EL MERCANTILISMO
A la hora de abordar el mercantilismo, lo haremos desde tres perspectivas:
1- Características principales
2- Historiografía
3- Variantes nacionales (a saber, España, Inglaterra, Francia y Holanda)
El mercantilismo constituye el conjunto de escritos económicos junto a la propia práctica económica que se dan en Europa a partir de mediados del siglo XVI y las décadas centrales del XVII.
El estudio del mercantilismo se puede hacer desde:
1- El pensamiento económico.
2- Como prácticas tomadas.
Como se puede ver, por propia definición, el mercantilismo tiene una cronología ciertamente imprecisa
1. CARACTERÍSTICAS
El objetivo esencial de los mercantilistas era la constitución de un Estado económicamente rico y políticamente poderoso. Se trataba de una política a largo plazo, basada en el desarrollo de las fuerzas productivas y que tendía hacia el logro de un nacionalismo potente y celoso de su autonomía. En consecuencia, los mercantilistas lucharon dentro de sus respectivos países para eliminar las alcabalas, abolir los privilegios locales y el régimen anárquico en materia monetaria, fiscal y de pesas y medidas y, en general, en contra de todo proteccionismo local que significara trabas al libre juego de los intereses económicos.
Como principal característica del mercantilismo cabe destacar el intervencionismo del Estado relacionado con el objetivo principal: el apoyo a las monarquías autoritarias. Sin embargo, no se puede decir que hubiese un “mercantilismo general” para toda Europa, sino que difería en cada país y época, durante la cual sus más destacados representantes sustentaron diversidad de opiniones, llegando a defender aun principios contradictorios. Todo eso se explica atendiendo al hecho de que no había una teoría económica que diera unidad a sus ideas. Aumentó la confusión el hecho de que algunos escritores mercantilistas expusieran sus ideas de forma interesada, debido a que eran comerciantes o representaban intereses comerciales. Este apoyo dependía del tipo de organización económica pues, por ejemplo, en Holanda los escritos que tendrán lugar serán muy diferentes a los castellanos. Así, Hugo Grocio recogerá la doctrina formulada por la Escuela de Salamanca (Francisco de Vitoria, Martín de Azpilcueta, Francisco Suárez...), debatiendo sobre la libertad del comercio y circulación en los mares frente a los monopolios no sólo ibéricos y frente a las dinámicas de guerra económica (embargos, corso, destrucción de recursos, bloqueos,...) o las políticas más proteccionistas.
Los mercantilistas pugnaron por la subordinación del individuo al Estado y porque los recursos se explotaran en beneficio de éste, partiendo del principio de que la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado. Es decir, una expresión de su propio poder. Era, pues, una política que tendía a prestar apoyo a una filosofía nacionalista, interviniendo en la economía, y el principal medio para alcanzar esa meta era lograr una balanza comercial favorable (aspecto que veremos de estos días en adelante), cuyo saldo produjera los tan codiciados metales preciosos.
Esta intervención se desarrolla a partir de una legislación reguladora con dos objetivos:
1) mediar en el desarrollo económico, aumentando la riqueza y el poder las élites;
2) acrecentar el nivel de ingresos fiscales y no fiscales que recibía la monarquía.
El mercantilismo, por consiguiente, no se limita a la intervención y regulación de ciertos sectores de la economía con directa implicación en el sector público, sino que requiere para llevarla adelante la participación activa de agentes privados a los que incorpora en un proyecto común a través de monopolios legales en forma de privilegios, de manera que él también puede contemplarse como una alianza de poder entre Monarquía y un selecto grupo de capitalistas-nobleza-comerciantes. Esas patentes de monopolio venidas u otorgadas por el Estado a grupos de mercaderes dispuestos a coadyuntar a los fines económicos de la Monarquía, en la recaudación de impuestos, la financiación de la guerra o en la acumulación del tesoro en cuando incremento de las reservas metálicas, constituían el meollo del sistema de privilegio monopolista estatal. La Monarquía se apoyaba sobre esta dinámica que, en fin, aumentaba a su vez la riqueza y poder de las élites.
El mercantilismo apoyará políticas proteccionistas mediante la imposición de aranceles; además de reglamentar el comercio exterior, establecer el monopolio de éste e implantar una política colonial restrictiva, ya que del comercio interno sólo se obtenía un simple intercambio de la riqueza del país, mientras que el exterior añadía una cantidad mera de riqueza al mismo, se obtenía saldo favorable. Por otro lado, el centro de atención del mercantilismo es el Estado y no la religión y la moral, como había sucedido durante la Edad Media, ni el individuo y la mercancía, como sucedería años después con la escuela clásica, sino los metales preciosos, oro y plata.
