero del Estado de la Iglesia el término “monte” para indicar la recogida pública del ahorro privado, si bien el documento hace referencia a un “monte” aún más antiguo, pero no muy especificado, del que no se conocen más datos. El hecho de que se trate de una verdadera operación de creación de la deuda pública lo prueban también posteriores justificaciones que el papa confiere a la operación; concretamente, él observaba que quienes hubieran comprado títulos habrían obtenido un “lucrum”, es decir, un beneficio, ciertamente inferior al generado por la actividad mercantil pero habrían hecho un gran bien a la colectividad y habría sido posible proporcionar una renta anual a diferentes sujetos económicos considerados débiles. Naturalmente, el papa olvidaba añadir que en caso de caída de los niveles del beneficio mercantil, la deuda pública se hubiera convertido en la primera inversión refugio precisamente para las clases económicamente dominantes.
La aplicación de los reglamentos generales de la deuda pública pontificia a las intervenciones sobre las obras públicas gestionadas por las instituciones locales no presentaba especiales dificultades. Como ya sucedía en el terreno fiscal, también en este ámbito la institución local no era plenamente autónoma en sus decisiones, existía un dirigismo y control previo por parte de las autoridades centrales.
Las instituciones locales interesadas en la localización de capitales podían acudir a dos formas principales de captación: o se insertaban en un “monte” de la Cámara central beneficiándose de una parte alícuota de lo recogido, que se adjudicaba a su cargo en lo que respectaba al pago de los intereses; o pedían autorización para crear un propio y específico “monte” cuya gestión, desde la captación hasta la extinción, permanecía en sus manos, si bien bajo el control general de los organismos centrales. El significado económico último de similares operaciones era la utilización del rendimiento de algunos impuestos para el pago de los intereses y para la restitución, cuando fuese necesario, del capital. La utilización de dicho rendimiento debía autorizarla la autoridad financiera central pues podría tratarse de impuestos destinados a la Cámara Apostólica y, de todas formas, debía pasar por el filtro de las autoridades locales. La imposición que se utilizaba para estos fines podía ser antigua o crearse ex profeso.

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Dr. Donatella Strangio (Professoressa Associata di Storia Economica, Università degli Studi di Roma "La Sapienza"), Il Papa e la politica del debito pubblico in Età Moderna.