Aunque quizá esté adelantando acontecimientos, pues aún no hemos llegado al tema de la balanza comercial, cabría decir que los mercantilistas abogaban por una población numerosa, laboriosa y con bajos salarios, porque así el país en cuestión obtenía una producción manufacturera importante, lograda a bajos costos que facilitara la exportación de artículos con cierta densidad económica. En otras palabras: aumento de la población y bajos salarios se traducían en una producción abundante y barata que proporcionaba capacidad competitiva en los mercados exteriores.
Bibliografía utilizada:
Blavia Esquirol, A.: Evolución del pensamiento político. Equinoccio. Maracay, 1992.
Miguel Bernal, A.: España, proyecto inacabado. Costes-beneficios del Imperio. Ambos Mundos. Madrid, 2005.
Termes, R.: Antropología del capitalismo. Rialp. Madrid, 2004.
Torres Gaytán, R.: Teoría del comercio internacional. Siglo XXI. México, 2005.
VV.AA.: Prácticas de Historia Económica y mundial y de España. Servicio de publicaciones de la URJC. Madrid, 2001.
A la hora de abordar el mercantilismo, lo haremos desde tres perspectivas:
1- Características principales
2- Historiografía
3- Variantes nacionales (a saber, España, Inglaterra, Francia y Holanda)
El mercantilismo constituye el conjunto de escritos económicos junto a la propia práctica económica que se dan en Europa a partir de mediados del siglo XVI y las décadas centrales del XVII.
El estudio del mercantilismo se puede hacer desde:
1- El pensamiento económico.
2- Como prácticas tomadas.
Como se puede ver, por propia definición, el mercantilismo tiene una cronología ciertamente imprecisa
1. CARACTERÍSTICAS
El objetivo esencial de los mercantilistas era la constitución de un Estado económicamente rico y políticamente poderoso. Se trataba de una política a largo plazo, basada en el desarrollo de las fuerzas productivas y que tendía hacia el logro de un nacionalismo potente y celoso de su autonomía. En consecuencia, los mercantilistas lucharon dentro de sus respectivos países para eliminar las alcabalas, abolir los privilegios locales y el régimen anárquico en materia monetaria, fiscal y de pesas y medidas y, en general, en contra de todo proteccionismo local que significara trabas al libre juego de los intereses económicos.
Como principal característica del mercantilismo cabe destacar el intervencionismo del Estado relacionado con el objetivo principal: el apoyo a las monarquías autoritarias. Sin embargo, no se puede decir que hubiese un “mercantilismo general” para toda Europa, sino que difería en cada país y época, durante la cual sus más destacados representantes sustentaron diversidad de opiniones, llegando a defender aun principios contradictorios. Todo eso se explica atendiendo al hecho de que no había una teoría económica que diera unidad a sus ideas. Aumentó la confusión el hecho de que algunos escritores mercantilistas expusieran sus ideas de forma interesada, debido a que eran comerciantes o representaban intereses comerciales. Este apoyo dependía del tipo de organización económica pues, por ejemplo, en Holanda los escritos que tendrán lugar serán muy diferentes a los castellanos. Así, Hugo Grocio recogerá la doctrina formulada por la Escuela de Salamanca (Francisco de Vitoria, Martín de Azpilcueta, Francisco Suárez...), debatiendo sobre la libertad del comercio y circulación en los mares frente a los monopolios no sólo ibéricos y frente a las dinámicas de guerra económica (embargos, corso, destrucción de recursos, bloqueos,...) o las políticas más proteccionistas.
Los mercantilistas pugnaron por la subordinación del individuo al Estado y porque los recursos se explotaran en beneficio de éste, partiendo del principio de que la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado. Es decir, una expresión de su propio poder. Era, pues, una política que tendía a prestar apoyo a una filosofía nacionalista, interviniendo en la economía, y el principal medio para alcanzar esa meta era lograr una balanza comercial favorable (aspecto que veremos de estos días en adelante), cuyo saldo produjera los tan codiciados metales preciosos.
Esta intervención se desarrolla a partir de una legislación reguladora con dos objetivos:
1) mediar en el desarrollo económico, aumentando la riqueza y el poder las élites;
2) acrecentar el nivel de ingresos fiscales y no fiscales que recibía la monarquía.
El mercantilismo, por consiguiente, no se limita a la intervención y regulación de ciertos sectores de la economía con directa implicación en el sector público, sino que requiere para llevarla adelante la participación activa de agentes privados a los que incorpora en un proyecto común a través de monopolios legales en forma de privilegios, de manera que él también puede contemplarse como una alianza de poder entre Monarquía y un selecto grupo de capitalistas-nobleza-comerciantes. Esas patentes de monopolio venidas u otorgadas por el Estado a grupos de mercaderes dispuestos a coadyuntar a los fines económicos de la Monarquía, en la recaudación de impuestos, la financiación de la guerra o en la acumulación del tesoro en cuando incremento de las reservas metálicas, constituían el meollo del sistema de privilegio monopolista estatal. La Monarquía se apoyaba sobre esta dinámica que, en fin, aumentaba a su vez la riqueza y poder de las élites.
El mercantilismo apoyará políticas proteccionistas mediante la imposición de aranceles; además de reglamentar el comercio exterior, establecer el monopolio de éste e implantar una política colonial restrictiva, ya que del comercio interno sólo se obtenía un simple intercambio de la riqueza del país, mientras que el exterior añadía una cantidad mera de riqueza al mismo, se obtenía saldo favorable. Por otro lado, el centro de atención del mercantilismo es el Estado y no la religión y la moral, como había sucedido durante la Edad Media, ni el individuo y la mercancía, como sucedería años después con la escuela clásica, sino los metales preciosos, oro y plata.
Aunque quizá esté adelantando acontecimientos, pues aún no hemos llegado al tema de la balanza comercial, cabría decir que los mercantilistas abogaban por una población numerosa, laboriosa y con bajos salarios, porque así el país en cuestión obtenía una producción manufacturera importante, lograda a bajos costos que facilitara la exportación de artículos con cierta densidad económica. En otras palabras: aumento de la población y bajos salarios se traducían en una producción abundante y barata que proporcionaba capacidad competitiva en los mercados exteriores.
Bibliografía utilizada:
Blavia Esquirol, A.: Evolución del pensamiento político. Equinoccio. Maracay, 1992.
Miguel Bernal, A.: España, proyecto inacabado. Costes-beneficios del Imperio. Ambos Mundos. Madrid, 2005.
Termes, R.: Antropología del capitalismo. Rialp. Madrid, 2004.
Torres Gaytán, R.: Teoría del comercio internacional. Siglo XXI. México, 2005.
VV.AA.: Prácticas de Historia Económica y mundial y de España. Servicio de publicaciones de la URJC. Madrid, 2001.
También os recomiendo echar un vistazo a una pequeña entrada que colgué hace poco en la que hago un breve repaso del mercantilismo español.
Te ruego disculpes la modestia de mi intelecto que sin duda es responsable de mi dificultad para comprender la dicotomía que brindas en tu resumen en referencia a los posibles enfoques con que puede realizarse el estudio del mercantilismo, esto es, "el pensamiento económico" y "como prácticas tomadas". Al margen de la ininteligibilidad que se deriva de la digresión sintáctica en la expresión ulterior, ¿podrías precisar un poco más los conceptos a fin de clarificar las nociones erróneas que podamos albergar el resto de compañeros?
ResponderEliminarAl hilo de lo anterior, y continuando con esta línea de truncada transmisión cognoscitiva, confesaré que tampoco termino de entender de qué manera puede identificarse un medio encaminado a lograr un fin determinado con una manifestación de dicho fin. Aludo, naturalmente, al momento en que infieres de la premisa “la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado” que el mercantilismo es “una expresión de su propio poder [del Estado]”. Que lo sea o no poco importa habida cuenta del error en que se ha incurrido en el proceso deductivo, como sucede en este particular.
Otro punto que adolece quizás de menor rigor interpretativo es el referente al sedicente grupo de “capitalistas-nobleza-comerciantes” que invocas como una especie de areópago cuyo motu primo parece ser un improbable altruismo en pos del Estado. Parece hecho inopinable que si estos mercaderes están dispuestos a “coadyuntar” [sic] (¿coadyuvar?) a los fines económicos de la monarquía se deberá fundamentalmente al lucro propio, de tal modo que su excelente disposición no reposa en otro elemento más allá del mero interés en la obtención de dicho beneficio. Si por cualquier motivo consideras desacertadas estas últimas observaciones, deberías entonces revisar el término “capitalista” que aplicas a estos grupos – y aun estando de acuerdo no creo que sea indiscreción recomendarte que reconsideres su aplicación al contexto en cuestión –, dado que el concepto arrastra implicaciones nada adecuadas en un ámbito mercantilista. Hecho éste que me desconcierta desconozcas, máxime cuando es expresado de modo categórico y sin ambages en uno de los libros que indudablemente has manejado, puesto que lo citas en la bibliografía: “El capitalismo no debe, ni puede, asimilarse al mercantilismo” (Termes, 2004; 145). A lo sumo, señala Termes, puede hablarse de un “capitalismo monopolístico del Estado” (Ibídem, 134), que en cualquier caso no ha lugar a identificar esa burguesía incipiente, ni muchísimo menos a la nobleza, con la figura del hombre capitalista.
Finalmente, en lo relativo a la moral que, como muy bien señalas, abandona ese puesto predominante en favor del Estado, es interesante advertir que sigue siendo un componente de peso muy presente en el sistema, hecho que podemos colegir a partir de la existencia del libro de Mª Cristina Ríos Espinosa, “Fundamentación Ética del Mercantilismo”, basada en los estudios de Bernard Mandeville.
ResponderEliminarAprovechando que mi discurso versa acerca de moralidad y ética, me permito aconsejarte con encarecimiento que, cuando tomes prestadas ideas de otros autores, no te limites a mencionarlos en la bibliografía, particularmente cuando dichas ideas son tomadas de manera literal y se extienden a lo largo de varios párrafos. Me refiero, claro está, a las líneas que recoges en tu texto, y que pueden ser encontradas íntegramente en las páginas 32 y 36 del libro de Torres Gaytán, R. Teoría del comercio internacional:
“El objetivo esencial de los mercantilistas era la constitución de un Estado económicamente rico y políticamente poderoso. Se trataba de una política a largo plazo, basada en el desarrollo de las fuerzas productivas y que tendía hacia el logro de un nacionalismo potente y celoso de su autonomía. En consecuencia, los mercantilistas lucharon dentro de sus respectivos países para eliminar las alcabalas, abolir los privilegios locales y el régimen anárquico en materia monetaria, fiscal y de pesas y medidas y, en general, en contra de todo proteccionismo local que significara trabas al libre juego de los intereses económicos”. (Torres, 2005; 32)
“[P]ugnaron por la subordinación del individuo al Estado y porque los recursos se explotaran en beneficio de éste, partiendo del principio de que la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado. [...] Era, pues, una política que tendía a prestar apoyo a una filosofía nacionalista, interviniendo en la economía, y el principal medio para alcanzar esa meta era lograr una balanza comercial favorable (aspecto que veremos de estos días en adelante), cuyo saldo produjera los tan codiciados metales preciosos.” (Ibídem)
“[A]bogaban por una población numerosa, laboriosa y con bajos salarios, porque así el país en cuestión obtenía una producción manufacturera importante, lograda a bajos costos que facilitara la exportación de artículos con cierta densidad económica.” (Ibídem, 36)
Desconozco si el grueso del escrito ha sido confeccionado de igual manera, o si de igual modo esta escandalosa práctica de plagio ha sido una constante en el resto de entradas, pero como tampoco es asunto mío he decidido abandonar mis inquisiciones. En cualquier caso, y más allá de estos melindres – afectados muy probablemente en réplica a los manifestados previamente por ti en entradas ajenas – calificaría tu entrada de muy correcta.
Bibliografía:
Termes, R. Antropología del Capitalismo. Rialp. Madrid, 2004.
Torres Gaytán, R. Teoría del comercio internacional. Siglo XXI. México, 2005
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ResponderEliminarLeyendo ya tus preguntas detenidamente, mejor que te las responda yo, pues dudo que saciase "tu hambre", creo que hay un libro que te puede ayudar mucho más a aclarar tus conceptos. Es de Sean Flynn y se llama "Economía para dummies", editado en el 2006. Es un asesor financiero y autor e numerosos bests sellers!
ResponderEliminarQue lo disfrutes!
saludos
Por cierto:
ResponderEliminar"calificaría tu entrada de muy correcta."
Gracias amigo! :D
Creo, Pablo, que la recomendación esta totalmente fuera de lugar y desprende cierta ironía que no considero, en absoluto,apropiada. Incluso se aprecia un cierto desprecio hacia ese hambre intelectual al que te refieres.
ResponderEliminarSi estamos en la Universidad es para aprender, por que yo al menos no he nacido sabiendo, y en ese proceso de aprendizaje serán muchas veces en las que nos indiquen nuestros errores y en las que debamos asumirlos sin ningún tipo de complejos.
Por otro lado cuando tengo alguna duda sobre una exposición realizada, personalmente, prefiero que me la intenten aclarar y en último caso acudir a los libros, ya que muchas veces estas dudas derivan de la interpretación personal de cada uno sobre la materia.
Y me permito finalizar mi (no deseado) comentario defendiendo a mi compañero Adrián, respecto a tu exagera recomendación. Y es que creo que Adrián ha demostrado sobradamente que maneja de forma muy correcta la misma bibliografía que tú.
Sin nada más que añadir, y con mi total humildad en este mensaje, me despido.
Saludos,
Nicolás Pozo Serrano.
No quiero extenderme mucho porque no quiero darle más importancia a este tema de la que tiene. Pero he decir, Nicolás, que soy yo el que no comprende la actitud de tu compañero Adrián que, sin motivo alguno, y alejándose por otra parte de un clima que pueda favorecer el intercambio de ideas entre grupos y blogs, se ha dedicado a hacerme una serie de incomprensibles preguntas intentando demostrar que conoce muy bien los sinónimos españoles, o por lo menos los que se pueden manejar con el Word, y las oraciones subordinadas.
ResponderEliminarCreo recordar que en todos los comentarios que he dejado en vuestro blog (curiosamente, y no es por ninguna razón en especial) la mayoría, o gran parte de ellos, eran aportaciones tuyas (y curiosamente, creo no haber dejado, o por lo menos muy pocos, comentarios a tu compañero Adrián). Y en más de alguna ocasión hemos intercambiado ideas (como en aquella entrada del cristianismo, creo recordar), que es el fin, se supone, de este blog. Pero en ningún momento creo haber indicado la necesidad de indicar fuentes, pues eso es cosa del profesor docente, y mucho menos he creído conveniente juzgar a los redactores. Tu compañero Adrián podría haberse molestado en leer mis otras entradas, cosa que a partir de lo dicho en su comentario, no lo ha hecho, en la que adjunto citas a pie de página y, en fin, lecturas recomendatorias, dentro de mis límites de alumno de primer ciclo. Exceptuando este caso que, como bien sabrás pues coincidimos en algunas clases, y debido a la gran cantidad de tareas que tenemos que hacer en otras asignaturas, no pude dedicarle más tiempo a la redacción. No creo conveniente que Adrián tache mi entrada de “escandaloso plagio”, algo por supuesto exagerado, teniendo en cuenta que por ahora no creo que redacte y edite mis entradas para sacar un fabuloso libro de historia económica, y mucho menos que actúe de “justiciero bloggero” por lo indicado al final de su segundo comentario, pues creo que no hace falta decir que si alguien se siente molesto por mis comentarios hacia sus entradas o en las exposiciones, no tiene más que decírmelo personalmente. Y mucho menos me parece conveniente, es más, me parece algo absurdo, que un compañero de quinto curso venga a intentar “humillar metodológicamente” a un alumno de tercero. Pues eso dice mucho de su actitud. Si quería darme un “escarmiento”, que supongo que es lo único que pretendía, aderezado también de una buena dosis de sarcasmo, quizá debería haber comentado al profesor sus quejas, y a partir de ahí, que él me la hubiese hecho llegar. Y puestos a ser sarcásticos, oye, yo también podía serlo sin necesidad de tantos párrafos.
Por lo que veo no deben gustar mis comentarios, incluso mis preguntas en las exposiciones, todas ellas sin ningún otro fin que no sea la mera curiosidad o las posibles dudas que me puedan asaltar en ese momento (en las que quizá no calculo demasiado si es enrevesada o no, y en las que igualmente David siempre nos aconseja a que las hagamos). Si es así, pido disculpas por ello. Yo también vengo a la Universidad para aprender, como bien indiqué en un comentario en una de las últimas entradas del blog del profesor, y también me gusta darle vida a las clases (dentro de lo que cabe). Por ello, me gusta comentar en otros blogs para darles algo de dinamismo, y suelo leerme las entradas de otros grupos siempre que puedo. Yo seré el primero que me ponga nervioso cuando tenga que hacer la exposición, y de hecho, dudo que pueda resolver muchas preguntas que se me cuestionen, pues soy bastante negado en temas económicos y probablemente tenga que consultar fuentes para poder hacerlo.
ResponderEliminarSin más, decir que si mi comentario no resultó apropiado, fue en consecuencia de lo poco apropiado que yo consideré el suyo. Simplemente. Como bien hemos llegado a la conclusión los dos: estamos en la Universidad para aprender a ser historiadores, y no para demostrar que unos saben más que otros.
Saludos!
Nadie ha cuestionado tu positiva actitud inquieta y curiosa que te lleva a hacer preguntas (las cuales, las hagas tu o yo, a veces pueden ser más comprometedoras de lo que pretendían en su origen).
ResponderEliminarLo que yo veo en el comentario de Adrián es una serie de réplicas a tu exposición, que concluyen con un consejo, y cito textualmente: "[...]me permito aconsejarte con encarecimiento[...]".
En cuanto a tu opinión de que la intención de Adrián era humillarte(y también cito: "[...] me parece algo absurdo, que un compañero de quinto curso venga a intentar "humillar metodológicamente” a un alumno de tercero[...]"), considero que ahí entran en juego otros factores dependientes de cada uno. No pienso que Adrián quisiera otra cosa que hacerte una recomendación, y no veo en ello nada de humillante. Es lógico que sea él quién nos de consejos, debido a su mayor experiencia.
Y repito que mi comentario anterior no era en absoluto deseo mío, pero no podía hacer otra cosa ante un comentario como el tuyo realmente insultante y sin ningún tipo de aportación ni de debate. Sencillamente no me parecia apropiado. Considero que el comentario de Adrián, por muy negativo que te pareciese, no perdía el clima de respeto en que estas observaciones deben realizarse, sin embargo el tuyo traspasaba esas fronteras.
No por ello pierden valor otras tantas cosas. Sinceramente agradezco tus comentarios, pues en mis entradas pretendo que la gente opine (por ello evito limitarme a transcribir lo dado en clase). Por ello agradezco tus comentarios y deberiamos agradecer todos los que nos hagan, por que eso significa que el resto de compañeros se ha tomado la molestia de leer nuestro trabajo, y eso ya es una valoración positiva que indirectamente nos hacen.
No quiero añadir nada más y espero tampoco tener que hacerlo. Quiero que quede clara mi postura, no es un ataque hacia tu persona, sino una petición de moderar nuestro lenguaje, que puede ser muy crítico dentro de esas fornteras de las que hablaba.
Mis mejores desos para todos. Un saludo,
Nicolás Pozo Serrano
Como muy bien has dicho, cada uno creemos lo que creemos, es algo muy personal y cada uno tiene su propia opinión. Ni que decir tiene que en ningún momento he pretendido insultar a Adrián ya que él no lo ha hecho en ningún momento. Pero sí que me reafirmo en lo dicho en el anterior mensaje, y especialmente en la nula finalidad pedagógica y cargada finalidad irónica de su post, en el que desde luego incluyo su “consejo”, al que también considero salpicado de dicho fin. Simplemente: es evidente que podría haber hecho mi entrada mejor, no lo dudo, pero creo que es más que evidente que si quería aconsejarme o ayudarme (cosa de la que sigo discrepando con rotundidad), desde luego que las formas no eran esas (insisto que de ahí surgió mi réplica).
ResponderEliminarPor lo demás agradezco tus agradecimientos (valga la redundancia). Es un halago para mí, de verdad. Y no hagamos más un “Off-Topic” de esto.
Saludos!
Pablo, llego con algún retraso a la discusión pero considero que este asunto ha tomado un cariz que, desde que introduces en juego la injuria, debe ser atajado inmediatamente. Aun considerando este punto de especial gravedad, me siento en disposición de pasar por alto el menoscabo que podría infligir en mi dignidad el no responder a los numerosos desaires de que he sido objeto en tus comentarios – y estoy muy lejos de ponerme melodramático – únicamente con el fin de terminar con este clima de hostilidad.
ResponderEliminarCréeme cuando te digo que, si lo que deseaba hubiera sido dejarte en evidencia, habría recurrido, como tú mismo aconsejas, al profesor. Ahora bien, eso sí que podría haber sido considerado una mezquindad, pues no dejaría opción alguna a tu respuesta, oportunidad que lamento te hayas guardado de ejercer optando en su lugar por los reproches ad hominem. Sin embargo, te concedo un punto de razón cuando hablas de “escarmiento”, pues resulta evidente que comentarios como los que te he dedicado no se los hubiera dirigido jamás a ningún otro compañero de clase, a pesar de que muchos de ellos participan tan activamente en los debates como podemos hacerlo tú o yo. Si me he permitido este atrevimiento para contigo, se debe a que me ha parecido detectar un cierto aire cainita en tus comentarios que, particularmente en las exposiciones, suele delatarse ante la expresión de aturdimiento del interpelado. Existe la posibilidad de que haya sido una muy torpe interpretación por mi parte, pero ciertamente no he sido el único en considerarlo así. Si, en efecto, se tratara de un despiste – sistemático, eso sí – te pediría que trataras de estimar los perjuicios que tus preguntas puedan ocasionar a los compañeros antes de enunciarlas.
Afortundamente, puedo jactarme de una capacidad de abstracción emocional muy notable en estos litigios tan escabrosos, hecho que se aprecia por la total ausencia de acritud en mi actual respuesta y el tono sosegado de la misma. Te invito amistosamente a hacer lo propio porque, malhadadamente, este asunto se ha teñido de oprobio alcanzando unas dimensiones inesperadas y, lógicamente, asumo buena parte de la responsabilidad en su ignición, aunque dejando bien de manifiesto que en ningún momento he incurrido en vilipendios de esa clase. En cualquier caso, mi intención no ha pasado en ningún momento por demostrar que albergo un mayor conocimiento que ninguno de mis compañeros y, de hecho, el único aleccionamiento en mi comentario fue de carácter moral, mientras que todos los asuntos de índole cognitiva los formulé en clave de pregunta, algo muy razonable puesto que yo mismo soy lego en materia económica. Más aún, puedo fácilmente colegir de tus intervenciones que conoces mucho mejor que yo la historia moderna. La única ironía apreciable en todo el texto que escribí es, precisamente, la frase que también con cierta sorna me agradeces en tu tercer comentario, la que hace referencia a la corrección de tu entrada, cuya mediocridad justificas más adelante arguyendo falta de tiempo. Pues bien, es por esa ironía de mal gusto que te pido disculpas, invitándote a olvidar este desaguisado de la manera más sencilla que se me ocurre, esto es, regresando al debate temático y ciñéndonos estrictamente a él, demostrando un acopio de sensatez que permita aceptar y ofrecer disculpas sin que el asunto adquiera mayor repercusión. Para ello pormenizaré una vez más y con un lenguaje más asequible los puntos que creo preciso confutar o, cuando menos, clarificar.
ResponderEliminar-Mi primera pregunta era: ¿Qué significa lo siguiente?
“El estudio del mercantilismo se puede hacer desde:
1- El pensamiento económico.
2- Como prácticas tomadas.”
-Segunda cuestión: ¿Cómo alcanzas la conclusión de que el mercantilismo es una expresión del propio poder del Estado a partir de la frase “la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado?
-Tercera cuestión: ¿Cuán acertada consideras, en su contexto, la expresión “capitalistas-nobleza-comerciantes”?
Insto a todos, empezando por mí mismo, a contribuir a un clima de cordialidad no impostada y aprovecho la ocasión, Pablo, para pedirte nuevamente mis más sinceras disculpas, al par que te ruego trates de resolver estas dudas que planteo, siempre y cuando lo creas pertinente y dispongas de tiempo suficiente para hacerlo.
Un saludo,
Adrián.
Vamos a ver Adrián, iré por partes y espero que sea la última vez, pese a que partiendo del hecho de que ya admitas considerar tu comentario como “escarmiento” no debería hacerlo pues eso secunda mi teoría de que el único fin del mismo era ese, no lo olvides.
ResponderEliminarIgual que tú crees haber detectado un cierto aire cainita en mi (puestos a denunciar injurias, aquí va la primera) podría yo decir lo mismo de tus comentarios (acompañados de una sutil ladinería). Por otro lado, no puedo dejar de pensar que no sólo querías intentar dejarme en evidencia, sino también pretendías humillarme, como ya indiqué en su momento, por el simple hecho de que teniendo a tu disposición suficientes medios (como el campus virtual, correo electrónico, o un simple comentario después de clase), viniste a vanagloriarte públicamente en el blog, sin pararte a pensar en sus consecuencias, intentando darle un toque, permíteme aclararte, de verdadera mezquindad (creo que un “escarmiento” hecho en público puede considerarse así, ¿no crees?). Insisto, por otra parte, y a partir de que afirmas que no eres el único que lo ha notado, en que sí que eres el primero en “notificarlo”, lo cual hace que no pueda dejar de considerarte el Robin de los Blogs (sin acritud, por supuesto, es sólo una metáfora) que viene a defender a la clase frente a mis comentarios. Cosa, además curiosa, teniendo en cuenta de que no he hecho ninguna pregunta a tu persona ni te he dejado ningún comentario (ciertamente nunca hemos intercambiado palabra alguna), por lo que, y perdóname el francés, podría decir sin temor a equivocarme que te has metido en un berenjenal que podrías haberte(me) evitado.
Jáctate de lo que quieras, Adrián, jáctate incluso de tu presunción pues, ciertamente es admirable, incluso de tu capacidad de tergiversación, muy destacable teniendo en cuenta que en ningún momento he calificado mi entrada como “mediocre”. Es más, tú mismo la has llegado a calificar como muy correcta (teniendo en cuenta que no sea en tono sarcástico, claro está. No quiero arriesgarme a afirmarlo). Pero no te jactes de tu moralidad y de tu ética porque desde la primera letra de tu primer comentario hasta la última no han aparecido en ningún momento. Es más, la misma finalidad del mismo que, como ya hemos dicho, era “escarmentarme”, partiendo de una muy dudosa base de autoridad moral a la que no quiero darle más vueltas por pesadez, yugula completamente que puedas colgarte esas dos medallas.
Soy una persona muy impulsiva y quizá aun mis trazas de adolescente, aun alguna reticente a abandonarme, me impidan medir las consecuencias de este comentario. Eso sí, puedo decir que si desde el primer momento te hubieses ceñido a formular esas tres preguntas, de una forma fácilmente comprensiva, (te agradezco que lo hayas hecho ahora) y, antes o después, en privado, comentarme tus quebrantos acerca de mis cuestiones en clase, todo esto no habría pasado. No dudo que esta discusión tendrá consecuencias para la nota final de la asignatura. Es por ello, y en consecuencia de que yo en ningún momento he querido crear este clima, y desde luego que nunca lo habría hecho, y por tanto, que no ha dependido en ningún momento de mi, que te invito muy encarecidamente a que 1) no sigas echando más leña seca al fuego pues es probable que me acabe alejando de unas respuestas kilométricas y abrigadas de un clima de respeto de las que no soy partidario, a pasar a comentarios más propios de individuos como Carlos Boyero y demás personajes de su índole. 2) Si es así, y no consideras necesario el punto 1) te invito también muy muy encarecidamente a que lo hablemos lejos de los teclados (por lo menos de forma pública, pues no me parece una buena idea), personalmente. 3) Te abstengas a usar juicios de valor en mis entradas (bueno, soy humano, los positivos los permito), pues te recuerdo que no eres el profesor docente y no eres tú quien debe juzgarlas (por lo menos, insisto, públicamente, al margen de que sea un blog de intercambio de ideas).
ResponderEliminarProcedo a responder a tus preguntas sin más dilación:
¿Qué significa lo siguiente?
“El estudio del mercantilismo se puede hacer desde:
1- El pensamiento económico.
2- Como prácticas tomadas.”
El estudio del mercantilismo como tal puede explicarse, como en varias ocasiones lo ha planteado el profesor en clase, y punto en el que han surgido numerosos debates, como una escuela económica propiamente dicha, o simplemente como una serie de prácticas, de ideas, teorías, que no llegan a aglutinarse en una verdadera escuela.
¿Cómo alcanzas la conclusión de que el mercantilismo es una expresión del propio poder del Estado a partir de la frase “la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado?
A partir de medidas mercantilistas, que no citaré pues hemos visto días atrás, los Estados imponen, establecen un cierto control político-económico que sumado a estas ideas buscan en última instancia el fortalecimiento del Estado (aunque ello suponga también el beneficio de mercaderes, comerciantes, prestamistas, etc.)
¿Cuán acertada consideras, en su contexto, la expresión “capitalistas-nobleza-comerciantes”?
Lo suficiente.
Saludos!
Siento tener que volver a intervenir, y me voy a evitar una larga y absurda aportación. Solo decir, Pablo, que al margen de todas las posibles ladinas, mezquinas, sibilinas ... (calificalas como quieras)intenciones de Adrián, el te ha pedido disculpas, y es el único punto que has obviado mencionar en tu intervención.
ResponderEliminarY al refranero me remito: Dos no pelean si uno no quiere. Considero que es hora (después de haber pedido disculpas)de moderar posturas y volver al clima de respeto previo.
Creo que esto no beneficia a nadie y seguir con ello solo se genera un clima incómodo.
Mis saludos, deseando madurez y cordura, Nicolás Pozo Serrano.
Craso error mío. Las prisas me hicieron olvidar aceptar disculpas y, por supuesto, pedirlas allá donde haya podido ofender a Adrián.
ResponderEliminarSaludos!
Confieso que, conforme leo tus respuestas, se me hace cada vez más difícil mantener mi actitud conciliadora, dado que te obcecas en no abandonar el tono displicente. He hecho un llamamiento a la concordia desde la más absoluta serenidad y a cambio recibo otra retahila de agravios. Sólo aclararé que te equivocas completamente si me atribuyes la intención de humillarte, aunque parece evidente que lo crees de veras, porque de lo contrario no se comprende esta actitud enrabietada. De lo que deduzco que no comprendes el significado de la palabra “acritud”, pues tu contestación está cargada de ella. Permíteme sólo dos apuntes:
ResponderEliminarDices que “en ningún momento he calificado mi entrada como ‘mediocre’”, pero un comentario anterior reza: “es evidente que podría haber hecho mi entrada mejor, no lo dudo”.
También mencionas que “tú mismo la has llegado a calificar como muy correcta” mientras que yo alegaba que: “La única ironía apreciable en todo el texto que escribí es, precisamente, la frase [...] que hace referencia a la corrección de tu entrada”. Como ves no hay riesgo de afirmar nada, bastaba con haber leído con calma mi comentario.
Pablo, a estas alturas pensarás de mi poco menos que tengo cuernecillos ocultos bajo el cabello y el aliento ignívomo, pero si lograras alienar tus emociones seguramente lo verías de otra manera. Espero que tras haberte despachado a gusto conmigo te encuentres en condiciones de aceptar mis disculpas y presentarme las tuyas de tal manera que tengan algo más de credibilidad, por ejemplo dirigiéndomelas directamente, y no en tercera persona. Si finalmente te desprendes de ese desprecio hacia mí házmelo saber y de muy buen grado accederé a cerrar la discusión con la correspondiente libación en la cafetería que, huelga decir, correría a mi cargo.
Está bien Adrián. En esta ocasión y como dejé entrever anteriormente, está claro que me he dejado llevar por mis acalorados sentimientos. Insisto, acepto tus disculpas y te ofreco las mías, como he dicho antes.
ResponderEliminarPerdona que no contestara antes. Me supone una gran alegría leer tu respuesta, por mi parte puedes estar seguro de que no hay rencor de ningún tipo.
ResponderEliminar¡Saludos!